Este artículo se publicó hace 17 años.
Un vaso de metano, por favor
La búsqueda de vida extraterrestre amplía sus líneas de investigación y analiza entornos en los que no existe agua
En Titán también llueve. Una llovizna constante cae sobre el mayor de los satélites de Saturno. A veces, estas precipitaciones se hacen intensas. Pese a las densas y amenazantes nubes anaranjadas, la temperatura puede subir hasta los -150ºC. A esa temperatura, a un hipotético habitante de Titán le podría apetecer tomarse un vaso de metano. Porque eso es lo que se bebería en un día caluroso en este mundo. Sus nubes, ríos y lagos están formados, básicamente, por este hidrocarburo que, en la Tierra, se presenta en forma de gas pero que en Titán es líquido debido a las bajas temperaturas. Éste es el paisaje que mostró al mundo la sonda Huygens, lanzada hace ahora diez años, cuando se posó sobre una húmeda Titán.
No es fácil imaginarse algo viviendo entre charcas de metano. Hasta ahora buscar agua era el único mantra repetido por los astrobiólogos. Pero un informe de la American National Research Council de EEUU, que vio la luz el pasado verano, recomienda a la comunidad científica que sea más flexible en su búsqueda de vida extraterrestre.
Antropocentrismo
"Somos demasiado antropocéntricos en la búsqueda de vida fuera de la Tierra", afirma John Baross, director del informe. Para este oceanógrafo de la Universidad de Washington, en Seattle, nuestro modelo de vida sólo es una de las soluciones que el Cosmos ha podido dar. "La de otros mundos podría ser irreconocible para nosotros. El principal problema es que no tenemos una definición para la vida. Hay una serie de elementos que son necesarios, pero no conocemos su esencia", añade Baross.
Pero si hay algo que cada vez está más claro es que la vida demuestra ser más tozuda de lo que en principio se suponía. "Hace treinta años creíamos que sólo se podía dar en determinadas condiciones. Hoy sabemos que es robusta y adaptable. Pensemos que, para un microorganismo que habite en un volcán submarino, los que vivimos en un ambiente extremo somos nosotros", comenta Ricardo Amils, químico del Centro de Astrobiología que la NASA y el CSIC tienen en Torrejón de Ardoz.
Para Manuel Ferrer, químico del CSIC y experto en organismos extremófilos, el agua, a ciertos niveles de presión y temperatura, podría ser sustituida por otros disolventes como el amoniaco o el metano. "Es químicamente viable usar metano como fuente de carbono. En la Tierra existen esta clase de organismos, igual que se conocen organismos resistentes a la radiación ultravioleta", aclara.
Según Jonathan Lunine, investigador del Laboratorio Lunar y Planetario de la Universidad de Arizona (EEUU), sólo tenemos un ejemplo de cómo es la vida: la Tierra. "Marte puede ser estudiado desde nuestra óptica terrícola. Pero lugares como Titán requieren un replanteamiento de nuestros conceptos. Su atmósfera orgánica y su superficie de metano podría ser una residencia de vida basada en disolventes criogénicos. Sería una vida extraña, diferente a lo que conocemos", comenta.
"Hace 12 años desconocíamos la existencia de vida en las rocas del subsuelo. Hoy no sólo sabemos que existen microorganismos independientes de la luz del Sol, sino que las estimaciones les dan valores similares o mayores que a los dependientes de la radiación. ¿Cuál será la próxima marca a batir por la vida?", se pregunta Amils. El debate está más vivo que nunca.
Otra vida es posible
Un estudio publicado recientemente por la revista New Journal of Physics ha dado una vuelta de tuerca más al interrogante de cómo surgió la vida en el Universo. Científicos del Instituto Max Planck de Física Extraterrestre, del Instituto General de Física de la Real Academia de Ciencias de Moscú y de la Universidad de Sydney han comprobado cómo partículas inorgánicas de polvo espacial, bajo condiciones adecuadas, se organizan en estructuras que recuerdan mucho a la famosa doble hélice del ADN.
Verificaron que estas moléculas pueden interactuar unas con otras de formas que, generalmente, son propias de los compuestos orgánicos y de la vida misma, y son capaces de, por ejemplo, dividirse para crear copias de sí mismas así como de evolucionar hacia otras formas. Estos investigadores apuntan a la posibilidad de que, quizás, una forma de vida inorgánica brotó en la Tierra primigenia, y sirvió como una especie de plantilla para las formas de vida orgánica.
También el informe de la American National Research Council alude a la posibilidad de vida inorgánica, sugiriendo que la chispa de la vida haya podido usar, como ladrillos, compuestos basados en el silicio ya que, igual que el carbono, abunda en el Universo y tiende a formar largas cadenas de moléculas.
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