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Sorpresa y chasco

La turca ‘Pandora’s box’ gana la Concha de Oro con uno de los dramas familiares a concurso

SARA BRITO

 

No estaba entre las favoritas. Es más, el pase de la Concha de Oro del 56 festival de San Sebastián había dejado una sensación de indiferencia, matizada por la ternura y las lecciones de vida del personaje protagonista. Parece que no fue así para un jurado que, presidido por Jonathan Demme, ha premiado a la cinta turca Pandora’s Box, de la directora Yesim Ustaoglu.

Los dramas familiares parecen haberse impuesto en una competición que ha dejado fuera al cine español y a la que se presumía como favorita, Still Walking, de Hirokazu Koreeda. Pandora’s Box, que también se ha hecho con la Concha de Plata a la mejor actriz para la francesa Tsilla Chelton, de 90 años, es un drama que gira en torno a una familia que se reúne para hacerse cargo de la madre/abuela que padece alzheimer. Pero la cinta trasciende la enfermedad para hablar de unos personajes que buscan su identidad y la manera de encarar sus relaciones y la vida.

La directora lo explicó ayer: “En mi cine quiero contar historias de personajes que se transforman, que aprenden algo. Eso le sucede al nieto al cruzarse con su abuela”, dijo, con sosegado entusiasmo una directora que, a pesar de haberse hecho en la Seminci con la Espiga de Oro (Journey to the Sun, 1999), no ha estrenado aquí ninguno de sus filmes.

Lo que sí queda claro con este palmarés, y con la sección oficial en general, es que a varios de los realizadores que han competido en San Sebastián les preocupan mucho las relaciones familiares. Melissa Leo, ganadora de la segunda Concha de Plata ex aequo a mejor actriz por su estupenda y contenida interpretación en Frozen River, de Courtney Hunt, opinó que “en estos tiempos de incertidumbre, se vuelve a la familia y al arte; esas son las dos cosas valiosas que tiene esta película”.

Sin ir más lejos, la concha de Plata al mejor director aborda también los conflictos de una familia que debe afrontar la muerte de la madre/esposa y la forma de aprender a vivir otra vez con esa ausencia. Lo harán en Génova, la ciudad que Michael Winterbottom consiguió plasmar como el espejo de los miedos e incertidumbres de esta familia. La familia volvió a colarse en los premios al mejor actor (Oscar Martínez) y a la mejor fotografía (Hugo Colace) por El nido vacío, del cineasta argentino Daniel Burman, una única película de entre los premiados en la que entra España en coproducción.

Visto lo visto, cabría hablar de un palmarés decepcionante e incomprensible para muchos. Porque va siendo hora de decir que ayer hubo un zumbido en San Sebastián. El de una cierta perplejidad ante un palmarés que dejó fuera la maestría narrativa de Still Walking (otro drama familiar) o la radicalidad de Jaime Rosales.

En efecto, el palmarés se ha olvidado de las heridas que tiene abiertas el cine contemporáneo, de los nuevos lenguajes, de las nuevas maneras de contar. Tal vez sólo en el nervio que caracteriza la voluntad de innovación de Michael Winterbottom o en la radical perseverancia de Samira Makhmalbaf, que mal que pese arroja una mirada radicalmente singular que fue galardonada con el Premio Especial del Jurado. También el premio Fipresci de la crítica reconoció la apuesta arriesgada de Tiro en la cabeza, de Jaime Rosales, aunque éste no es un galardón oficial.

El palmarés se cerró, cómo no, con otra pieza extraña, la de los franceses Benoit Delépine y Gustave Kervern, y su guión de Louise Michel, una comedia negra sobre la crisis. Ahora bien, ¿podemos hablar también de un jurado en crisis? Entre la complacencia y la candidez se ha movido un jurado que será recordado más por las ausencias en su lista que por las presencias.

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