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"Pyongyang deja morir de hambre a su pueblo"

Muchas norcoreanas que huyen a China acaban en manos de las mafias

MAR CENTENERA

Kim salió de Corea del Norte huyendo del hambre. Pesaba menos de 50 kilos, había perdido mucho cabello y estaba exhausto cuando voluntarios surcoreanos le encontraron en un bosque de la provincia china de Jilin. Su hijo, de 10 años, tenía las piernas y el estómago hinchados y no se atrevía a hablar. La mujer de Kim y la hija menor del matrimonio fallecieron meses antes por inanición y su muerte llevó a Kim a planear una huida desesperada.

Han pasado ya nueve años desde su fuga y Kim ha obtenido la ciudadanía surcoreana, igual que otros 17.000 refugiados del país vecino. Pero no se le ha borrado el miedo con el que abandonó su país de origen, 'el mismo miedo que veo en cada nuevo refugiado que encontramos', explica con una voz casi inaudible en una pequeña iglesia de Seúl.

Kim forma parte ahora del Tren de Seúl, como se conoce a la red clandestina de activistas que ayuda a los refugiados norcoreanos a llegar hasta la capital de Corea del Sur, en un viaje que suele llevarles de China a Mongolia y puede alargarse más de un año.

Las dificultades no impiden que miles de norcoreanos arriesguen sus vidas cada año para salir del país más hermético del mundo, pero la carrera armamentística iniciada por el líder norcoreano Kim Jong-il ha dejado esta crisis en un segundo plano.

El anunciado lanzamiento de un satélite norcoreano 'es una provocación para Corea del Sur y Japón, pero también tiene una lectura interna: Kim Jong-il está enfermo y tiene que justificar su liderazgo y conseguir la aceptación de su hijo menor, al que quiere pasar el bastón de mando. Intentan vender que pueden plantar cara a EEUU, el gran enemigo, aunque no sea cierto', analiza Tim Peters, director de la ONG Helping Hands Korea.

El lanzamiento que ultima Pyongyang y sus ensayos nucleares le indignan. 'Deberían arrestarles por lo que están haciendo a su pueblo, por dejar que se muera de hambre', pide este inquieto misionero estadounidense, que reside en Seúl desde hace 15 años. 'Estoy seguro de que, en un futuro próximo, la humanidad se avergonzará de no haber hecho nada por impedir lo que está ocurriendo aquí', añade.

La hambruna que castigó Corea del Norte hace una década causó la muerte de más de medio millón de personas. Pero nadie ha asumido la responsabilidad por ello. Nadie ha abierto una investigación. 'Ni se han tomado medidas para que no vuelva a ocurrir', subraya Peters.

La ONU calcula que casi un tercio de los 23 millones de norcoreanos depende de la ayuda alimentaria internacional, pero Pyongyang rechazó hace 15 días recibir más ayuda de EEUU. 'Estamos muy preocupados por la malnutrición generalizada.

Calculamos que nueve millones de personas necesitan ayuda alimentaria', dice por teléfono Robin Lodge, portavoz del Programa Mundial de Alimentos. Según Lodge, los próximos meses son críticos porque empieza a escasear el cereal de la última cosecha y aún no se ha recogido el de la siguiente, prevista para verano.

Además, en primavera es más difícil cruzar los dos ríos que separan Corea del Norte de China, el Yalu y el Tumen, porque sus orillas se descongelan y aumenta el caudal. No es suficiente para que la diáspora coreana cese, pero esta cambia con el paso de los años.

El número de mujeres que emigran casi duplica al de los hombres. 'Muchas caen en las redes de tráfico y son vendidas a hombres chinos por 6.000 dólares', explica Kim. Los compradores no suelen ser proxenetas, sino campesinos chinos en busca de una esposa que no encuentran en su país, ya que la política de hijo único y los abortos selectivos de niñas han condenado a millones de varones a la soltería.

'Pero casadas o no, incluso aunque tengan hijos, las norcoreanas siguen siendo ilegales en China' dice Kim 'No tienen derechos y viven con miedo, porque si la Policía china las descubre, las deportará a su país. Y saben que allí les espera la cárcel. O algo peor.'

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