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Yael Naïm se atreve con la dulzura y la emoción en hebreo

PATRICIA GODES

Ha nacido en París y vivido en Israel. Es tan pequeña y frágil que cuando le das la mano, parece que se va a partir en dos. Una canción suya -la más bobalicona- ha sido banda sonora de un anuncio y... ¡Pfiiiiiiu! ¡Directo al Top10 de Billboard! Gracias a eso, la multinacional de turno nos ha traído a Madrid a Yael Naïm y a su cómplice musical, el percusionista David Donatien, a ver si ocurre lo imposible y una producción no anglosajona se cuela en el dédalo de intereses del mundo musical español.

Mientras que los músicos quieren parecer duros, malos y amenazadores, ella se atreve con la dulzura en su disco Yael Naïm. 'Compuse las canciones cuando me sentía vulnerable. Eran muy sinceras, son pura emoción', explica.

Esa emoción, ni apabullante ni violenta, la expresa en hebreo. 'Hay que cantar en tu propia lengua y olvidarte del inglés. Es muy difícil mantener la poesía, el ritmo y la emoción en una traducción. Yo no creo en las traducciones'.

Grabaron el disco en el salón de su piso con instrumentos acústicos. Se oyen los ruidos: una puerta, los pájaros... Puede parecer una producción sencilla, pero tiene su complicación: 'fueron condiciones muy sencillas, pero los arreglos han costado mucho porque no lo hemos hecho todo nosotros. Grabar en el piso nos permitía escuchar lo que habíamos grabado y podíamos cambiar o ir añadiendo detalles hasta que el disco tomó forma'.

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