Este artículo se publicó hace 15 años.
El plan Bolonia acelera en medio del despiste de los estudiantes
Por Diego Hernández e Itziar Reinlein
Alejandro Hernández, de 18 años, comienza la universidad tras estudiar el bachillerato tecnológico y sacar buena nota en la selectividad. Se ha decidido finalmente, tras pensarlo mucho, por el grado en ingeniería de sistemas audiovisuales. El Plan Bolonia le ha pillado de pleno y le ha trastocado los planes.
"Mi idea era hacer la ingeniería técnica en telecomunicaciones (?) y después empezar con Comunicación Audiovisual, porque haces una carrera de tres años, sales con un título bastante decente, un ingeniero técnico, y entonces aun estaba con la posibilidad de hacer otra carrera", dijo el joven en una entrevista reciente con Reuters.
Sin embargo, la diplomatura de tres años se convierte en un grado de cuatro y complica la idea inicial de realizar otros estudios, comentó.
La Declaración de Bolonia estipuló en 1999 que el nuevo modelo tiene que estar implantado en 2010 en los 50 países que integran el Espacio Europeo de Educación Superior (EEES), pero ha sido el último año cuando dirigentes, universidades y alumnos se han percatado de que se les venía encima el cambio.
Bolonia da más libertad a las universidades para ofertar carreras y cambia la manera de estudiar, con un enfoque mucho más práctico al que añade otras habilidades además del conocimiento, como el trabajo en equipo, la iniciativa, la oratoria o los idiomas, además de reforzar la movilidad de los estudiantes, algo que ya había empezado en Europa con el programa de becas Erasmus.
Aunque algunas universidades ya llevan tiempo con la adaptación a las nuevas titulaciones, este cambio de rumbo ha pillado desprevenidos a los estudiantes, que se sitúan entre la falta de información y la comodidad o el desinterés, pero que en la práctica no entienden muy bien el cambio.
"Hasta prácticamente hace un par de meses estaba dudando entre que estudiar y que no estudiar porque con Bolonia, como tampoco se sabía muy bien cuáles (carreras) iban a desaparecer, cuáles se iban a mantener, qué se iba a poder coger,(...) no sabía muy bien que hacer", dice Alejandro Fernández, nuevo estudiante de psicología.
TITULOS VARIOPINTOS
Lejos de desaparecer títulos, como temían algunos estudiantes, Bolonia da entrada a nuevos estudios, que hasta 2016 convivirán con los antiguos. El catálogo de la EEES se expande y se especializa. Así, se pueden ver grados en Ciencias de la Danza, de la Culturas, Paisajismo, Musicología o Filología Bíblica Trilingüe en la rama de Arte y Humanidades; o Ciencia y Tecnología de los Alimentos, Ingeniería Biomédica o Grado en Láseres y Aplicaciones en Química en la rama de Ciencias e Ingeniería.
"Antes, el Ministerio de Educación ofrecía un catálogo de títulos oficiales y era lo único que podíamos hacer las universidades, impartir esos títulos", dijo a Reuters Águeda Benito, rectora de la privada Universidad Europea de Madrid (UEM), que cuenta con 12.000 alumnos.
En el curso 2009, se autorizaron 163 nuevos grados en 33 universidades, las que primero se lanzaron a una adaptación que a partir de 2010 será obligatoria en las 77 universidades españolas (50 públicas), en las que el curso pasado estudiaron 1,4 millones de alumnos.
"Lo que (el Plan Bolonia) ha supuesto es un escenario de grandes oportunidades, tenemos la oportunidad de decidir qué titulaciones queremos poner en marcha. Y ofrecer a la sociedad cosas más interesantes", aseguró Benito.
provocado por el descenso poblacional en los tramos de edad de entre 18 y 24 años -, según datos del Ministerio de Educación.
La 'carta blanca' de contenidos para las universidades ha generado, por otro lado, una gran confusión entre los estudiantes, que pensaban que Bolonia lo que buscaba era precisamente unificar la educación superior en Europa.
"Si cada universidad puede crear sus propias carreras, el programa de estudios que quiere... eso contrasta un poco con esa idea que buscaban de unificar con Europa y favorecer la homogeneidad", manifestó Alejandro Hernández.
MÉTRICA COMÚN DEL ESFUERZO
No obstante, más que los contenidos, una de las principales novedades de Bolonia es que por primera vez se busca una métrica común del esfuerzo.
"Antes se hablaba de créditos como horas lectivas, pero no del esfuerzo que ha costado una determinada asignatura", dijo Isabel Gutiérrez, vicerrectora de la Universidad Carlos III de Madrid (UC3M), a Reuters en una entrevista.
Con el nuevo Sistema de Transferencia de Créditos Europeos (ECTS, por sus siglas en inglés), un crédito equivale a entre 25 ó 30 horas de trabajo, en lugar de las 10 horas lectivas que medían los anteriores, y permite saber con certeza el esfuerzo invertido por un estudiante en cualquier país de Europa.
La pretendida homologación se consigue, por tanto, mediante el baremo común del trabajo y con la formación básica (60 créditos o 1.500 horas de trabajo) que todas las universidades europeas están obligadas a adoptar.
"Este sistema de medida es fundamental, no es trivial", enfatizó Gutiérrez, encargada de adaptar el Plan Bolonia en la UC3M, una universidad pública moderna de 18.000 estudiantes, una enorme ventaja para afrontar el cambio respecto a las grandes universidades como la histórica Universidad Complutense de Madrid (UCM), la mayor de España, que gestiona unos 60.000 estudiantes.
La Complutense, por su antigüedad y tamaño, tiene un ritmo de adaptación mucho más lento, y en ella los cambios no se pueden hacer tan bruscamente.
"Hay una cultura universitaria que no es fácil de cambiar", admitía recientemente Carlos Berzosa, rector de la UCM, en CNN+.
Sin embargo, el uso de nuevas tecnologías, clases más pequeñas y otro estilo de impartir docencia tendrán que ir imponiéndose poco a poco para dotar a los estudiantes de las competencias necesarias para aportar un "valor añadido" a los conocimientos adquiridos en los nuevos grados, que ya sustituyen a las antiguas licenciaturas, diplomaturas e ingenierías.
Sin embargo, la búsqueda de una mayor especialización hace prácticamente necesario el complemento de los grados mediante un máster o postgrado, algo muy protestado por los estudiantes pero que en el fondo no se aleja mucho de la realidad actual.
cuatro años de grado y uno de master.
Con esta filosofía y planificación, un estudiante universitario debería ser capaz al terminar su formación superior de poder presentarse ante una oferta de trabajo como un "Joven Aunque Sobradamente Preparado", y alejar el fantasma del paro que acecha a los jóvenes titulados españoles.
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