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Terence Davies se despide del Liverpool de su memoria con un gran documental

EFE

San Sebastián (España), 20 sep (EFE)- Con sólo seis películas en 24 años, el británico Terence Davies es uno de los directores más personales del cine actual, como demuestra su último trabajo, "Of time and the city", un gran documental con el que el cineasta ha querido despedirse del Liverpool que conserva en su memoria.

Así lo explicó hoy Davies en una entrevista con Efe en el marco de la 56 edición del Festival de cine de San Sebastián, que le dedica una retrospectiva con la exhibición de sus seis largometrajes.

"Of time and the city" es un filme "sobre el Liverpool en el que viví, hasta que me fui en 1973 (...), en contraste con el Liverpool moderno", es una "meditación sobre el tiempo que ha pasado y el envejecer".

Calificada por algunos críticos como la mejor película británica en mucho tiempo, con este filme Davies ha dicho adiós a la ciudad en la que nació porque "nunca más" hará otro filme sobre Liverpool -también ambientó en esta ciudad "Distant voices, still lives" "Voces distantes" (1988)-, lo que hizo del rodaje algo "triste".

Aunque lo cierto es que el Liverpool que el director amaba es ya sólo "una imagen". Y esto pasa no sólo con el lugar en el que vives, ya que es un peaje a pagar en la vida y que se compone especialmente de pérdidas, explicó un, a pesar de todo, risueño Davies.

Una forma de pensar entre realista, pesimista y fatalista que se refleja fielmente en su cinematografía, en la que a pesar de todo quiere demostrar que "la vida vale la pena vivirla", algo más creíble al ver a un vitalista Davies que al ver sus películas, lo que prometió cambiar en la próxima que tendrá, aseguró, "un final feliz".

Sólo seis largometrajes componen su obra: "The Terence Davies Trilogy" ("La Trilogía de Terence Davies", 1984) "Distant Voices, Still Lives" ("Voces distantes", 1988), "The Long Day Closes" ("El largo día acaba", 1992) "The Neon Bible" ("La Biblia de Neón", 1995), "The House of Mirth" ("La casa de la alegría", 2000) y "Of time and the city" (2008).

Suficientes para fijar un estilo muy definido en el que los silencios y la música son tan protagonistas como los encuadres, los movimientos de cámara y el lirismo que impregna sus imágenes y su narración.

"Hacemos que la vida y el tiempo avance linealmente. Todo es cíclico", indicó el director, que resaltó la vida más habitual de las personas, rodeados de hijos, nietos, en un "círculo de nacimiento y muerte" que siempre "continúa constante".

De ahí su necesidad de experimentar con la muerte y la vida, un tema recurrente en sus películas pero que no quiere seguir explorando, asegura entre risas.

No obstante, su discurso, sus palabras, están impregnadas del espíritu palpable en sus películas y eso hace pensar en lo difícil que le será no repetir esquemas.

"Mi pintor favorito es Vermeer. Me encanta la luz natural que cae sobre cada sujeto. Me encanta la luz que entra por las ventanas. Me encanta explorar la naturaleza del tiempo, ver cómo puedes interrumpir el tiempo lineal y cómo hacerlo interesante, no hacerlo confuso, eso siempre me ha fascinado", explica.

Pero reconoce que también la memoria "es una enorme influencia". "Siempre se ha dicho que estoy hipnotizado por mi pasado y creo que es verdad. Lo estoy. Porque hay cosas que me da la sensación de que pasaron ayer y pasaron hace 50 o 60 años".

También reconoce otras obsesiones, presentes en su vida y en sus películas, como es "encontrar algún tipo de salvación. Algo que no conseguí de Dios".

En su opinión, "tienes que encontrar algún tipo de validación de por qué estás aquí".

Y él no parece haberla encontrado ya que, afirma con rotundidad y gesto divertido: "no me gusta ser yo mismo".

"Si pudiera cambiarme mañana lo haría, por ser un tipo muy guapo, con un maravilloso cuerpo y muy alto", algo que, asegura, no dice sólo por el aspecto físico, sino porque la gente que es así "tiene una autoconfianza que yo nunca he tenido".

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