Este artículo se publicó hace 15 años.
El Predicador del Papa arremete contra la campaña "Probablemente Dios no existe"
Benedicto XVI conmemoró hoy en el Vaticano la Pasión del Señor, en la que se denunció que la campaña publicitara atea "Probablemente Dios no existe, deja de preocuparte y disfruta de la vida" es uno de los desafíos, "tal vez el más abierto", que se haya conocido contra la fe.
La denuncia la hizo el Predicador de la Casa Pontificia, el franciscano Raniero Cantalamessa, quien ante el Papa y miles de personas asistentes en la basílica de San Pedro a los ritos del Viernes Santo dijo que los cristianos deberían dar las gracias al promotor de la campaña, "ya que ha servido a la causa de Dios más que muchos de nuestros argumentos apologéticos".
"(La campaña) ha mostrado la pobreza de sus razones y ha contribuido a sacudir muchas conciencias adormecidas", añadió.
Cantalamessa afirmó que el mayor efecto del eslogan de esa campaña, expuesta en autobuses urbanos de Madrid, Barcelona, Londres y otras ciudades europeas no está en la premisa "Dios no existe", sino en la conclusión "Disfruta la vida".
"Se sobreentiende el mensaje de que la fe en Dios impide disfrutar de la vida, que es enemiga de la alegría y que sin ella habría más felicidad en el mundo", subrayó el predicador, que agregó que el apóstol Pablo da una respuesta a ese desafío explicando el origen y sentido de todo sufrimiento a partir del de Cristo.
Y a este respecto manifestó que Cristo revelando la verdad de Dios "provoca a las fuerzas del mal y éstas llevarán a su rechazo y a su eliminación".
Cantalamessa recordó que en los países de antigua fe cristiana la idea de sufrimiento y de cruz se asocia siempre a la de sacrificio y de expiación, "y ello ha provocado en la época moderna el rechazo de todo idea de sacrificio ofrecido por Dios y la misma idea de Dios".
El predicador afirmó que Cristo no vino para aumentar el sufrimiento humano o para predicar la resignación a éste, sino para darle un sentido y anunciar su superación.
En sus críticas al eslogan, Cantalamessa agregó que esa publicidad la leen también padres con hijos enfermos, personas solas, parados, exiliados que huyen de los horrores de la guerra, quienes han sufrido graves injusticias en la vida, etc. y que intenta imaginar la reacción de las mismas al leer "probablemente Dios no existe, disfruta de la vida".
"¿Con qué?, se preguntó el franciscano, que agregó que el ateísmo "es un lujo que se pueden permitir solo los privilegiados de la vida, los que han tenido todo, incluida la posibilidad de dedicarse a los estudios y a la investigación".
El religioso agregó que el anuncio promovido por colectivos ateos tiene otra incongruencia, la de "Dios probablemente no existe", ya que da a entender que no se puede excluir del todo "y si existe, tu, querido ateo, has perdido todo".
Echando mano del Apóstol Pablo el predicador destacó que el pecado es la causa principal de la infelicidad de los hombres, no Dios.
"El pecado encierra al hombre en la mentira y la injusticia, lo condena a la vanidad y a la corrupción y es la causa de todos los males que afligen a la humanidad", manifestó.
Cantalamessa se refirió también a la crisis económica y denunció la avaricia insaciable, que calificó de "idolatría" y la desenfrenada codicia de dinero como la "raíz de todos los males".
Según el predicador de la Casa Pontificia la "sed insaciable de algunos" han dejado a muchas familias reducidas a la miseria y a masas de obreros sin trabajo.
"La elite financiera y económica mundial se convertió en la locomotora enloquecida que avanzaba desenfrenadamente, sin preocuparse del resto del tren, que se había detenido en las vías. Íbamos todos a contramano", denunció.
También se refirió al terremoto que ha sacudido la región italiana de los Abruzos, que ha causado 289 muertos. El predicador denunció que algunos constructores edificaron poniendo arena en lugar de cemento.
La Liturgia del Viernes Santo es la única del año en la que no hay consagración, pero sí comunión. Durante la misma se leyeron todos los pasos del Evangelio.
Una cruz cubierta con una tela roja, colocada en el altar mayor de la Basílica de San Pedro presidió la solemne ceremonia, durante la que Benedicto XVI, descalzo, oró durante varios minutos de rodillas ante la Cruz.
Esta noche, Benedicto XVI se trasladará al Coliseo de Roma para presidir el Vía Crucis en el lugar que simboliza el sufrimiento de los primeros cristianos.
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