Este artículo se publicó hace 15 años.
Roncagliolo dice que hoy nadie se creería novelas como "Cien años de soledad"
El escritor peruano Santiago Roncagliolo inocula buenas dosis de realidad y de historia en su nueva novela, "Memorias de una dama", una obra protagonizada en parte por las mafias que durante décadas dominaron en el Caribe y en la que el autor realiza también una sátira del mundo literario.
"Nos hemos vuelto devoradores de realidad. Hace cuarenta años se podían publicar novelas como 'Rayuela' o 'Cien años de soledad', pero ahora somos muy escépticos e incrédulos y hay que meter mucha realidad para que todo parezca verdad", afirma Roncagliolo en una entrevista con EFE, en la que habla de su nueva novela, publicada estos días por Alfaguara en España y en Hispanoamérica.
Tras haberse convertido en 2006 en el ganador más joven del Premio Alfaguara con "Abril rojo" y haber publicado dos años antes la novela "Pudor", traducida a más de diez idiomas y llevada al cine, Roncagliolo demuestra que en lo literario es ambicioso y hace una apuesta arriesgada en su nuevo libro.
Porque no es fácil combinar en una misma novela las vicisitudes de un joven escritor peruano -alter ego del propio Roncagliolo-, que llega a España "desesperado por entrar en el mundo editorial", con las memorias de una anciana millonaria y decadente, cuyo padre, "un pequeño Berlusconi de los trópicos", como lo define el narrador, fue golpista, fascista, agente de la CIA y hombre de la Cosa Nostra. Y todo ello en el convulso Caribe de los años treinta a los sesenta.
Roncagliolo (Lima, 1975) es consciente de que las dictaduras de Trujillo y de Batista, la revolución cubana de Fidel Castro y la influencia de la CIA y de la mafia en ese período "se conocen más o menos". Y sabe también que hay novelas excelentes sobre algunos de esos episodios, como "La fiesta del Chivo", de Vargas Llosa, un escritor que sale a relucir varias veces en "Memorias de una dama".
Pero al autor de "Crecer es un oficio triste" le interesaba contar esa época "desde el punto de vista de los perdedores", como lo son "esos supermillonarios de una casi realeza que había en el Caribe en la primera mitad del siglo XX".
A esa "realeza" pertenecía Diana Minetti, la excéntrica millonaria que, desde París, encarga su biografía al innombrado escritor peruano, narrador de la novela, que ve en ese encargo una posible salida a sus problemas como inmigrante en Madrid.
"A Diana la educaron para ser una buena esposa, un adorno elegante en el salón de su marido". "El castillo de cristal" en el que vivía la clase social a la que pertenecía se vino abajo con la revolución cubana. "Su mundo desaparece", comenta Roncagliolo.
Como le sucede al narrador de su novela, Roncagliolo se vino a vivir a España -reside en Barcelona desde hace cuatro años- porque en las últimas tres décadas este país "era el Hollywood literario".
"Todos mis referentes eran escritores que habían triunfado en España. Pero también es verdad que los que habían fracasado eran muchos más, lo que pasa es que nadie cuenta sus historias".
Y es "la historia de un escritor fracasado" la que plasma en su novela, que tiene "una fuerte carga cómica y una fuerte carga trágica". Es fruto de seis años de trabajo, aunque no continuados. En medio se le cruzó la ficción de "Abril rojo".
Roncagliolo ha querido en su obra "jugar con un mafioso italiano en la Cuba de los 50, con una millonaria que vive en París y con un muerto de hambre aspirante a escritor en Madrid. Son gente que normalmente no se tocan en la vida y que la literatura te permite enlazar en una historia", afirma.
Dentro de esa sátira del mundo literario que dibuja en su novela, el autor interviene con su propio nombre en la trama y no sale bien parado.
El Roncagliolo de la novela era, a juicio del narrador, "el típico cabrón divo y seguro de sí mismo que usa lentes de Armani y un reloj de pulsera que parece de pared". Y había tenido mucho éxito con "una novelita intimista, una de esas frivolidades intrascendentes no demasiado largas para que hasta los analfabetos las puedan leer".
En la vida real, el autor de "Memorias de una dama" sabe que no se puede quejar, aunque no olvida que "la carrera de un escritor es irregular".
"Cuando te va mal, tienes que seguir escribiendo. Yo lo hice cuando nadie quería publicarme y lo seguiré haciendo si vuelve a sucederme eso. Pero mientras me vaya bien, lo voy a disfrutar todo lo que pueda", asegura entre risas.
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