Este artículo se publicó hace 16 años.
En tren: 3 horas 45 minutos
El AVE permite hacer negocios a 300 kilómetros por hora
El taxi parte de plaza Catalunya, en Barcelona, a las 6.45. En 15 minutos llega a la estación de Sants. "Los accesos están muy mal desde que la estación está en obras", se queja Jordi, el taxista. El conductor cuenta que no cobrará los 2,10 euros de suplemento a los que tiene derecho desde este mismo día porque no lo considera justo para el cliente. "Quien no coge el AVE y sale de la estación no tiene por qué pagar más", dice.
El AVE de las 7.00 acaba de partir. Público se subirá al siguiente, el de las 7.30, que es directo. El tren sale puntual. Así lo destaca Laura Llauradó, de 27 años, que no se ha querido perder la oportunidad de viajar en AVE en su primer día de entrada en servicio. Es trabajadora de una empresa de instrumentación médica y debe ir a Madrid. "Es muy cómodo. El avión siempre sale tarde". Y añade: "Ahora falta que arreglen también Cercanías, porque he llegado 10 minutos tarde a Sants". Por fortuna, con suficiente antelación como para no perder el viaje en alta velocidad. Su compañero de trabajo, Andrés Gómez, también prefiere el tren, pero por otros motivos: "Aquí voy muy tranquilo. No asusta tanto como el despegue del avión". A Rosa María Sánchez, de 47 años, tampoco le gusta volar. "En AVE se va muy bien. Pero pensaba que iría más lleno", destaca.
Tras unos primeros minutos, los pasajeros parecen acomodarse en seguida. La mayoría copan los vagones de clase preferente y Club, la superior, y abren sus ordenadores portátiles o leen tranquilamente el periódico. Los de clase turista van casi vacíos. Transcurrido un cuarto de hora de viaje, el tren ya alcanza los 300 kilómetros por hora. Una azafata reparte auriculares gratis y por las pantallas dispersas por los vagones proyectan la película Beyond the sea.
Pasadas las 8.00 suena una alarma. "Es el aviso contra incendios. En el 99% de los casos es que alguien ha encendido un cigarro", explica el supervisor del tren. Efectivamente, no una, sino dos personas son localizadas en los lavabos de los vagones 2 y 8 con el cigarrillo en las manos.
Mientras en los vagones de clase preferente reparten un copioso desayuno, los viajeros de turista se acercan a la cafetería, donde el personal no da abasto con la acumulación repentina de clientes. En la cabeza del tren, Agustín Manteca maneja el AVE; es decir, supervisa que reaccione acorde con la información que llega al ordenador de a bordo porque el tren va solo. Manteca detiene el convoy a las 10.07 en Atocha, tras 2 horas 37 minutos de viaje, seis minutos antes de lo previsto. En la estación hay que hacer cola para coger un taxi. Son las 10.30 cuando apaga el taxímetro en la plaza Colón. Han pasado 3 horas y 45 minutos desde la partida.
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