Este artículo se publicó hace 13 años.
La sombra de Mozart, Bach y Scriabin oscurece la música genial de sus hijos
Los hijos de Mozart, Bach y Scriabin fueron músicos "fantásticos" que dejaron obras "geniales" relegadas al olvido porque la sombra de los padres les cayó "como una losa", afirma el pianista canario José Luis Castillo, quien recupera parte de este repertorio en el ciclo "Les Rarissimes".
Castillo clausuró el ciclo "Les Rarissimes" en la Real Academia Canaria de Bellas Artes de San Miguel Arcángel, donde ofreció un concierto-conferencia en el que alternó la historia de los hijos de grandes compositores con la interpretación al piano de piezas escritas por ellos.
José Luis Castillo, en una entrevista con Efe, precisó que "Les Rarissimes" brinda la oportunidad de conocer un repertorio que no se programa con frecuencia en las salas de concierto y de acercarse a la personalidad de unos creadores "que merecen la pena ser escuchados", al tiempo que arroja una nueva perspectiva sobre los padres.
"A través de la obra de los hijos se puede ver incluso con más cariño a Johann Sebastian Bach como educador, esposo y padre amantísimo. Refresca un poco la perspectiva excesivamente teorizada de la historia de la música", afirma el pianista grancanario.
De hecho, la obra de los hijos de Bach es la más conocida y su interés por ellos comenzó hace 12 años cuando José Luis Castillo se "enamoró" de Carl Philip Emmanuel y empezó a buscar su repertorio, una tarea complicada en la que ha invertido tiempo y dinero.
Ello le llevó a descubrir que tanto él como sus hermanos Wilhem Friedemann, Johann Christian y Johann Cristoph eran "unos músicos fantásticos, en muchos casos no menos geniales que la figura del padre", pero que han caído "en el oscurantismo".
Es el caso del mayor, Wilhem Friedemann, del que el propio Bach decía que tenía el talento más grande y que tuvo una vida azarosa por su afición al alcohol, al juego y a la holgazanería.
Pero también tuvo un carácter fuerte que no cedía ante las presiones de los patronos musicales de la época, lo que le hizo perder dos plazas de trabajo en Dresde y Halle y le rodeó de penurias económicas hasta morir en la pobreza.
El caso del hijo de Mozart, Franz Xaver, fue para José Luis Castillo "un descubrimiento casual cuando leía un catálogo de música" y no paró hasta que consiguió unas partituras.
A Franz Xaver Mozart "no se le ha hecho justicia", en opinión del músico, porque la fama y el reconocimiento del padre "se catapultó como una losa" sobre su hijo.
Franz Xaver tenía unos cinco meses cuando falleció Mozart y a los dos años fue rebautizado por Constanza, la madre, como Wolfgang Amadeus no sólo como homenaje al padre, sino como una forma para intentar seguir teniendo ingresos y sublimar la pérdida del marido.
El hijo "tenía un enorme talento" y estudió canto con Salieri, quien le puso la máxima calificación y decía que si se esforzaba podía tener una proyección similar a la del padre.
Pero desde pequeño cada vez que interpretaba música se cernía sobre él la sombra del padre e incluso cuando compuso su primera pieza, con 11 años, se le recordó que Mozart a esa edad ya había escrito una ópera.
Eso propició que fuera muy depresivo y sólo compuso hasta los 30 años, después lo dejó hastiado.
A Julián Scriabin, hijo de Alexander Scriabin y que murió ahogado, con 11 años, en un río de Kiev, en 1919, lo conoció el pianista a través de una grabación de la única obra que se conserva de él, cuatro piezas para piano cuya partitura se conserva en una biblioteca británica.
"Son piezas geniales, oscuras y para mí, unas obras maestras escritas por una persona que todavía está aprendiendo. Son cuatro preludios que revelan un carácter casi demoníaco", precisó.
Por Ana Santana.
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