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Raúl, suplente en su territorio

El duelo es una oportunidad para Atlético y Real de consolidar las mejorías apuntadas el martes. Pellegrini repite el once de Milán con la única novedad de Garay en defensa.

LADISLAO JAVIER MOÑINO

Mirándose al ombligo, Atlético y Real se presentan hoy en el Calderón. El devenir de la temporada ha convertido este derbi en un acto de reafirmación. Cada uno en lo suyo.

Para el Madrid significa un ejercicio de consolidación de la mejora experimentada tras la debacle de Alcorcón.

En Getafe, donde primó el escudo, y Milán, los mejores 45 minutos de la era Pellegrini, no estuvo Raúl, cuya dimensión no le hace bajarse de la primera fila mediática juegue o no juegue. En este caso no jugará de titular, informa Pepe García-Carpintero. Pellegrini ha optado por repetir el once de Milán con la única novedad de Garay en lugra del sancionado Albiol.

Pese a su suplencia, este derbi se ha articulado en torno a la figura de Raúl. Su tercera suplencia consecutiva cobra tintes históricos, cambio de ciclo y relevo generacional. El Calderón siempre fue especial para Raúl. Cada gol en el estadio del club que le crió le servía como arma convincente ante el madridismo que sospechaba de su fidelidad.

Raúl ha martilleado tanto al Atlético (11 goles) que el Calderón le aborrece tanto como le teme. Llega a este derbi con la enésima defensa de su valor como futbolista; esa rebeldía para reclamar una razón objetiva por la que tenga que aceptar que su hora ha llegado. Nunca ha sido sospechoso con el cuentakilómetros. Y por jugar se come el balón si hace falta. 

El que no estará es Guti. Pellegrini dice que no es un castigo, pero desde la bronca de Alcorcón es la tercera vez consecutiva que no le convoca.

En el Atlético, desde que Quique reemplazó a Abel, ha ejercido de costurero. Desde el rigor de la pizarra, le plantó cara al Chelsea. Con Abel, el equipo estaba tan roto como desgobernado. Más que preocuparse del balón, el nuevo técnico ha impartido cursos acelerados de colocación y movimientos de líneas. Su intento de recuperación del Atlético se construye primero desde el orden y después desde la cabeza. Agüero y Reyes son sus pacientes preferidos.

La falta de elaboración que condena al equipo convierten a Agüero en imprescindible. El Atlético necesita más que nunca a ese futbolista capaz de arañar goles en medio del páramo que le rodea. Lo de Reyes se ha convertido en una cuestión personal de Quique. Reyes, caliente, puede ser desborde, pase y gol.

Reyes, apocado y fallón, es ese futbolista en el que la hinchada rojiblanca tiende a descargar sus frustraciones. Como Pablo, que cada vez que llega un derbi reaparece su intento frustrado de alta traición. Hace ya tres años de aquello y sigue en el club sin levantar cabeza y como si nada.

Diez años lleva el Atlético sin ganar el derbi. Ni en las peores crisis blancas, ha logrado imponerse. Ni cuando se presentaba como víctima ni cuando era favorito. O salía derrotado desde el vestuario encajando goles en los primeros segundos (Ronaldo, Van Nistelrooy) o se encogía cuando se ponía por delante para conceder el empate o la derrota.

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