Este artículo se publicó hace 15 años.
El regreso de los cracks argentinos
Las masas recibieron ayer con alborozo a las dos grandes estrellas de la selección argentina de cine: Ricardo Darín y Juan José Campanella
Ché, pibe, qué bueno que viniste. Las masas recibieron ayer con alborozo a las dos grandes estrellas de la selección argentina de cine: Ricardo Darín y Juan José Campanella. Tras hacer llorar a moco tendido a medio planeta con El hijo de la novia (2000), la parejita vuelve a poner las plateas patas abajo con El secreto de tus ojos, un thriller protagonizado por un funcionario judicial jubilado (Expósito, interpretado por Ricardo Darín) que está escribiendo un libro sobre un crimen que investigó en los años previos a la dictadura militar.
La noticia es que Campanella, rey de las comedias sentimentalonas, ha rodado un policiaco. Eso sí, a su manera. Condimenta el turbio caso de asesinato, violación y violencia política con dos ingredientes marca de la casa: amor y humor. Para empezar, decidió adaptar la novela La pregunta de tus ojos (Eduardo Sacheri, 2005), "reforzando la relación de amor frustrado entre Expósito e Irene", explicó. Y además aprovecha que los sabuesos de su historia no son más que dos burócratas bastante pifias (el segundo en discordia, Sandoval, es un alcohólico hilarante), para soltarse la melena con un par de escenas de comedia de enredo.
"Lo que más me gustó del libro es que está protagonizado por gente corriente y reconocible. Mi hermana ha trabajado en tribunales toda la vida, Irene y Expósito tienen algo de ella. Y conozco a cientos de Sandovales", contó.
El caso es que esta mezcolanza pirró al personal: ovaciones entusiastas en los pases y preguntas embelesadas a los cracks argentinos en la rueda de prensa. No lo duden: Campanella, que viene de reventar las taquillas en Argentina, va a hacer lo mismo aquí desde el próximo viernes.
Aclarado esto, la pregunta que habría que responder sería la siguiente: ¿Qué tiene esta película que a todo el mundo le mola? Las mezclas justas de intriga y humor. Campanella no sólo consigue aquí controlar su querencia al almíbar algunas de sus películas anteriores han llegado a provocar desvanecimientos por subida brutal de azúcar, sino que, bien pensado, reflexiona sobre las múltiples variantes perversas del amor, y tampoco cae en la trampa de revisar nostálgicamente el pasado.
Lástima que demore en exceso el cierre y pierda el norte un par de veces (lo del interrogatorio al maniaco sexual es involuntariamente cómico). Veredicto: taquillazo entretenido que da que pensar. Andate al cine, boludo.
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