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Primer parte de bajas

La crisis económica ya se está cobrando sus primeros daños colaterales entre nosotros.

ISAAC ROSA

La crisis económica ya se está cobrando sus primeros daños colaterales entre nosotros. Digo daños colaterales, usando la tramposa terminología bélica de nuestra época, pues la relación entre las magnitudes macroeconómicas y sus víctimas recuerda a esas guerras contemporáneas hipertecnologizadas, que parecen incruentas vistas en la tele, hasta que aparecen los primeros cuerpos chamuscados. Así también la crisis, que durante meses nos ha parecido algo ajeno, un problema de grandes banqueros y jugadores de bolsa que no iba con nosotros, hasta que hemos empezado a contar las primeras bajas.

Cada variación en los indicadores económicos, cada caída en las cotizaciones, cada quiebra empresarial o recorte de beneficios tiene el efecto de una enorme bomba. Seguramente podríamos cuantificar cuántos parados deja cada bajada de un punto en el PIB, cuántos pequeños comercios cierran con cada décima de menos que crece la economía nacional, a cuántas familias afecta el recorte en la producción decidido por una multinacional.

Por supuesto, los daños colaterales siempre suceden en la población civil, en la retaguardia, entre los inocentes sin responsabilidad, entre los más desfavorecidos que no tienen un búnker donde esconderse. A su paso, la crisis dejará barrios enteros devastados, fábricas desguazadas y varios miles de cadáveres entre los escombros. El alto mando, como siempre, observa con prismáticos desde lo alto de un cerro mientras la ciudad arde y la infantería se desangra en el valle.

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