Reino Unido enviará 500 soldados más a Afganistán

El primer ministro británico, Gordon Brown, anunció ayer el envío de 500 soldados más a Afganistán en una sesión de la Cámara de los Comunes en la que resultó patente que el consenso político sobre la guerra se está haciendo pedazos. En la exposición de Brown no hubo más cambio estratégico que la apuesta por acelerar el entrenamiento de las fuerzas afganas, que han sido hasta ahora incapaces de tener un papel mínimamente relevante en los combates.

No está claro que el aumento de tropas, que elevaría hasta 9.500 el número de soldados británicos en Afganistán, esté ya decidido. Brown dijo que ha dado "en principio" su visto bueno. Depende de tres factores: una intervención más decidida del Ejército afgano, conseguir el material necesario para las tropas propias y una mayor implicación de los demás países de la OTAN. Excepto en el segundo caso, no parece que Brown vaya a ver cumplidas sus expectativas.

Ya antes de empezar a recibir críticas, el primer ministro tuvo que reconocer que los soldados afganos fueron incapaces de mantener el control de las zonas por las que se luchó en verano en la operación Garras de Pantera. Fue casi un reconocimiento implícito de que decenas de soldados británicos murieron sin que su sacrificio haya servido de mucho.

El líder de los liberaldemócratas, Nick Clegg, denunció que el Gobierno de Karzai ha fracasado por completo en el intento de ganarse la confianza de sus ciudadanos. Clegg exigió que se forme en Afganistán un Gobierno de unidad nacional, pero un Brown algo incómodo prefirió no seguir por ese camino.

Tampoco lo hizo cuando el diputado laborista Geoffrey Robinson dijo que Karzai es "un obstáculo" al progreso de Afganistán.

Los diputados no debieron de quedar muy satisfechos cuando escucharon a Brown decir que "el éxito a largo plazo" en el país sólo será posible cuando las tropas afganas sean capaces de cumplir por sí solas la función de defender el país. Todos saben que ese objetivo es ahora mismo una quimera.