Este artículo se publicó hace 13 años.
El pederasta de "Michael" azota el Festival de Cannes
Barridos por la marea de los "Piratas del Caribe", dos filmes pasaron por la competición de Cannes: la austríaca "Michael", retrato de un pederasta que supone el debut del director de casting de Michael Haneke, y "Footnote", una comedia israelí sobre la competición intelectual y familiar.
Markus Schleinzer es no sólo un alumno aventajado, sino también muy fiel de quien ganara la Palma de Oro del festival francés hace dos años con "La cinta blanca", y circula asimismo por el camino de lo inquietante.
Lo mejor que se puede decir de "Michael", segunda y última ópera prima en competición por la Palma de Oro, es que por momentos parece una película de Haneke, y que cuenta además con la interpretación soberbia (por desagradable) de Michael Fuith.
Schleinzer reduce casi totalmente su narrativa a dos personajes: Wolfgang, un niño de 10 años, y Michael, el hombre que le secuestró, le mantiene encerrado en un sótano y abusa sexualmente de él con regularidad.
El director y guionista, consciente de lo delicado del tema, decide herir sensibilidades con toda la alevosía del mundo, aunque siga la máxima ley del director de "La pianista": enseñar el antes y el después, pero nunca el durante.
Fácilmente vinculable a los casos austríacos recientes de Natascha Kampusch o Josef Fritzl, "Michael" capta con fidelidad escalofriante esa facilidad con la que lo abominable se cuela en la cultura del respeto a la intimidad.
Y entre sus reflexiones más poderosas la que, por otro lado, ya tejió con más brío William Wyler en "The Collector" ("El coleccionista"). Cuando una persona -en este caso más aún un niño- solo interactúa con otra, por muy monstruosa que sea, acabará creando lazos afectivos aunque sean de manera puntual dentro de esa tragedia que, con el paso del tiempo, pierde intensidad e incluso acaba convirtiéndose en rutina.
"En 'Michael' he evitado deliberadamente cualquier juicio o explicación moral. Simplemente es un hombre y un niño interactuando", dice el director en el material de prensa.
El juicio, no obstante, sí lo hizo la platea y estuvo de lo más dividido: tantos aplausos como abucheos. Quizá por la ración de un tema tan indigesto proyectado después de comer o porque gasta sus cartas demasiado pronto y a partir de la mitad del metraje, el filme se mueve por inercia.
Tras ella, llegó la amabilidad de la comedia israelí "Footnote", dirigida por Joseph Cedar, que tampoco fue recibida con alborozo porque también tuvo su razones para el reproche y para la admiración.
Joseph Cedar, que venía de una cinta tan política y premiada como "Beaufort", sobre la Guerra del Líbano, reduce la metralla y agudiza el ingenio para meterse en otra guerra distinta como es la que se establece un padre y un hijo que por el éxito profesional en un mismo campo: el estudio del Talmud, pieza central de la literatura rabínica.
Como si fuera una novela de Philip Roth, pero con menos calado, el choque de egos surge cuando el padre recibe por equivocación las felicitaciones del Primer Ministro por haber logrado un Premio Israel que en realidad había sido otorgado a su hijo, el enredo será monumental.
Y con un careo interpretativo de nivel entre Shlomo Bar Baba y Lior Ashkenazi, Cedar flanquea una hora excepcional de película con un inicio y un desenlace que estropean el conjunto.
En ese núcleo para el disfrute, la poca ambición formal sucumbe a los diálogos ingeniosos y a un brillante retrato de la pueril competición que se esconde tras todo colectivo intelectual.
Lo contrario sucede en el alfa y el omega de esta cinta: demasiada fanfarria para empezar o seguir dando vueltas a un conflicto dialéctico al que le faltan (o le sobran, según se mire) capítulos en los que desarrollarse y que emula, sin éxito, a las mejores comedias judías de los hermanos Coen.
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