Este artículo se publicó hace 15 años.
"Un ratito a gustito" con Pat Metheny y Diego Amador
"Espero que paséis un ratito a gustito", saludó Diego Amador "El Churri", y así fue, en una noche tranquila en la que el pianista y Pat Metheny, 17 grammys en sus guitarras, fusionaron jazz y flamenco.
Para empezar, Metheny hizo de telonero, son cosas de la confianza: en Vitoria el guitarrista es de la familia, ha venido tantas veces que se le agradece el cariño.
Este año no pensaba acercarse por Europa, con su tercer hijo recién nacido, pero ha acabado una vez más en el festival vitoriano, y no sólo para tocar, sino para ejercer de maestro residente, impartir un seminario por la mañana y poner esta noche su virtuosismo al servicio de Diego Amador.
Así que se le podía escuchar educadamente. Metheny desgranó con su amigo Charlie Haden el único álbum que grabaron juntos, "Beyond the Missouri sky", (Más allá de los cielos de Missouri) el Estado de donde proceden ambos, hace ya doce añitos.
Fue un dúo íntimo, relajado, un aleteo, las cuerdas apenas mecidas por las huellas dactilares, y un poco largo, todo hay que decirlo, quizás porque se esperaba ya a Diego Amador, el vitalismo después de la calma de Metheny y Haden.
"El Churri" tuvo tres partes, "in crescendo". Primero, tocó con fuerza, retorciéndose, con los pies en el aire, como si quisiera bailar encima del piano. Cantó un poco, con voz doliente y honda, muy flamenca, gitana.
Después llegaron los magníficos dúos con el contrabajista navarro Javier Colina, cómplices los dos, quizás lo mejor.
La medianoche dio paso a la fusión, Metheny y Amador juntos, los dos tocaron un par de temas: uno de Amador que había elegido Metheny y viceversa. Sonó bien.
Como la velada estaba de fusión y Metheny es un buenazo todavía hubo postres. Retirado Amador, Metheny compartió escenario con el saxofonista Llibert Fortuny, que ofreció su jazz-rock más electrónico y estridente, un poco discordante con el tono general.
De post-data, Kepa Junkera; el trikitilari vasco tocó hace seis años en Vitoria con Metheny, y quería repetir aunque fueran tres temas. Con trikitixa (acordeón diatónico) y txalapartas volvió el tono más íntimo, de musicalidad clara, de los inicios de la noche, pero ya era la una de la madrugada, cuatro horas de concierto y el "ratito" que avanzó Amador se hizo largo.
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