Treinta y tres grandes esculturas y noventa dibujos pertenecientes a las colecciones del Museo Rodin de París se exhibirán por primera vez en Madrid en la muestra que la Fundación Mapfre dedica a partir del próximo martes al artista bajo el título "Rodin. El cuerpo desnudo".
La exposición será presentada por sus comisarios Dominique Vieville, director del Museo Rodin de París, y Pablo Jiménez Burillo, director del Instituto de Cultura de la Fundación Mapfre, así como por los responsables científicos de las colecciones expuestas: Nadine Lehni, conservadora de dibujos del Musée Rodin y Aline Magnien, conservadora de escultura y conservadora jefa de colecciones del mismo museo.
"La Edad de Bronce", "El beso", "Manos de amantes", "La avaricia y la lujuria" o "Balzac" son algunas de las obras del maestro francés que se mostrarán y en las que se incide en la relación que se establece entre el escultor y el cuerpo desnudo. Estas obras estarán acompañadas con una selección de noventa dibujos, a través de los que se analizan las relaciones entre arte, erotismo y desnudez.
La exposición muestra dos discursos paralelos: uno relatado a través de las esculturas y otro a partir de los dibujos. Son dos historias diferentes pero conectadas, que cuentan cómo un gran artista transformó para siempre la representación del cuerpo humano.
Rodin puede considerarse el último gran escultor que marca la transición entre los grandes talleres clásicos y las vanguardias históricas. En este sentido, su obra se inscribe en una tradición en la que la representación del cuerpo desnudo constituye el tema fundamental de la escultura.
La selección de esculturas recorre toda la producción del artista, mostrando las diferentes facetas a través de las que Rodin expresa su fascinación por el cuerpo desnudo. Sin embargo, salvo escasos bocetos preparatorios, los dibujos no aparecen en la obra de Rodin hasta su madurez.
Cumplidos los 60 años, Rodin comenzó a dibujar de manera casi obsesiva. Observaba a las modelos que paseaban desnudas por su taller, les pedía que se movieran libremente hasta que, de pronto, descubría una pose especial.
Entonces, las detenía y plasmaba rápidamente en el papel, sin mirar el dibujo, sin despegar la vista de su modelo. En una fase posterior, retocaba estos dibujos con toques de aguada, de acuarela.
Salvo algunos muy concretos, los dibujos eróticos de Rodin no formaron parte de su gabinete privado, sino que los mostró con toda naturalidad, confiriéndoles el estatus de gran obra. A partir de 1900, cuando comenzó a realizar grandes exposiciones retrospectivas, exponía los dibujos junto con sus esculturas.
Para mostrarlos diseñó unos marcos especiales, que se recuperan en esta exposición, una ubicación concreta, en la parte baja de los muros, cerca del espectador, y unas sillas muy simples, para que el espectador pudiera sentarse y deleitarse con los dibujos.
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