Este artículo se publicó hace 15 años.
Una sociedad nueva sin militancias
Un cómic narra las experiencias de una comuna francesa que nació al calor de la revolución de mayo del 68
Existe un cliché derivado de mayo del 68: un progre con una guitarra, bajo un árbol y fumando un inmenso canuto, destroza a Pink Floyd antes de regresar contento a la masía de su comuna y practicar el amor libre. Luego muere, sin descendencia, a causa de una sobredosis de psicotrópicos. Fin de la historia. Pero, desde hace unos días, ha llegado a las librerías españolas una alternativa realista a esa caricatura: La Comunidad, un cómic francés que revela con genio, muchos matices de las claves sociológicas de lo que fue (y es) el mayo del 68 neorural.
La editorial La Oveja Roja ha publicado en castellano el libro de los autores franceses Yann Benoît y Hervé Tanquerelle, que ha tenido un enorme éxito de público y de crítica. La Comunidad se asoma con inteligencia y amor a una realidad de fuerte impacto sociológico.
La obra se asoma con inteligencia y amor al impacto de la revoluciónReconstruir la utopíaAl término de las huelgas en decenas de miles de fábricas, toda una generación se encontró, a principios de los años setenta, con una disyuntiva: renunciar al sueño, emperrarse en una militancia ultraminoritaria, o bien intentar reconstituir la utopía a la escala de pequeñas comunidades. Es lo que hizo el suegro de uno de los autores del cómic.
El suegro, un tal Yann Benoît, transformado en coautor, y su recuerdo de cómo y por qué fundó una comunidad rural de 20 personas, se convierte en el hilo conductor del cómic gracias a las entrevistas que hizo uno de los autores, el joven Hervé Tanquerelle.
"El objetivo del libro es romper clichés", afirma Hervé TanquerellePlagado de ingenuidad y repleto de a prioris ideológicos, el joven entrevistador verá cómo su viejo suegro neorural desmonta una por una las caricaturas, a veces malintencionadas, que se han hecho de las comunas hippies.
Fuera los tópicosNo, no hubo orgías folklóricas en el sentido Flower Power que se dieron en EEUU, y entre la élite parisina. Los postrevolucionarios que optaron por el campo tuvieron pareja, niños, vida comunitaria y algo de amor libre, siempre entre los solteros. Y, sobre todo, lo que hubo fue un intenso deseo de construir su propia vida fuera de las reglas de la sociedad de consumo.
Esa difícil relación entre capitalinos y campesinos es una de las perlas de La Comunidad. Hubo que aprender el dialecto local, a beber como los hombres sometidos al rudo trabajo, a sacrificar un pollo, a transformar un establo en una casa habitable, a cultivar y a criar ganado.
El ensueño puebla las magníficas viñetas dibujadas por Tanquerelle. Pasajes oníricos hacen sentir lo que un joven de la capital vive al acariciar por primera vez un cabrito. En momentos irónicos vibra el cabreo de comprender que uno no sabe encalar una pared. La matanza del cerdo es algo forzosamente gore.
"Es verdad que, cuando conocí a la familia de mi suegro y su pasado comunitario, yo estaba dominado por los tópicos, pero también muy atraído por la experiencia", explica Tanquerelle en una conversación con Público. "Tenía una visión muy ingenua de mayo del 68. De ahí el interés del libro: romper clichés".
Más duro podría ser la salida, prevista dentro de algo más de un año, del tomo II de La Comunidad. Se trata del fin del sueño, cuando el modelo autogestionario dejó de funcionar para la mayoría de sus miembros. Regreso, hace veinte años, al estrecho marco de una sociedad economicista, la misma que, hoy, al filo de la segunda década del siglo XXI, vuelve a estar en entredicho. La experiencia de toda una generación francesa de neorurales puesta al descubierto y al servicio de nuevas aventuras.
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