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¿Desde cuándo y cómo se usan los masajes para curar enfermedades?

BARBARA BOECK (INVESTIGADORA DEL CSIC)

No cabe duda de que fricciones y presiones realizadas con la palma y los dedos de la mano pertenecen a las formas más antiguas de terapias curativas: en todas las culturas se desarrollaron distintas técnicas de masajes con fines precisos. Por lo general, los masajes sirven para la regeneración del cuerpo y favorecen su curación. Cada una de las diversas técnicas se basa en una teoría o filosofía diferente: según la tradición occidental, el masaje normaliza alteraciones patológicas como las de la piel o el aparato muscular. La tradición del Extremo Oriente se basa, por su parte, en la idea de flujos de energía que circulan por el cuerpo y que los músculos rígidos pueden bloquear; por lo que el masaje facilitaría esta circulación.

Pero ¿cuáles son los primeros testimonios escritos y dónde se hallaron? Las primeras referencias al masaje se remontan al ocaso del tercer milenio antes de Cristo, en los recetarios médicos de la antigua Mesopotamia, el país entre los ríos Tigris y Éufrates, como los griegos llamaron a la extensa región que comprende hoy día el territorio de Irak y partes de Siria y Turquía. Conservadas hasta el día de hoy en resistentes tablillas de arcilla con escritura cuneiforme de esta civilización extinguida, las prescripciones dan testimonio de las distintas aplicaciones de masajes. Estos masajes se realizaron mediante el uso de aceites en el tratamiento de migraña, tortícolis, lumbago, espasmos, parálisis, agotamiento muscular o rigidez de distintas partes del cuerpo. De hecho, la etimología de la palabra 'masaje', que entró en nuestro vocabulario a través del francés massage y su préstamo árabe masaja, proviene justamente del verbo acadio massa'a, 'amasar'.

Las primeras referencias al masaje se remontan al ocaso del tercer milenio antes de Cristo

Sin embargo, las recetas médicas cuneiformes no explican cómo efectuaron las fricciones. La descripción la encontramos en la obra de un médico babilónico que vivió hace algo más de 3.000 años. Combinó la técnica del masaje con la recitación de conjuros y plegarias. Por desgracia, no conocemos ni su nombre ni se conservan sus escritos originales. No obstante, su teoría fue tan popular e influyente que en casi todas las bibliotecas de las grandes ciudades de la antigua Mesopotamia, como Ur, Uruk, la gran Babilonia, Sippar, o las capitales asirias de Asur, Nínive y Nimrud, se guardaron y transmitieron celosamente desde finales del segundo milenio antes de Cristo hasta el siglo tercero antes de Cristo textos cuneiformes relativos a esta idea.

¿Qué hizo este médico y en qué consistía esta explicación? Tras observar que la migraña, la tortícolis, el lumbago y la parálisis muscular eran aflicciones recurrentes, sospechó que debía de tratarse de una enfermedad grave e identificó la causa con un demonio llamado 'espíritu de los muertos'. Concluyó que no bastaba con tratar los síntomas de sus agresiones, manifestadas en dolores de cabeza, nuca, espalda, brazos y piernas, sino que había que extraer el mal de raíz.

Después de estudiar los conjuros más eficaces para exorcizar al demonio y las plegarias más poderosas, compiló un manual de textos para su recitación, llamado Masaje. Estos textos tenían que recitarse durante el masaje, que se aplicaba centrífugamente, es decir, desde el centro del cuerpo hacia la cabeza y las extremidades, con el fin de expulsar el mal por los extremos corporales. Convirtió así un mero tratamiento médico en un ritual curativo.

La palabra proviene del verbo acadio massa'a', que significa amasar'

Para mayor eficacia, recomendó llevar a cabo el ritual durante el mes babilónico de abu, que corresponde a nuestro agosto. Así, según las creencias mesopotámicas, se propiciaba el contacto con el más allá: debido al sol de justicia y al calor infernal propio de estas latitudes, era en esta época del año cuando se abrían las puertas al mundo de los muertos. El médico se suponía que simplemente devolvía el demonio causante del mal a su 'casa'. En total, el manual de conjuros tenía nueve capítulos y cerca de 50 encantamientos y plegarias, una larga lista para tratar de curar los males del cuerpo, la mente, el espíritu

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