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Pequeña gran pantalla

Cuatro de los grandes creadores de la televisión en EEUU presentarán sus nuevas series en la temporada de otoño

RUBÉN ROMERO

El segundo semestre del año suele ser de lo más conservador en la televisión estadounidense. Las cadenas se limitan en general a la reposición de series y al desarrollo de nuevas temporadas de las ya existentes. Pero este año, gracias a los retrasos producidos por la huelga de guionistas y la amenaza de paro de actores, se aplazó el estreno de algunas grandes propuestas.

El reto es grande. La cadena HBO debe demostrar que puede plantar cara a la emergente Showtime, que con Weeds y Californication le está robando su aura de transgresión. Fuera del cable, las cadenas generalistas intentan atraer la atención de un público cada vez más atomizado. No falta quien, visto el éxito de The Office, opta por la adaptación de series británicas. Otro recurso es resucitar el pasado, con nuevas versiones de El coche fantástico o Sensación de vivir. Y, eso sí, no hay quien se quite lo paranormal de encima: ya sea en la comedia (The Ex List), el thriller (Fringe) o el drama (True Blood).

No obstante, la gran noticia es la coincidencia en el tiempo de cuatro estrenos de los grandes gurús televisivos. Cuando su edad de oro da síntomas de cansancio, buena parte de los que ayudaron a crearla presentan sus nuevas creaciones. ¿Serán capaces de mantener el nivel?


Nueva vuelta de tuerca (y parecía imposible) sobre el género de vampiros. Los japoneses –quién si no– han descubierto una forma de producir sangre artificial… con efectos secundarios. Ahora que los chupasangres son seres normales y corrientes, no tienen que andar pegando bocados por ahí. Aunque claro, siempre está el placer de lo prohibido… Su creador, Allan Ball, responsable del éxito de A dos metros bajo tierra, dice que leyó las novelas de Charlaine Harris, en las que se basa, en un momento en el que estaba de lo más receptivo para el tema, justo al salir del dentista.

La serie centra la tensión entre mortales e inmortales de una pequeña población del sur profundo de EEUU, llena de personajes estrambóticos que, como no podía ser menos tratándose de Ball, no guardan uno, sino un arsenal de secretos tras las puertas. Será la tercera serie sobre vampiros en menos de un año, después de las canceladas Moonlight y Blood Ties. La crítica la ha tratado con dureza, probablemente por ser más fantasiosa de lo que se esperaba de su autor, justo la razón por la que a otros les encanta.

El vampiro, sin duda el monstruo más rijoso que ha producido la imaginación, es aquí un punto de partida para reflexionar sobre el sexo y sus miserias (y también sus alegrías, claro está). La oscarizada niña prodigio de El piano (Jane Campion, 1993), Anna Paquin, es la protagonista.


Mujeres con programación

En un apartamento tan aséptico como un piso piloto de Ikea viven las dolls del futuro, o lo que es lo mismo, cuerpos vacíos de personalidad a los que, por una módica cantidad, uno puede programar para que posean recuerdos, profesiones o idiomas que puedan servir para diferentes funciones: asesinatos, fantasías y otros pequeños placeres para ricachones. Una vez desprogramadas, las dolls entran en una especie de apacible autismo. O al menos así era hasta que algo falla y, una de ellas, de nombre Echo, empieza a tener recuerdos. Los problemas aumentarán cuando el ejercicio de las dolls (voluntario, pero ilegal) empiece a ser rastreado por el agente federal Paul Smith. Ya sabemos la atracción que la metáfora de las casas de muñecas despierta en los creadores desde Henrik Ibsen.

Aquí se nos presenta como un escenario ideal para que su creador, Josh Whedon, desarrolle una de sus obsesiones: la introducción de discursos feministas en series para todos los públicos. Dollhouse, un tratamiento de ciencia ficción de la mujer objeto y su explotación, es la serie que tiene previsto un estreno más tardío, en enero de 2009. La actriz Eliza Dushku, con la que Whedon ya trabajó en Buffy, cazavampiros, ha sido la elegida como protagonista. En las fotos de la promoción la han transformado en una especie de sublimación del deseo masculino.

El vuelo Oceanic Airlines 815 de Perdidos será sustituido en la mente de muchos telespectadores por el 627 con destino el Aeropuerto de Logan, Boston. En esta serie, un grupo de investigadores trata de averiguar qué demonios les ha ocurrido a los pasajeros y la tripulación de ese vuelo, a los que se encontró muertos en sus asientos víctimas de un gran, misterioso e inexplicable sufrimiento. A medida que la investigación avanza, empiezan a aparecer teorías de la conspiración al más puro estilo Expediente X y, como no podía ser de otra forma, con un creador como J.J.Abrams, de paso se conocerán los conflictos familiares de los protagonistas.

El episodio piloto apareció en la Red tres meses antes de su estreno, motivo de aparente cabreo por parte de Abrams. Quizá no fuera cierto. Tanto abundar en la conspiranoia en sus series ha llevado a muchos de sus fans a creer que, en el fondo, fue el propio Abrams el que la colgó en Internet para ver la reacción del público.

Lo cierto es que lo visto hasta ahora es bastante decepcionante, pero sus responsables aseguran que hay muchísimos más argumentos para engancharse. De todos modos, a este acaparador de espectadores siempre le quedará Perdidos.Protagoniza la serie Joshua Jackson, alias el amigo feo de Dawson crece.


Tan realista como CSI

Por no cambiar de gremio –su productor, Jerry Bruckheimer, financió CSI–, Eleventh Hour versa sobre una pareja de (tachán, tachán) policías. Él es un asesor científico del Gobierno, encargado de descubrir atentados medioambientales (vamos, como si Grissom se hubiera chupado 24 veces seguidas Una verdad incómoda). Ella, más pragmática, en el fondo debería ser sólo su guardaespaldas, ya que el empollón tiene una habilidad especial para hacer enemigos entre las multinacionales, pero claro, también tiene su ecocorazoncito. Posee el aliciente de que, en teoría y en su primera versión británica, está basada en datos científicos que podrían ocurrir. Dicha versión fue un completo desastre financiero y sólo se rodaron cuatro capítulos.

Como no puede ser de otra manera y dicta la Biblia del serieadicto, su fracaso la convirtió ipso facto en una obra de culto. Hay curiosidad por ver a qué llama científico alguien tan amante del espectáculo como Bruckheimer. Para abrir boca, los responsables de CBS, la cadena que prevé emitirla, han dicho, llenos de orgullo, que será “tan realista como C.S.I.”. Apañado está el público. Los actores: Rufus Sewell, el inquietante habitante de Dark City (Alex Proyas, 1998) y la explosiva Marley Shelton, la doctora rubia de Planet Terror (Robert Rodríguez, 2007).

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