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Pixar abre el telón con un anciano entrañable en tres dimensiones

El estudio estadounidense presenta 'Up', una fantasía animada protagonizada por un octogenario que echa a volar

SARA BRITO

Imágenes de 'Up', el nuevo filme de Pixar.

Thierry Frémaux, delegado general de Cannes, se subió ayer al escenario de la sala Debussy del Palais des Festivals para hacer una foto histórica: la inmensa platea abarrotada de periodistas luciendo unas aparatosas gafas rojas. El Festival de Cannes subía así el telón de una semana de cine de autor, por la que pasarán Quentin Tarantino, Isabel Coixet o Ang Lee, no sin antes dejar claro que la tecnología que anda moviendo millones en EEUU no es extraña en la vieja Europa.

El 3D pisó ayer por primera vez la Croisette de la mano de Up, la última producción de Disney/Pixar y la primera película de animación que abre el festival de la Costa Azul. Una vez más, el estudio que creó la inolvidable Wall-E, tira de un héroe improbable: Carl Fredricksen, un viejo cascarrabias nacido del cruce entre Walter Matthau y Spencer Tracy que, a la muerte de su gran amor, decide emprender la gran aventura que habían planeado juntos.

Armado de miles de globos, el anciano consigue poner su vieja casa a volar para huir de la gran ciudad y de un mundo exterior que ya no le pertenece. Sin embargo, no todo saldrá como planeaba. Un elemento incómodo ha logrado colarse en su porche: Russell, un boy scout, gordito, sin cuello, de verborrea desmedida y con unas insoportables ganas de ayudar.

Antes de que esta pareja chocante irrumpa en la selva latinoamericana, y antes de que se topen con una jauría de perros que hablan a través de un collar high tech (pura hilaridad), la película se abre con un encadenamiento de secuencias, que demuestra por qué los animadores de Pixar están entre los grandes maestros en el arte de presentar personajes (recuerden Wall-E, otra vez).

La película arranca con una elipsis, la vida de Carl y su mujer Ellie, capaz de dejar a toda una sala con el estómago encogido de emoción. De ahí en adelante, Up se centra en recrear el camino de aprendizaje que llevará al viejo Fredricksen a pasar de la misantropía melancólica a la pequeña heroicidad de las relaciones humanas. Y lo hará saltando del cine clásico de aventuras a la comedia absurda. Si se empeña uno, hasta se le puede sacar la lectura política de moda: sí, en Up también se puede encontrar, si se rasca, la lucha entre la vieja América y los nuevos aires obamistas.

De trazo sencillo y estilo caricaturesco, Up no cae en la tentación de hacer de las tres dimensiones un ejercicio de efectos especiales pirotécnicos. Como reconocía ayer el director de la décima película de la factoría Pixar, Pete Docter ganador de un Oscar por Monstruos SA, han usado el 3D 'como se haría con el color, como una herramienta más para dar profundidad', comentaba rodeado de la plana mayor de los estudios de California. No esperen, por tanto, sustos. Up demuestra que la gran conquista del cine tridimensional no tiene que ser la espectacularidad, sino la profundidad de campo.

'Los trucos pueden sacar a la gente de la historia y nosotros hemos querido restringir esos efectos. Lo que hemos hecho es usar la profundidad del 3D para envolver a la gente en las emociones de los personajes y la historia', argumentó John Lasseter, director creativo de Pixar/Disney. Relajados y bronceados, los jefes de Pixar no quisieron hacer apología del 3D al modo de su contrincante en Dreamworks, Jeffrey Katzenberg, sino llenarse la boca hablando de emoción y trabajo. 'La animación', dijo un Lasseter estremecido, 'tiene la oportunidad de permanecer'. Por ahora, como poco, ha abierto Cannes con humor.

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