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El terrorista que nunca existió

IÑIGO SÁENZ DE UGARTE

La operación que conjuró el complot comenzó en realidad un día antes de las detenciones en Londres. En Pakistán fue arrestado Rashid Rauf, de nacionalidad británica. Tanto la prensa del Reino Unido como el Gobierno paquistaní destacaron que Rauf era uno de los elementos clave de la conspiración.

Sólo unos días después, el Ministerio paquistaní de Interior contó que Rauf se había desmoronado en los interrogatorios y lo había desvelado todo, incluida su relación con Al Qaeda.A partir de ese momento, el caso contra el supuesto cerebro del plan comenzó a desmoronarse.

En diciembre, un tribunal antiterrorista paquistaní retiró los cargos al no haber pruebas que los sostuvieran. Nada de lo que había contra él lo relacionaba con ninguna organización terrorista. El juez envió el caso a un tribunal ordinario para que Rauf respondiera de las acusaciones de falsificación de documentos y posesión de explosivos. Su abogado dijo que este último cargo tenía que ver con unas botellas de peróxido de hidrógeno (el desinfectante conocido como agua oxigenada y que podría utilizarse para la fabricación de explosivos pero sólo si se mezcla con otros productos químicos).  Londres podría haber pedido su extradición por los atentados frustrados. No lo hizo. Se limitó a reclamar el envío de Rauf por la investigación de la muerte de su tío en 2002, de la que tampoco hay pruebas contra él.

¿Puede haber más giros absurdos en esta historia? Sí. En diciembre de 2007, Rauf pudo escapar de la forma más inaudita. A la vuelta de una comparecencia judicial, los policías que le custodiaban aceptaron una parada de última hora para que Rauf rezara en una mezquita junto a su tío. Nunca más le vieron. ¿Era un agente doble al que había que permitir su desaparición? ¿Era un terrorista que recibió la ayuda de la Policía? Su historia tiene demasiados agujeros como para resultar creíble.

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