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Reprimen a los seguidores de Zelaya en Honduras

Reuters

Por Gustavo Palencia y Edgard Garrido

Las fuerzas de seguridad hondureñas se enfrentaron el martes con cientos de seguidores del presidente derrocado Manuel Zelaya que desafiaron el toque de queda frente a la embajada de Brasil, donde el líder se refugió tras entrar en el país para intentar volver al poder.

Policía y militares dispersaron a los manifestantes con gases lacrimógenos, cañones de agua y una antena que emitía un sonido ensordecedor, mientras que estos se defendieron con piedras en una batalla campal que dejó decenas de heridos y varios detenidos, según testigos.

Cientos de miembros de las fuerzas de seguridad se habían desplegado durante la madrugada alrededor de la sede diplomática a donde Zelaya llegó el lunes por sorpresa, agudizando la peor crisis política en América Central en décadas.

Brasil aseguró que no tolerará acciones contra su representación en Tegucigalpa y adelantó que estudia pedir la convocatoria del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas. Washington también instó a respetar la inmunidad de la delegación diplomática.

"Están atacando la embajada de Brasil, con sonidos estridentes para enloquecer a la gente que está aquí, están atacando con bombas la embajada de Brasil", dijo Zelaya en declaraciones a Telesur.

Después de ser dispersados en la embajada, seguidores del mandatario derrocado se congregaron en otros puntos de la capital pese al toque de queda dictado por el Gobierno de facto por temor a una ola de violencia.

En Nueva York, el presidente brasileño, Luiz Inácio Lula da Silva, dijo que espera que las autoridades de facto respeten la inviolabilidad de la sede diplomática de su país, al tiempo que aseguró que garantizará el derecho de Zelaya a refugiarse en la sede diplomática.

Con apoyo de los sectores políticos más conservadores, el Congreso y la justicia, militares derrocaron a punta de pistola a Zelaya a fines de junio y lo expulsaron a Costa Rica por supuestamente violar la Constitución para tratar de facilitar su camino a las elecciones presidenciales.

El presidente de facto, Roberto Micheletti, aseguró que la policía arrestará al líder derrocado si abandona la embajada brasileña por la supuesta violación a la Constitución y una serie de acusaciones de corrupción.

"No hubo esta madrugada ni un muerto (...) Yo por eso quiero felicitar al Ejército, a nuestras Fuerzas Armadas y a nuestra policía por esa actitud seria y responsable con la que están actuando", afirmó Micheletti en un acto con empresarios.

La Organización de Estados Americanos condenó los hechos de violencia y volvió a llamar al diálogo.

CALLEJON SIN SALIDA

El Gobierno de facto pidió a Brasil que entregara al derrocado presidente para su arresto o le dieran asilo diplomático para que abandone el país. También advirtió que culparía al país sudamericano de cualquier acto de violencia dentro y fuera de la sede diplomática.

"Brasil está garantizando que él (Zelaya) permanezca allí, lo cual es un derecho internacional y no esperamos que los líderes golpistas toquen la embajada brasileña. Los esperamos para negociar", dijo Lula, que se encuentra en Nueva York para asistir a la Asamblea General de las Naciones Unidas.

Además del toque de queda declarado desde el lunes hasta la tarde del martes, el Gobierno de facto también cerró los cuatro aeropuertos comerciales del país.

En la sede diplomática no había electricidad, aunque en otras partes de Tegucigalpa el servicio eléctrico funcionaba con normalidad.

Durante los enfrentamientos, dos bombas lacrimógenas cayeron dentro de la sede diplomática, según un testigo de Reuters.

El portavoz de Hospital Escuela, Octavio Alvarenga, dijo a Reuters: "hemos atendido 20 heridos con fracturas en brazos, piernas, contusiones y lesiones en el cráneo, ninguno está herido de gravedad".

Un portavoz de la policía agregó que hay varios detenidos, pero no precisó cuántos. Dijo que continúan los operativos para dispersar focos de manifestantes que hay en algunas zonas de la ciudad en apoyo a Zelaya.

El líder político, que crispó a la clase política conservadora con su acercamiento al presidente de Venezuela, Hugo Chávez, había intentado desde su derrocamiento volver a su país a través de negociaciones diplomáticas que naufragaron, incluso cruzando brevemente la frontera desde Nicaragua.

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