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"Te tienes que adaptar porque son mayoría"

Homosexuales mayores relatan sus problemas de integración

A. MARTÍN VIDAL / F. ARTACHO

A sus 80 años, Eusebio Valderrama conserva la vitalidad de un muchacho.

De momento no depende de nadie y vive por sí mismo en Málaga, pero le angustia la idea de acabar ingresado en una residencia de mayores.

'Creo que deberían hacerse residencias específicas para gays y lesbianas en las que compartir nuestra vejez y contarnos experiencias y vivencias, sin sentirnos rechazados', afirma.

Al igual que Eusebio, Sergio —nombre ficticio, de 67 años— también es homosexual. Él sí ha pasado ya por una residencia, concretamente en Sevilla. 'Es muy triste, tienes que adaptarte a la mayoría para no ser rechazado. Estás sometido. Eres tú el que tiene que adaptarse, porque ellos son más, son la mayoría. Cuando mi pareja venía a visitarme, decía que era un sobrino', afirma.

A menudo los mayores homosexuales son vistos como degenerados, como viejos verdes, expresión que les resulta demoledora. Sergio, que nunca ha besado a un hombre en público en su vida, asume que esas son las reglas del juego. Y las cumple. 'El día que vuelva a entrar en una residencia, mi vida sexual acabará', afirma.

Juan Velasco, de 77 años, echa la vista atrás y lamenta cómo se ha comportado la España de su juventud con las personas como él: 'Era una España horrible para un homosexual, había mucha presión, si te veían un gesto o una prenda de ropa amarilla...'.

Juan decidió vivir su vida y no llevar una existencia de cartón-piedra. A su madre, que le pedía que se casara, le dijo: 'Mamá, ya soy desgraciado por ser maricón, lo sabes desde que nací, pero no voy a hacer desgraciada a ninguna infeliz'. Llegó a pensar en el suicidio 'de tanto escuchar eso de: ¡Maricón, maricón!'.

Tras tanta calamidad, Juan tiene ahora buenas perspectivas para planificar libremente su futuro. Disfruta de una posición económica desahogada, fruto de años de duro trabajo. Vive solo en Barcelona. En su testamento, deja su piso a la Fundació Enllaç, de la que es patrono, y que proyecta ofrecer pisos de acogida y residencias que atiendan las necesidades de los personas mayores homosexuales.

Fernando Olmedo podría ser un beneficiario de la Fundació Enllaç. Enfermo de sida, sufre constantes depresiones severas, agudizadas desde que su 'amigo', como él lo llama, falleció a principios de los 90. Los médicos le dijeron que no podía estar solo, por lo que ingresó en una residencia privada. El ambiente, la soledad, la incapacidad para comunicarse con el resto de residentes lo entristecieron tanto que intentó tirarse por una ventana. Terminó por volver a casa.

Ahora, una cuidadora hace lo que él no puede. Con instrucciones muy precisas, para no repetir su experiencia en la residencia. 'Los trabajadores de estos centros deberían tener formación específica para obtener una sensibilidad especial con nosotros', afirma Fernando. Él se siente afortunado por poder pagar una atención personalizada. 'Pero no todo el mundo tiene dinero para eso', admite.

A las dificultades de adaptación de numerosos homosexuales en las residencias se suman obstáculos más sutiles, pero igualmente importantes. 'A un gay no le suele gustar que le pongan un compañero de habitación, que es lo habitual, y al otro quizás no le gustará tener un compañero gay', señala José Benito Eres, presidente del Grup dAmics Gais, Lesbianes, Transsexuals i Bisexuals.

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