Este artículo se publicó hace 11 años.
"Vincular el suicidio con el desahucio es demasiado simplista"
La presidenta de la asociación Després del Suïcidi se convirtió en una superviviente el día en el que su hijo se suicidió con 19 años
Cecilia Borràs se convirtió en una superviviente el día en el que su hijo, Miquel, se suicidió a la edad de 19 años. Con la voluntad de acompañar en el duelo a otros supervivientes a la muerte por suicidio, a mediados de 2012 fundó en Barcelona la primera asociación española de estas características. La Després del Suïcidi - Associació de Supervivents (DSAS) es un espacio común donde no hay respuestas ni ayuda, pero sí alivio y comprensión ante un proceso devastador que la sociedad sigue marginando.
-¿Qué hay después del suicidio?
-Llantos. Dolor. Sufrimiento. Preguntas sin respuesta. Mi marido y yo las fuimos a buscar en el Hospital de Sant Pau de Barcelona, hablando con la doctora Carmen Tejedor, con una experiencia de más de 30 años trabajando en el tema de los suicidios. No entendíamos lo que le había ocurrido a nuestro hijo; no sufría trastornos, tenía amigos y queríamos conocer la opinión de un especialista. Ella fue la primera persona que nos dijo que éramos supervivientes. Yo no entendía nada de lo que aquello significaba.
-¿Costó mucho asimilarlo?
-No tanto. De hecho, la gente que ha sufrido algo similar acaba identificándose. Además, en los primeros momentos del proceso de duelo la sensación es esa, hasta el punto de verbalizarla sin querer. Te preguntan qué haces y tú contestas: "sobrevivir". La sensación de sobrevivir a los momentos, a las horas y a los días es real. Con las entrevistas que he mantenido, poca gente se ha sorprendido con el término.
-La asociación Després del Suïcidi - Associació de Supervivents (DSAS) es pionera en España. ¿Cuándo descubrió la necesidad de crearla?
-Empecé a investigar. En EUA y el resto de Europa existen asociaciones donde aquellos que han vivido de cerca una muerte por suicidio se sienten acompañados. Participé, porque me lo propusieron, en un par de reportajes televisivos. Creí que dar la cara públicamente, hablar de la experiencia abiertamente, sensibilizaría a otras personas que hubieran pasado por el mismo proceso traumático. Tras aquello, me escribieron otros supervivientes que sentían esa necesidad de compartir un espacio. También descubrí la existencia de una red de asociaciones de duelo a nivel europea. Estaban todos los países representados... menos España. Me animé a crearla.
-¿Fue complicado?
No mucho. A través de Internet me puse en contacto con asociaciones inglesas, francesas, australianas. Estuve haciendo un trabajo de campo, de inmersión. Con una asociación americana, país donde el suicido está más normalizado, tal vez porque poseen más armas de fuego y hay un impacto mayor, contacté a título personal. Me facilitaron información con la que empecé a sentar las bases. Conté con la ayuda de la Unidad de Psiquiatría del Hospital Sant Pau, con Tejedor a la cabeza.
-¿Las personas que se acercan a la asociación que preside buscan las mismas respuestas que buscaba usted?
-En los días posteriores a la muerte, todos queremos respuestas. En las entrevistas que mantengo, me piden conocer las causas. Pero luego te das cuenta de que lo que más necesitan es un paraguas emocional, sentirse comprendido. Cuando ha pasado un cierto tiempo, hablo con supervivientes que me dicen que han podido liberarse. Nos une una cosa muy especial: haber sufrido una desgracia durísima.
-Pero el compartir la misma desgracia no equivale a compartir la misma gestión del dolor, ¿verdad?
-En la asociación tenemos un lema: 'No hay un suicidio, hay suicidios'.Tras cada muerte por esta causa hay una circunstancia social, un proceso, un factor único. En la misma línea, también creemos que no hay un duelo por suicido, hay duelos por suicidios. No hay estándares para aquel que se suicida y menos para el superviviente.
-¿El superviviente a la muerte por suicidio exterioriza menos el dolor?
-Sigue siendo así, sí. Creemos que está cambiando pero aún queda mucho camino por recorrer...
-¿Por qué?
-Porque la muerte por suicidio está proscrita y sigue observándose como algo marginal. El suicidio es un atentado al don divino de la vida, y esto sigue pesando mucho, está mal visto. No hace tantos años no se podían ni enterrar en los cementerios... Y no hay que olvidar que para muchos refleja socialmente un cierto fracaso.
-Da la sensación de que al suicidio, mejor ni mencionarlo. ¿Sigue siendo un tabú?
-Claro. Y lo es porque muchas veces es el entorno el que te culpabiliza. Me han preguntado muchas veces: "¿No te diste cuenta de que le pasaba algo a tu hijo?". Te responsabilizan. Y todos tenemos un rol social: como padres, amigos, familiares... Siempre hay alguien que depende de ti. Yo era responsable de mi hijo, de la misma forma que un hijo puede sentirse responsable de su padre si no se da cuenta de que estaba atravesando una depresión antes de suicidarse. La responsabilidad a nivel social es muy grande, y en cada caso se gestiona de una forma diferente. Luego está el tema de la muerte, a secas. Seguimos silenciándola.
-'El suicidio es un acto libre'. A usted le he escuchado oponerse a esta aseveración.
-Es que es una interpretación errónea.
-¿Tampoco es un acto egoísta, entonces?
-Nunca un suicida es egoísta. ¿Acaso es egoísta el que fallece por infarto, cáncer o alguna adicción? Perdemos de vista algo: el que muere por suicidio ha sufrido mucho; su decisión es el resultado de un sufrimiento interno muy grande, inmenso. La vida no le aporta soluciones. La muerte es el único camino. Es injusto decir que es egoísta. Al final es el superviviente el que no vio ese sufrimiento. Ir en contra del propio instinto de supervivencia debe ser muy duro, por mucho que se diga que es un acto libre. Es menos sufridor decir que es un acto libre que decir que no lo es. Luego hay otra cosa: los que sobreviven a un intento de suicido no se reconocen. No es un acto tan libre cuando luego no te reconoces en tus actos.
-Cuando habla de sufrimiento, ¿se refiere a la depresión?
-La depresión es el trastorno emocional con mayor riesgo por muerte de suicido. Y como síntoma, la depresión ya conlleva una idea suicida.Pero no todos los que padecen depresión mueren por suicidio. La depresión multiplica por 21 el riesgo de suicidio. Pero hay más factores: la enfermedad crónica, el dolor físico, el aislamiento social, la soledad, acontecimientos vitales trascendentales.
-El suicido es una de las primeras causas de muerte en edad joven. ¿Como hay que interpretar este dato?
-Es un índice muy alto pero no porque haya experimentado un crecimiento sino porque los programas de prevención en otros campos han funcionado. Ha funcionado la prevención de la drogadicción y hay menos muertes por sobredosis. Ha funcionado la prevención del sida. Pero sobre todo ha funcionado la concienciación en los accidentes de tráfico y el alcohol. Las tasas de suicido se mantienen bastante estables en esta franja de edad, pero como disminuyen las de otras causas sigue estando arriba. Luego hay otro tema: la estadística de suicidios no es fiable. Muchas muertes por suicidio se acaban registrando como 'accidente' o 'traumatismo craneoencefálico', por poner dos ejemplos.
-Por lo que cuenta, el suicidio también debería contar con campañas de prevención.
-Claro. Carmen Tejedor, del Hospital de Sant Pau, junto a otro doctor, fueron pioneros en un programa de prevención de suicidios en Barcelona. La sociedad se entrenó con una prueba piloto en la que los agentes sociales con mas contacto con la gente se implicaron. Desde los médicos de asistencia primaria hasta la enfermería, pasando por comercios habituales. El abuelo que verbaliza que está cansado de vivir podría entrar en la franja vulnerable al suicido. Detectando estos riesgos ya haríamos mucho. Hay que hacer pedagogía: una persona con posibilidades de suicidarse decide hacerlo por muchos factores. No cuesta tanto, es simplemente hablarlo. Y escuchar. Escuchar a las personas.
-¿El suicidio entiende de clases?
-No.
-¿Entonces la crisis económica no ha influido en la proliferación de muertes por suicidio?
-He tenido entrevistas, y conozco, como presidenta de la asociación, experiencias diarias y puedo asegurar que la muerte por suicidio no conoce estamentos, clases ni edades. Si la desesperación económica hubiera influido lo habría detectado. Igualmente, es una interpretación que no había hecho.
-¿Con los casos recientes de suicidios tras un desahucio hemos pasado de un silencio preventivo a la frivolización de este tipo de muertes?
-Sí. Pero hay que diferenciar dos cosas. No existe el cubrimiento de la noticia del suicidio 'per se'. Lo que hay es un cierto cubrimiento noticioso. El problema es que el suicidio no es la noticia, el tema terrible es el de las hipotecas y los desahucios. Esto no beneficia porque hay que tener en cuenta que en el suicido intervienen factores de todo tipo, y el hecho de que se vincule ahora con el tema de las hipotecas y los desahucios provoca una lectura demasiado simplista. La mala praxis bancaria ha propiciado esta circunstancia social pero sin conocer antecedentes de cada entorno, no se puede generalizar.
-'Los desahucios provocan suicidios'. Simplista pero la política acabó actuando...
-Bien, pero un desahucio no deja de ser un acontecimiento vital importante que rompe el ecosistema de una persona, provocando un contexto de angustia y tristeza. La acción política o social reduce ese estrés vital y minimiza riesgos. Se acaban reduciendo factores pero luego hay otros, aún más importantes. Es muy simplista asociar un hecho puntual como es el desahucio al incremento del suicidio. Hay otras causas.
-¿Cuáles son los pasos que siguen los supervivientes cuando acuden a su asocación?
-Les recibimos individualmente. Buscamos que se abran, muchos por primera vez, y se desfoguen, se liberen. Nosotros ofrecemos grupos de apoyo, rechazamos que nos asocien a la idea de grupos de ayuda. Los duelos por muerte de suicidio no necesitan ayuda, precisan de compañía y comprensión. Los responsables de las dinámicas de grupo son también supervivientes a la muerte por suicidio.
-¿Presidir esta asociación forma parte de su particular roceso de duelo?
-Posiblemente sí. Desde los primeros meses quería hacer algo. Tras perder a mi hijo la pregunta que más me hacía era '¿Por qué?', '¿Por qué?', '¿Por qué?. Me perseguía todos los días. Hasta que la modifiqué y empecé a preguntarme: '¿Para qué?', '¿Para qué tuvo que pasar todo esto?'. Tal vez para que yo ayudara a otras personas o simplemente para que la muerte de Miquel no fuera en vano.
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