Este artículo se publicó hace 15 años.
Tratado de Lisboa, objetivo clave
El nuevo Parlamento tendrá que afrontar cinco años de constantes cambios pero muchos de ellos no podrán llevarse a cabo si Irlanda o la República Checa dicen no a Lisboa
Una legislatura que se cierra y otra que se abre. En los próximos cinco años el Parlamento Europeo tiene por delante una amplia agenda en la que se ha marcado cerca de catorce objetivos principales. Los eurodiputados buscarán la manera de llevar a cabo nuevas reformas sociales, económicas, laborales, de seguridad, de medioambiente y de inmigración entre otras, pero sin duda su mayor reto será conseguir la aprobación del ansiado Tratado de Lisboa para dar carpetazo a Niza y sentar las bases de un sistema que dé mayor poder al Parlamento en detrimento de la Comisión Europea.
Pero aprobar Lisboa no va a ser una tarea fácil. El 13 de junio del año pasado los irlandeses le dieron la espalda al nuevo Tratado negándose a aprobarlo después de que el Gobierno de Dublín convocara un referéndum obligado por la Constitución. Entonces se abrió una profunda crisis en el seno de la UE que se vio agravada por la negativa de la República Checa, envuelta en una profunda crisis política mientras ostentaba la presidencia de turno de la UE desde principios de año, a hacer lo propio.
¿Por qué se paraliza la aprobación del Tratado cuando un país dice no? Simplemente porque el Tratado de Niza, el que actualmente está vigente, permite el derecho a veto de cualquier país. Si Irlanda vota no, no hay Tratado de Lisboa. Pero en Bruselas pensaron que no podía ser y por eso casi obligaron al primer ministro irlandés, Brian Cowen, a organizar un segundo referéndum en octubre, esta vez asegurándose de que triunfe el sí.
Por otra parte, el escollo de la República Checa también podría despejarse en otoño. En marzo, una moción de censura descabezaba al Gobierno checo de Mirek Topolánek mientras ostentaba la presidencia de la UE. Jan Fischer se hizo cargo de llevar la transición del país y también de finalizar el mandato checo en Bruselas. En octubre se celebrarán unas elecciones que despejarán las incógnitas sobre el Tratado. La legislación checa obliga a que una decisión de estas características sea aprobada en el Senado y el Parlamento aunque después, la última palabra la tiene el presidente de la República.
Los dos primeros pasos se fueron cumpliendo con el tiempo, pero Václav Klaus, presidente checo euroescéptico por naturaleza, dijo que nohabría ratificación hasta la formación del nuevo Gobierno. Octubre, pues, parece un mes definitivo para el futuro del Tratado de Lisboa y en parte para el funcionamiento de la UE.
Menos poder para la Comisión y presidente electoEntre los puntos más importantes que introduciría el Tratado de Lisboa están:
1.- Crea la figura de un presidente estable de la Unión elegido por un período de dos años y medio, renovable una vez. Tras la salida de Durao Barroso, el ex primer ministro británico, Tony Blair, está moviendo muchos hilos para ser él el elegido.
2.- Crea el nuevo cargo de Alto Representante de la Unión para Asuntos Exteriores y la Política de Seguridad, que será al mismo tiempo vicepresidente de la Comisión Europea y tendrá a sus órdenes un servicio de acción exterior.
3.- El tamaño de la Comisión Europea se reducirá de los 27 actuales a un máximo de dos tercios del número de estados miembros, a partir de 2014. Lo que irá unido a un aumento extraordinario del poder de codecisión o colegislación del Parlamento.
4.- Mayor papel de los Parlamentos nacionales y reconocimiento de la iniciativa popular: un millón de ciudadanos pueden pedir a la Comisión que proponga una medida legislativa.
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