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Pingüinos sobre dos ruedas

La concentración invernal convoca en Puente Duero (Valladolid) a miles de moteros

ANTONIO ARAGÓN (EFE)

La trigésimo segunda edición de la concentración motera invernal de Pingüinos ha congregado, un año más y en la campa de Puente Duero (Valladolid), a miles amantes de las dos ruedas que en ocasiones son pilotos, en otras exploradores de ágil pluma o simplemente les gusta propagar camaradería en albornoz. Ese compañerismo, junto al afán por compartir la pasión por todo tipo de motocicletas mientras se combate el frío que caracteriza a esta concentración (en la de este año algo menos), hace de Pingüinos un apetecible destino que no pierde fuelle con el paso de los años y la crisis económica.

A Puente Duero vienen moteros de diferentes partes de Europa y España seducidos por el estruendo de las motocicletas, el olor a leña y las ganas de jolgorio que brota entre los pinos vallisoletanos, donde se erigen tiendas de campaña y carpas algo más que preparadas por clubes de motos y grupos de amigos de todas las edades. La experiencia es un grado hasta cerca de la hoguera, como así explica un grupo de amigos de Valdemoro (Madrid), que con el paso de los años se dio cuenta de que vestir un albornoz en Pingüinos les ayuda a evacuar la humedad cuando se aproximan a la lumbre en la que cocinan hasta unas alubias.

Son unos veinte y no han utilizado ningún vehículo de cuatro ruedas para transportar todo lo que asoma por su zona; desde ollas de gran tamaño hasta una motosierra. Así lo explica Sergio López, uno de los más veteranos, que con quince ediciones a sus espaldas se ha ganado a pulso que las zapatillas de estar en casa oficien de particulares galones.

En el caso contrario se encuentra el explorador y escritor Miquel Silvestre, natural de Denia (Alicante), quien a sus 44 años debuta en una concentración motera después de haber recorrido el mundo y ser el primer europeo que llega a las Islas Filipinas en motocicleta con el único leiv motiv que recordar a exploradores olvidados como Fernando de Magallanes. Otrora era registrador de la propiedad, concretamente hace cuatro años, cuando optó por pedir una excedencia, reinventar al explorador y rendir culto a los antiguos expedicionarios sobre dos ruedas.

De este modo, ha recorrido más de noventa países y ha escrito varios libros al margen de cuantiosas colaboraciones con medios nacionales mientras seguía el rastro del camino descubierto por otros siglos atrás. Con un zurrón rebosante de vivencias, ha aterrizado esta mañana en Pingüinos junto con su madre, Mercedes Silvestre, a la que llevó de paquete en Nepal.

Por su parte, con una meta diferente y más cerca irá el piloto almeriense Antonio Maeso, quien no ha llegado todavía a Pingüinos, pero al que se espera mañana para que presente el documental Objetivo TT 3.0. En el mismo, y bajo la dirección Abelardo Rendo, desgrana el camino recorrido para conseguir los medios que le permitirán participar en la Tourist Trophy, la competición motociclista más antigua del mundo (1907) que se celebra en la Isla de Man (Irlanda).

Un campeonato en el que se da, dependiendo de la categoría, varias vueltas a un circuito de sesenta kilómetros y en el que se rueda a una velocidad media de 200 kilómetros por hora. Maeso y su Kawasaki ER6 aspiran, según miembros de su equipo ubicados en una carpa, al podio. El propio Antonio Maeso, Miquel Silvestre y el representante de los chicos del albornoz, Sergio López, son algunos de los ejemplos de lo que es Pingüinos; un hervidero de genuinos personajes con originales historias que coinciden en su afición por todo lo que rodea al motociclismo y su cultura suburbana. El frío no les asusta, más bien alimenta la curiosidad y las ganas de combatirlo. De momento, son 8.000 los inscritos, aunque la organización no cree que la cifra final baje de los 26.000 que se lograron en 2012 cuando se eche el cierre a Pingüinos 2013 este domingo.

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