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Plásticos negros contra el desfile de mujeres en el Alarde de Hondarribia

IÑIGO ADURIZ

Todo empezó en 1993. Un pequeño grupo de mujeres de Hondarribia (Gipuzkoa) manifestó entonces su deseo de participar en el tradicional Alarde que cada 8 de septiembre recorre las principales calles de la localidad pesquera. La celebración tiene su origen en la promesa que los vecinos del pueblo hicieron en 1638 a la virgen de Guadalupe por la supuesta ayuda espiritual que les brindó esta para poner fin al asedio al que les habían sometido las tropas francesas. Desde entonces se realiza un desfile-procesión en el que hasta que surgió la reivindicación de esas mujeres los paisanos armados de la época tan sólo estaban representados por hombres.

La petición provocó desde el principio un fuerte sentimiento de repulsa en una gran parte de los habitantes del pueblo que se sigue escudando en la tradición. Pero el rechazo no fue un impedimento para que ese grupo de mujeres fundara también con hombres la compañía Jaizkibel, con la que desde entonces pretenden incorporarse al Alarde en igualdad de condiciones. Su particular lucha obtuvo un primer triunfo en 1998, un año después de los graves disturbios que pusieron en serio riesgo la celebración de la fiesta: el Tribunal Superior de Justicia del País Vasco (TSJPV) reconoció el derecho de las mujeres a participar en el Alarde en igualdad de condiciones que los hombres.

Pero los insultos, las pedradas y los gritos contra esta compañía siguen siendo una constante 16 años después del fallo. Hoy en día, Jaizkibel sigue desfilando por las calles de esta localidad pesquera siempre escoltada por la Ertzaintza, a pesar de los plásticos negros que sus detractores despliegan para boicotear su manera de entender la fiesta, transformada a la fuerza en reivindicación. Así ocurrió hace exactamente un año, cuando a esas pancartas negras se sumaron varias bocinas y vuvuzelas.

Los integrantes de Jaizkibel han tenido hoy un recibimiento similar. 'A nosotros nos gustaría poder subir la calle Mayor como una compañía más, pero creemos que todavía estamos un poco lejos de eso', reconocí con resignación este fin de semana Izaskun Larruskain, portavoz de la compañía y encargada de gestionar los perfiles de ésta en las redes sociales. La reaparición de los plásticos negros se explica, a su juicio, 'porque no hay una clara determinación para quitarlos'.

Lo cierto es que la mayoría del pleno del Consistorio, gobernado por el PNV, se negó en julio a aceptar una iniciativa de EH Bildu instando al Ayuntamiento a pedir 'públicamente' a la población que respetara el desfile de la compañía Jaizkibel y no mostrara plásticos negros. La mayoría de grupos (excepto EH Bildu) se negaron a suscribir esa petición de tolerancia y en los últimos días en Hondarribia han aparecido una serie de pancartas situando ese boicot como parte de la libertad de expresión. El 24 de julio el pleno sí aprobó en cambio una moción instando a la compañía mixta a modificar su horario para no coincidir con el desfile tradicional promovido desde la Alarde Fundazioa.

Hace apenas unas semanas esta fundación tradicionalista cargaba en un comunicado contra Emakunde —instituto vasco de la mujer—, contra el Ararteko —defensor del pueblo vasco— contra la Diputación de Gipuzkoa y contra EH Bildu por la defensa que desde esos organismos se ha realizado del Alarde de hombres y mujeres. 'Con total impunidad cargos públicos políticos mienten sistemáticamente a la hora de referirse al Alarde de Hondarribia como ‘Alarde discriminatorio'. Queremos recordar, una vez más, que el Alarde de Hondarribia es, según sentencia firme del Tribunal Supremo, plenamente legítimo. En él no existe discriminación por razón de sexo y no puede ser interferido por quienes lo hagan desde postulados diferentes', apuntaban en su nota.

Alarde Fundazioa asegura no tener ninguna responsabilidad en la colocación de los plásticos negros, o en los insultos, las vuvuzelas e incluso las bocinas que se hacen sonar al paso de la compañía Jaizkibel. Pero a ésta la considera 'contraria' a la fiesta por defender la presencia de la mujer en puestos que en el tradicional sólo ocupan hombres, y asegura que esos gestos intolerantes de los vecinos contrarios a la integración responden a que 'el público que espera el paso del Alarde es soberano y tiene derecho también a manifestar su opinión'.

Larruskain, miembro de Jaizkibel, considera que ante el boicot a su compañía 'hay un problema de tolerancia, de respeto, y también de educación'. Asegura, además, que si esas actitudes se han mantenido a lo largo de los años es 'porque nadie les ha dicho que no'. 'Hacían tapones, echaban piedras, nos insultaban y nos agredían pero nadie les decía que no', lamenta. Para ella lo que sucede en Hondarribia 'es evidente que es un problema de igualdad'. 'En la sociedad hemos asumido una serie de cambios en el papel de la mujer: a todos nos parece normal que una mujer lleve pantalón o que pueda acceder a una serie de puestos de trabajo, pero hay cosas que están más arraigadas en elementos de la cultura', añade. Como ejemplo, cita la Euskal Dantza (bailes vascos) o problemas en otras fiestas.

Un estudio elaborado por el Gabinete de Prospección Sociológica del Gobierno Vasco el pasado mes de mayo muestra que a pesar de que la situación es prácticamente de empate, ya son más (un 43%) los hondarribitarras que apuestan por modelos del Alarde que suponen la participación de mujeres que los que apoyan el esquema tradicional (42%). No obstante, todavía sólo el 24% de los encuestados apoya un Alarde único y mixto. Larruskain celebra que en los grupos de amigos más jóvenes ya hay quienes respaldan uno u otro modelo y se respetan los unos a los otros.

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