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Turismo 'low cost' en una capital europea

Elisa propone un circuito económico para conocer la ciudad alemana

DANIEL AYLLÓN

Trabajar cinco años de becario curte el bolsillo de cualquiera y le graba a fuego el low cost way of life. Para Elisa Cuevas, bióloga de 26 años que acaba de firmar su primer contrato laboral en Berlín, comer de tupper ha sido el pan de cada día del último lustro. Tras dos años sin oler un duro en Madrid por su trabajo, en 2008 puso rumbo a la capital alemana, en busca un salario y algo de dignidad a cambio de sus investigaciones. Pero hay cosas que no cambian: si con apenas unas monedas se puede comer de restaurante, visitar los high lights turísticos, ir a clase de alemán y desplazarse por la ciudad, ¿por qué cambiar de modo de vida?

De las necesidades económicas, los amigos que visitan a Elisa han hecho una virtud. La bióloga es capaz de sacar petróleo de cualquier presupuesto de viaje, por pequeño que sea. Lección número uno: nada de taxis. Los precios duplican los de Madrid y hay una buena alternativa en las bicicletas. La dictadura del ciclista es respetada por todos los conductores y cuenta con un fuerte respaldo legal. Además de seguro, moverse en bicicleta es económico (el alquiler cuesta menos de 10 euros al día). Por el contrario, el billete sencillo del transporte público cuesta 2,30 euros.

Tours gratuitos, sabrosas y copiosas comidas por menos de 10 euros y bicis para desplazarse

Con los restaurantes, hay un gran abanico de posibilidades. Todos los amigos de Elisa han pasado por el Tiergarten Quelle, en la zona universitaria. Es su recomendación culinaria por el tamaño de sus platos, sabrosos y económicos. En el frío invierno berlinés, hincarle el diente al codillo asado (Riesen Eisbein, en alemán: 9,30 euros) o la pasta especial que sirven sobre una piscina de queso fundido (Spätzleauflauf Ländle: 7,20 euros) son una buena opción. Advertencia: es difícil que alguien se coma un plato entero. Otra alternativa son los kebabs con especias de la colonia turca: tres euros.

Para bajar tamañas bombas caloricas, es recomendable dar un paseo por el cercano parque Tiergarten. Si el viajero lo visita en verano, ha de estar preparado para encontrarse con legiones de berlineses desnudos. Se concentran en zonas como las aledañas a la Siegessäule (Columna de Victoria) para tomar el sol. Cuando los rayos de sol asoman entre las nubes, los desnudos crecen como champiñones en los pequeños lagos o parques que hay trufados por la ciudad.

Junto al Tiergarten, de 210 hectáreas y que en otra época fue un bosque de osos, ciervos o jabalíes (su nombre significa 'jardín de animales'), está la Puerta de Brandenburgo. De allí, explica Elisa, parten los tours gratuitos de Neweuropetours que recorren la ciudad. Los guías viven de las propinas de los turistas. El precio lo pone usted.

Tras la comida, el transporte y los tours, Elisa pone el foco en el cuarto gasto que desangra a cualquier viajero: el alojamiento. El precio de la vivienda ha subido en los últimos años, pero todavía es posible encontrar pisos de 53 metros cuadrados luminosos por 400 euros al mes, como el de Elisa.

Para el viajero, al extendidísimo Couchsurfing red de domicilios que ceden el sofá o una cama gratis, se unen el alquiler de apartamentos por menos de 30 euros por noche y, para los más atrevidos, las casas okupas que todavía quedan en el Este de Berlín, en la Riga Strasse. En una de ellas es donde Elisa dio sus primeras clases de alemán. Gratis, por supuesto.

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