Este artículo se publicó hace 14 años.
Unai Elorriaga dice que "ningún país está libre de caer bajo una dictadura"
El escritor vasco Unai Elorriaga recurre a la alegoría para reflexionar sobre la esencia de las dictaduras y las consecuencias de los totalitarismos en su nueva novela, "Londres es de cartón", una obra sorprendente en la que utiliza un lenguaje frío y distante bajo el que se oculta una terrible realidad.
"Ningún país está libre de caer bajo una dictadura, ni siquiera los más democráticos. No estuvimos libres en el pasado de ellas ni lo estaremos en el futuro", afirma Unai Elorriaga (Algorta, Getxo, 1973) en una entrevista con Efe, en la que habla de este libro que acaba de publicar Alfaguara y que es su cuarta novela.
Precedida de la buena acogida que ha tenido en euskera, "Londres es de cartón" no dejará indiferente al lector ni por las reflexiones que contiene, ni por el tono en que está escrita, ni por el cambio de registro y de estilo que se produce en la segunda parte de la novela.
"Una de las funciones del arte es sorprender, y eso se puede hacer de mil maneras. En esta novela la que yo he elegido es descolocar todo el rato al lector para hacerlo luego reflexionar sobre los temas que propongo en ella", comenta el autor de "Un tranvía en SP", galardonada en 2002 con el Premio Nacional de Narrativa.
Elorriaga conoce a fondo la situación del País Vasco y, aunque por su edad no padeció el franquismo, sí ha recibido "la herencia de cuarenta años de dictadura". Sus padres, por ejemplo, "perdieron el euskera", algo "muy importante" para un lingüista como él.
Pero en "Londres es de cartón" ha evitado referirse a la realidad del País Vasco y al terrorismo de Eta porque "ya se ha escrito mucho sobre ello y hay muy buenos libros. ¿A qué repetir?"
Lo que le interesaba era la esencia de las dictaduras, las muertes y "desapariciones" que siempre se dan en ellas, las torturas, el miedo, las traiciones, las leyes absurdas que se promulgan, y contar todo eso en un escenario y un tiempo alegóricos porque se trata de un sistema que "se puede volver a repetir en cualquier momento, en España o en la mismísima Suecia", insiste.
Pero aunque no aluda a Eta en su novela, el escritor sí responde las preguntas que se le hacen sobre la situación actual del País Vasco y quiere pensar que "está muy cerca el final" de la banda terrorista, si bien reconoce que "puede ser la impaciencia" lo que le haga opinar así.
"La inmensa mayoría de los vascos siente la necesidad de que se acabe el terrorismo y se busquen otras vías, pero es algo difícil de erradicar porque siempre puede haber un grupo dispuesto a continuar", añade Elorriaga.
Como parte de ese afán de "deslocalizar" su historia y darle "un aire internacional", Unai Elorriaga dota a sus personajes de nombres tan raros como Phineas, Sora, Musone, Bleuler, Datos, Ruton... y los hace reunirse no en locales cerrados, lejos del control de los dictadores, sino en los tejados de la ciudad en la que desarrolla parte de la trama.
Desde uno de esos tejados, Phineas vigila cada día la estación del tren y la carretera, acompañado por tres amigos suyos, y espera pacientemente que llegue su hermana Sora, desaparecida desde hace veinte años. Los tiempos del dictador ya pasaron, pero el miedo sigue instalado en la población.
También acabó ya la vigencia del Libro de Barda, que contenía una serie de leyes y disposiciones absurdas, destinadas a propiciar el control férreo de los ciudadanos. Los castigos y torturas previstos para quienes no cumplían esas leyes eran terribles.
Este escritor, a quien ganar el Nacional de Narrativa con su primera novela le abrió "muchas puertas", incluidas las de Estados Unidos, donde se está publicando su obra, reflexiona también en su novela sobre la locura y algunas de sus variantes, un tema para lo que tuvo que documentarse a fondo y llegó incluso a trabajar una temporada como voluntario en un centro psiquiátrico.
"Eso me valió para aprender sobre las enfermedades y, sobre todo, para respetar a los enfermos", decía hoy Unai Elorriaga.
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