Público
Público

Winkler confía en el coraje de los españoles para "indagar en sus sótanos oscuros"

EFE

El escritor austríaco Josef Winkler, uno de los grandes autores de la literatura en alemán, que presenta en España su novela "Cementerio de las naranjas amargas", una indagación en la memoria, ha dicho a EFE que confía "en el coraje de los españoles para abrir sus sótanos oscuros".

En un mundo aún conmocionado por el "monstruo" austríaco Josef Fritzl y su sótano, Winkler llega con un libro radical: "El infierno es el tema, y el lenguaje quiere ser celestial", dice en una entrevista con EFE.

En él habla de subyugación, vida, muerte, iglesia y sexo desde su experiencia, con palabras que atraviesan el horror creando una bellísima red de lenguaje.

"Lo que ha ocurrido en Amstetten puede pasar en España o en cualquier otro sitio", advierte este autor, de quien Gunter Grass ha dicho que "no sólo escribe, sino que vive para escribir".

Winkler explica a EFE que él intenta mirar de cerca, "con detenimiento y agudeza, porque es lo que permite que el muro que tenemos delante se vaya abriendo con grietas": Elfried Jelinek "intenta que veamos", cuando conecta el caso de Fritzl con estructuras patriarcales levantadas con fantasías masculinas a imagen del cuerpo femenino que se han aceptado durante siglos.

Josef Winkler nació en 1953 en Kamering, un pueblecito de Carintia, al sur de Austria, que quedó devastado por un incendio y se reconstruyó en forma de cruz. Es autor de una obra ingente y drástica, ampliamente reconocida y de marcado contenido autobiográfico. En España la edita Galaxia Gutenberg & Círculo de Lectores.

"Cementerio de las naranjas amargas" lo publicó Suhrkamp en 1990 y ha sido traducido por Miguel Saénz, biógrafo de Bernhard. Para algunos es su mejor obra. Para Winkler es "un viaje a Italia de quien fue monaguillo en su iglesia natal, conoció la sacristía y sabe lo que se ve detrás del altar".

"Con esas vivencias quise conocer la gran Iglesia y ¡qué menos que viajar a Roma!". Allí anotó sus observaciones en infinitos templos, en el Vaticano, a donde volvía una y otra vez buscando "qué mueve" a las gentes o "cómo piensan". "No me interesa la teología, sí la influencia del catolicismo en las mentes".

Sus páginas evocan "las canciones patrióticas" de su escuela primaria o "las aburridas lecturas" que no lo apartaron de su interés, "vivo desde la infancia", por la literatura.

Con Peter Weiss, Wolfgang Borchert, Camus, Sartre, Hemingway o Wilde, "me cambió la vida -recuerda- como sigo cambiando hoy, escribiendo y leyendo".

Winkler rindió homenaje al mayor de sus maestros en "El discípulo de Jean Genet" y afirma que saca su impulso de autores "que se atreven a escribir de lo que se impone que hay que callar".

Se reconoce deudor de la literatura contemporánea francesa, española (Juan Goytisolo) e hispanoamericana, cuyas poderosas imágenes "me influyen más que la literatura alemana". Una frase no me sirve si no contiene "un rostro humano", dice, "puedo reformularla hasta 30 veces, para que no me avergüence cuando la relea dentro de diez años".

La pequeña "cerrada" y "atroz" comunidad de labriegos donde creció bajo la religión católica, cree que explica su radicalidad. "Cuando sólo observas lo mismo durante muchísimo tiempo, la mirada adquiere una intensidad que al narrar se vuelca en precisión y belleza de lenguaje", justifica.

Y recalca que "cuidar tu lenguaje es cuidar tu vida". "Si te dejas, vas al horror, a una falta de precisión que es una escalada al conflicto y puede acabar en guerra; sabemos que las palabras crean el camino de lo que viene después".

Lo "tremendo", para Winkler, es que haya gente que "haga como que no ve", cuando lo que importa es abrir los ojos, "algo que depende de que uno quiera y le dejen hacerlo".

¿Te ha resultado interesante esta noticia?

Más noticias