Este artículo se publicó hace 13 años.
"La próxima legislatura será fascinante para hacer política"
Ministra de Ciencia. Antes de llegar al Gobierno compaginó con éxito la ciencia y los negocios, además de ser reina de carnaval
En sus primeros años de carrera, Cristina Garmendia cambió la bioquímica por la samba. La ministra de Ciencia e Innovación, donostiarra de pro, no dudó en abandonar las aulas de la Universidad de Sevilla, donde estudiaba Biología, para ser "reina del carnaval" de la ciudad en la que nació en 1962. Ya entonces gastaba agenda de ministra. Aunque su reinado era de dos días, ella sólo bailó al frente de la comparsa el primero y dejó de suplente a su sobrina el segundo. "Estaba en medio de los exámenes", se excusa esta bioquímica especialista en genética, empresaria y política socialista sin carnet.
De niña imaginó un futuro entre barcos y laboratorios. No erró el tiro, pero tampoco lo acertó de lleno. Los barcos le venían de casta por su padre, que era armador, y también por la hermana de este, la "tía Valen". En la España de los sesenta, aquella mujer controlaba su propio negocio naviero y le daba clases a su marido para que aprobase las oposiciones a banca, recuerda hoy Garmendia arrellanada en un sofá blanco que no está en un barco ni en un laboratorio, sino en un espacioso despacho oficial desde el que se divisa medio Madrid. "Para vivir necesito mucha luz y algo de soledad", confiesa Garmendia. Estas vacaciones las ha pasado en Málaga y Donostia con su marido, sus dos hijos y el resto de la familia, suegra incluida. Unos pocos días al año, le gusta "perderse en la montaña" a su aire, sin nadie.
"El mito ha caído.Ya no está mal visto entre los científicos ser empresario"
A mediados de los setenta, su padre, cabeza de una "familia tradicional" y hombre "muy emprendedor", rompió moldes y matriculó a Cristina en el Liceo Francés en lugar del colegio de monjas al que había ido su hija mayor. "Lo hizo para abrirme al mundo y esa visión educativa ha marcado mi progresión profesional", subraya la ministra. Para no perder del todo las formas, fuera de clase Garmendia se volcaba en el deporte, en especial la hípica, la natación y la gimnasia. "No he fumado en mi vida", asegura.
Aquella chica alta que hizo algún pinito como modelo en Bilbao y San Sebastián, que dominaba el francés y cuyo sueño era combinar mar y ciencia, sólo podía ser una cosa. "Valoré muy seriamente la posibilidad de irme a estudiar a Francia y embarcarme con [Jacques] Cousteau", recuerda. Pero con el COU llegó el profesor Angulo, que daba biología, y reorientó la atención de la joven hacia la genética. Así comenzaron los "cinco años más intensos" de Garmendia. Los pasó en Sevilla y en ellos se partió el pecho estudiando y bailando sevillanas, amén del viaje relámpago a Donostia.
Terminados los estudios, los barcos le sacaron del laboratorio. Su deseo de aprender a ser empresaria le llevo primero a estudiar un máster en la materia y a tomar después a su cargo la logística de flotas y la dirección financiera de Amasua, el grupo pesquero de la familia.
"Para vivir necesito mucha luz yalgo de soledad", asegura la ministra
En 2000, la bióloga devino emprendedora al fundar junto a otros científicos Genetrix, "la primera empresa privada surgida de un centro público". Hoy se ha convertido en un grupo de nueve empresas que desarrollan herramientas de laboratorio y tratamientos con células madre. "Cuando empe-zamos era inconfesable decir que tenías interés en una empresa, pero ya no está mal visto entre los científicos, el mito ha caído", asegura Garmendia.
Su última conversión llegó en Semana Santa de 2008, cuando le llamaron de Moncloa para ofrecerle la nueva cartera de Ciencia e Innovación. Desde entonces ha llovido mucho y la mujer que en 2007 dijo que "la política no va con la ciencia" asegura ahora que "la política es la única herramienta que puede cambiar las cosas". Desde junio, es parte del gabinete del candidato socialista Alfredo Pérez Rubalcaba. "Es el mejor político que tenemos en este momento", asegura Garmendia, que no parece querer dejarlo: "La próxima legislatura será un momento fascinante para hacer política".
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