Este artículo se publicó hace 14 años.
Santo Domingo, colección de primeros
La capital dominicana, donde se fundaron las primeras instituciones españolas en América, es la gran olvidada de los visitantes al país.
Santo Domingo es una de las capitales americanas menos apreciadas por los viajeros. La mayoría de los que visitan la República Dominicana parten directamente del aeropuerto a las playas y dejan de lado una ciudad con numerosos atractivos. Algunos de ellos se deben al hecho de que fuera la primera capital española en América, y el barrio colonial es un conjunto de gran interés cultural que está declarado patrimonio mundial por la Unesco. Pero hay mucho más.
A diferencia de otros centros históricos, el de Santo Domingo no está enteramente entregado al turismo internacional. Aquí todavía hay tiendas, bares y restaurantes frecuentados por sus habitantes, que sacan las sillas y las mesas a la calle a la caída de la tarde para echar una partida de dominó. Los carteles de los colmados, los cables de la luz, el trajín diario, todo nos dice que es una ciudad viva, con ambiente bullicioso.
Algunas calles, sin embargo, son un verdadero museo de arquitectura colonial española. La de las Damas es la mejor restaurada, y allí se encuentra -entre otros muchos edificios de interés- la torre de la fortaleza Ozama (el edificio militar europeo más antiguo de América), la Casa de Francia (sede de la Embajada francesa), el Panteón Nacional, la capilla de Nuestra Señora de los Remedios, el hotel Nicolás de Ovando y el Museo de las Casas Reales, que fue la sede de la Audiencia Real.
Para entender Santo Domingo es necesario caminar por el Malecón, que bordea el Caribe.En un extremo de la calle se abre la plaza de la Hispanidad, con el Museo Alcázar de Colón y varios restaurantes que sacan las terrazas a la plaza a la caída de la tarde.
La catedral tiene el título de Primada de América por ser la que lleva más tiempo en servicio. Se entra por el parque Colón, donde se alza la estatua del Almirante, un espacio con árboles frondosos, terrazas de cafés y un movimiento de transeúntes. El conjunto incita a detenerse para tomar un descanso y observar el ambiente. En las calles de los alrededores hay un buen número de palacios, iglesias, museos y plazuelas, además de tiendas y restaurantes agradables para entretenerse durante un par de días.
Por su interés histórico no habría que perderse el monasterio de San Francisco y el hospital San Nicolás de Bari que, aunque están en ruinas, fueron los primeros de toda América.
Un poco alejado del centro se encuentra el Faro a Colón, un inmenso edificio inaugurado en 1992 en el que reposan los restos de Colón y que alberga un interesante museo dedicado a sus viajes y a los primeros tiempos de la colonia.
Aparte de las visitas turísticas, para entender Santo Domingo es necesario caminar por el Malecón, que bordea el Caribe y en el que siempre hay familias que pasean, vendedores ambulantes, puestos de comida con música de merengue y bachata (los ritmos tradicionales de la isla) y un ambiente relajado. Aquí también se encuentran algunos de los hoteles más grandes con las discotecas más afamadas de esta ciudad.
Durante la temporada habría que asistir a un partido de béisbol en el estadio Quisqueya (de noviembre a febrero) para apreciar la importancia de este deporte en la sociedad dominicana. Otro espectáculo fundamental en esta ciudad es la pelea de gallos, y para verlas hay que ir al Coliseo Alberto Bonetti Burgos.
CÓMO IRIberia tiene vuelos diarios entre Madrid y Santo Domingo. Al llegar hay que comprar la tarjeta de turista, que cuesta 10 dólares (también admiten 10 euros).
QUÉ COMER
El plato básico dominicano es la bandera (carne acompañada de arroz, judías y plátano verde frito). El sancocho es un cocido y sus componentes son muy variados, con diferentes tipos de carnes y verduras. Los pescados y mariscos se sirven fritos o acompañados con salsas más o menos picantes. Para un tentempié nada como una empanadilla y un zumo o un batido de frutas locales en los puestos callejeros.
INGENIOS
En la parte de Nigua, a unos 25 km. de Santo Domingo, se puede realizar una ruta en busca de los primeros ingenios coloniales. Aquí se establecieron a principios del siglo XVI las primeras plantaciones de caña de América. A través de ellas se introdujeron en el continente la vid, el cerdo, la cabra y tantas otras cosas, y en ellas trabajaron los primeros esclavos de origen africano. Formaban una unidad industrial, social y económica muy compleja que explica la realidad colonial y el origen de los grandes palacios de la capital. Las ruinas más atractivas son las de Nigua y las de Diego Caballero.
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