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Tendencias de voto y crédito político

El Gobierno comienza a agotar la confianza de los ciudadanos en plena crisis económica

 

JOSÉ LUIS DE ZÁRRAGA

A lo largo de los últimos siete meses, se han producido fluctuaciones importantes en las intenciones de voto sobre las que conviene una mirada de conjunto.

Los cambios mes a mes, desde septiembre a marzo, han seguido una tendencia clara: en septiembre, con la abrupta emergencia de la crisis económica, el PSOE perdía el colchón de al menos cinco puntos de diferencia sobre el PP que mantenía hasta entonces en las intenciones de voto declaradas por los electores, quedando sólo 1,6 puntos por encima; luego, entre octubre y enero, se fue produciendo una recuperación de la intención de voto socialista (que superaba a la del PP en 3,4 puntos en octubre; en 5,5, en noviembre; en 6,2, en diciembre; y en 6,5, en enero).

Pero de nuevo en marzo se ha producido una inflexión de la tendencia, volviendo a disminuir la diferencia entre las intenciones de voto al PSOE y al Partido Popular hasta sólo 3,1 puntos.

Traspuestas las intenciones declaradas a tendencias estimadas, la evolución presenta una curva muy parecida. Distancias cortas en las intenciones declaradas de voto como las de septiembre y marzo significarían probablemente una diferencia apreciable a favor del PP en voto efectivo, si se celebrasen elecciones (porque desde hace años las declaraciones de intenciones son siempre menos favorables al PP que los resultados efectivos de los comicios, y las estimaciones lo tienen en cuenta).

Entre octubre y enero, en las tendencias estimadas primero se habían equilibrado las posiciones y luego se fue produciendo una mejoría socialista, paralela a la de las intenciones declaradas Hasta la inflexión de marzo, en la que el PSOE ha caído en la estimación de voto punto y medio por debajo del PP, perdiendo toda la ventaja que había acumulado en los cinco meses anteriores.

La valoración de Zapatero y otros indicadores de imagen han seguido una evolución negativa que puede explicar la caída de las intenciones de voto socialista. En diciembre de 2007, su puntuación media era de 5,4 (y la de Rajoy, de 4,3); al inicio de la crisis, en septiembre de 2008, la puntuación de Zapatero bajó a 4,8 (y la de Rajoy subió a 4,7); ahora, en marzo, ambas han caído a 4,4, y por primera vez desde 2004 empatan Zapatero y Rajoy.

Lo mismo ha sucedido con la confianza que suscita el presidente y la aprobación de su actuación. Cayeron a mínimos históricos al comienzo de la crisis (34,7% de confianza y 40,1% de aprobación en septiembre) y luego fueron recuperando puntos entre octubre y enero. Pero en marzo han vuelto a caer mucho, por debajo de los mínimos de septiembre: ahora sólo el 29,8% de los electores declara confiar en Zapatero y sólo el 38,8% aprueba su actuación.

Esta evolución negativa no tiene un mayor efecto en las tendencias de voto porque el liderazgo alternativo de Rajoy no se fortalece al empeorar la imagen de Zapatero, sino que se debilita también. En marzo, Rajoy ha vuelto a batir récords de desconfianza y desaprobación en el conjunto del electorado: de nuevo, marca mínimos con el 22,1% de confianza y el 26,1% de aprobación.

La mejora de posiciones electorales del PP no parece poder atribuirse a la imagen de Rajoy, que sigue siendo peor que la de Zapatero, sino al mejor comportamiento de su clientela electoral. De ello el mejor indicador es la fidelidad de voto (la proporción de votantes a un partido en las elecciones anteriores que dicen que tienen intención de volver a votarle en las próximas elecciones), en la que el PSOE ha perdido cuatro puntos desde noviembre, mientras el PP ha ganado seis puntos. Como sucede hace tiempo, la fidelidad de los votantes ha sido durante estos meses siempre más alta en el caso del PP que en el del PSOE; pero en noviembre la diferencia era relativamente corta (PP: 75%; PSOE: 72%) y en marzo se ha ampliado mucho (PP: 81%; PSOE: 68%).

El resultado negativo del PSOE en marzo tras la mejoría continuada que había logrado mantener durante los meses anteriores, después del bajón inicial de septiembre es, en parte, efecto del impacto producido por el fracaso electoral del Gobierno de Galicia. Las muestras del Publiscopio se forman con submuestras semanales independientes y puede disponerse de datos de cada semana (aunque ordinariamente no se publiquen, porque sus tamaños muestrales son demasiados reducidos para las comparaciones); gracias a ello podemos comprobar que, dentro de este último mes, los peores resultados del PSOE (y de Zapatero) son los de las encuestas realizadas entre el 2 y el 12 de marzo, en los días que siguieron al escrutinio de las elecciones gallegas; en ese periodo, la diferencia entre PSOE y PP en intenciones de voto llegó a reducirse a un punto y unas décimas.

Pero es dudoso que este factor, por sí solo, pueda explicar la inflexión en las tendencias de voto (aparte de que, en el resultado de Galicia, además de causas endógenas la insatisfacción con la actuación del gobierno de coalición y otras, puede haber influido también, como factor exógeno, este debilitamiento del PSOE en el ámbito nacional y, en particular, la pérdida de imagen de Zapatero, que actuó intensamente como valedor de Touriño).

Más allá del impacto coyuntural de la derrota en Galicia, los malos resultados de Zapatero en el Publiscopio de marzo pueden ser indicio de que, después de mantener la esperanza durante los anteriores cuatro o cinco meses, se está agotando ya, durante las últimas semanas, el crédito que la gente ha concedido a su actuación ante la crisis. El problema no radica en que la situación no mejore todavía algo que la mayoría de los ciudadanos pueden entender, sino en que el horizonte de futuro parezca oscurecerse cada vez más y no se vean luces en lontananza.

La gente necesita esas luces, no sólo para que alumbren su esperanza, sino sobre todo para saber que nos dirigimos hacia algún lado y a dónde nos dirigimos. Más que la falta de resultados, es la impresión de desorientación y la indecisión lo que puede socavar el crédito del Gobierno y privarle del respaldo de los ciudadanos. Probablemente, esto es lo que mejor explica la inflexión que se ha producido en marzo en las tendencias de voto.

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