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El rombo de Zapatero

Elena Salgado, José Blanco y Trinidad Jiménez complementan el esquema táctico del presidente para capear uno de sus momentos más complicados

GONZALO LÓPEZ-ALBA

Si el test de Cooper prueba que se practica a los futbolistas para estimar su capacidad aeróbica fuera de aplicación a la política, cabría pensar que José Luis Rodríguez Zapatero sometió a una examen de esa naturaleza a la plantilla socialista antes de decidir a quién asignaría los puestos clave para desplegar su esquema de juego en el peor momento de sus cinco años de mandato.

Los tres meses transcurridos desde que en abril hizo su séptima alineación ministerial permiten concluir que el presidente ha confiado la remontada a uno de los dibujos clásicos de los equipos de fútbol: el rombo. Elena Salgado, José Blanco y Trinidad Jiménez se alinean en los tres ángulos complementarios, que rotan en función de la coyuntura para que el vértice principal cuya posición en el campo está determinada por el lugar por donde circula en cada momento la pelota sea ocupado siempre por el propio Zapatero, que se ha atribuido la figura presidencialista del entrenador-jugador.

Elena Salgado ha sido un revulsivo dinamizador en la acción del Ministerio de Economía y Hacienda al tener como pivote un estilo más vitalista y dinámico que el de su predecesor, Pedro Solbes, que ansiaba desde hace tiempo colgar las botas, cansado de ejecutar tácticas que no compartía y que entraban en contradicción con su dilatada trayectoria.

En un trimestre, la nueva vicepresidenta económica ha resuelto el espinoso asunto de las tarifas eléctricas que llevaba dos años bloqueado, ha pactado con el PP y puesto en marcha el fondo de reestructuración del sector bancario, y ha descongelado la negociación del sistema de financiación autonómica, que pende como una espada de Damocles sobre la estabilidad parlamentaria del Gobierno.

Y, puesto que comparte o acata con la mejor disposición la estrategia que dicta el presidente, ha relajado la tensión en un centro neurálgico del poder gubernamental.

José Blanco ha aportado sentido político a la gestión de Fomento, el ministerio con la chequera más abultada, de modo que podría decirse que conjuga visión de juego y disparo a puerta.

Aunque desde su nueva posición de media punta abarca menos terreno que cuando estaba liberado como vicesecretario general del PSOE, en un trimestre ha engrasado las relaciones con el PSC y la Generalitat de Catalunya, donde el ministro de Fomento ha pasado de ser persona non grata con Magdalena Álvarez a objeto de aplausos espontáneos cuando los ciudadanos lo ven por sus calles; ha afianzado la alianza con UPN que él mismo fraguó desde Ferraz con Miguel Sanz, cuyo diputado en el Congreso se ha convertido en un voto muy preciado para el PSOE; mantiene fluida la relación con el BNG y, sobre todo, ha desactivado a la presidenta de la Comunidad de Madrid, Esperanza Aguirre, como estilete de la oposición del PP contra Zapatero.

Si el 2 octubre la bolita blanca de la sede de los Juegos Olímpicos de 2016 lleva el nombre de Madrid, el presidente también podrá sacar pecho incluso frente a Obama, que apadrina Chicago como ministro de Deportes y reivindicar su cuota de aportación al éxito ante las elecciones municipales y autonómicas de 2011, en las que Madrid aparece como agujero negro.

Trinidad Jiménez, que ha tenido que enfrentarse a la gripe A casi sin tiempo de abrir la puerta del despacho de ministra de Sanidad y Asuntos Sociales, ha demostrado que para dirigir una cartera ministerial no hace falta ser experto en la materia de su competencia, sino tener inteligencia política, algo que en su caso sólo puede sorprender a quien desconozca el papel decisivo que desempeñó en el nacimiento y éxito de Nueva Vía, el grupo que en 2000 aupó a Zapatero al liderazgo del PSOE.

A ella le compete desplegar el ataque por la banda izquierda, con el desarrollo de la atención a la dependencia, que no sólo es la ley más emblemática de la era Zapatero sino que tiene un gran potencial de creación de empleo, aspecto fundamental en la coyuntura de recesión económica, 'lo único que realmente preocupa al presidente', según fuentes de su entorno .

La crisis es una preocupación doble para Zapatero porque le atañe como presidente del Gobierno tiene un impacto acusado en un 25% de la población, según estudios gubernamentales y como secretario general del PSOE el segmento poblacional más castigado por el mal del cobre se encuadra dentro del tradicional electorado socialista.

Los ciudadanos quieren resultados, pero los votantes requieren motivación. Zapatero confía en que los brotes verdes maduren para el año próximo y, de momento, ha logrado encadenar dos meses consecutivos con descensos significativos del paro. Pero, como advierte Juan Carlos Rodríguez Ibarra, en el tiempo neomoderno que vivimos conviven la realidad real y la virtual.

Siendo así, algo ha de fallar cuando, pese a que la realidad real es que el Gobierno sólo ha perdido en el Congreso 11 votaciones intrascendentes de más de 800, la realidad virtual es pertinaz en la sensación de inestabilidad. Es la importancia que se lo pregunten a Florentino Pérez del relato de un proyecto y su puesta en escena. Como subraya un veterano dirigente: 'Vuelven las clases sociales, que nunca se fueron'.

 

 

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