Este artículo se publicó hace 15 años.
Zelaya vuelve a Honduras y se refugia en la embajada brasileña
El derrocado presidente de Honduras, Manuel Zelaya, regresó a la capital del país después de tres meses en el exilio para buscar su restitución y se refugió en la embajada de Brasil, en un desafío al Gobierno de facto que ha prometido arrestarle.
Las autoridades interinas han anunciado que pedirán a Brasilia que entregue al ex mandatario para juzgarle por supuestamente violar la Constitución al buscar la reelección presidencial, o que le dé asilo político para que abandone el país.
Ante el temor a protestas, el Gobierno de facto decretó el toque de queda, primero hasta la mañana del martes y luego hasta la noche del mismo día, y dispuso el cierre de los aeropuertos mientras cientos de seguidores de Zelaya se manifestaban frente a la sede diplomática brasileña.
A pesar de las advertencias del Gobierno de que no tolerará desmanes, el ex presidente llamó por la noche a la población a desafiar el toque de queda y marchar hacia Tegucigalpa.
"Yo llamo a todos los pobladores que se vengan para Tegucigalpa porque estamos en la ofensiva final para la restitución de la presidencia", afirmó a una radio local.
Estados Unidos, socio tradicional de Honduras, instó a retomar el diálogo para evitar la violencia, mientras que la Organización de Estados Americanos pidió calma.
Según analistas, el arresto de Zelaya podría aislar más al país, que ha sido marginado por la comunidad internacional.
"Soy el presidente legítimo electo por el pueblo y por eso vine aquí", dijo por teléfono a Reuters Zelaya desde la sede diplomática, el lunes por la tarde.
El líder político, que crispó a la clase política conservadora con su acercamiento al presidente de Venezuela, Hugo Chávez, fue expulsado del país hace casi tres meses a punta de pistola hacia Costa Rica.
Desde entonces ha intentado volver a su tierra natal a través de negociaciones diplomáticas que fracasaron, e incluso cruzando brevemente la frontera desde Nicaragua.
El presidente de facto hondureño, Roberto Micheletti, dijo en una entrevista en televisión que su Cancillería enviará una nota el martes a Brasil para que entregue o asile a Zelaya, sin aclarar qué sucedería si el gigante latinoamericano rechaza la solicitud.
En Caracas, Chávez celebró el regreso de Zelaya.
"Zelaya engañó a los golpistas y se metió en la maletera de un carro, hasta en un tractor creo, que estuvo por allá y pasó como 20 alcabalas (puestos policiales) y llegó a la Plaza Morazán de Tegucigalpa", explicó el mandatario en un acto transmitido por la televisión estatal.
Sin embargo, Micheletti aseguró que Zelaya entró desde Guatemala en el coche blindado de un político de su país.
Además, reiteró que no existe diálogo posible con el depuesto líder, acusado de corrupción por la justicia local.
"(Zelaya) le hizo mucho daño al pueblo hondureño con las pretensiones de reelección, con las pretensiones de dictador", afirmó Micheletti.
MANIFESTACIÓN EN EMBAJADA
A las puertas de la embajada de Brasil en Tegucigalpa se reunieron miles de seguidores de Zelaya, algunos sobre coches, otros subidos en tejados y hasta en los árboles, ondeando banderas con los colores de Honduras en apoyo al depuesto mandatario.
"Sí se pudo, sí se pudo" y "fuera los golpistas", gritaban los manifestantes.
Zelaya fue derrocado el 28 de junio cuando pretendía realizar una consulta popular que abriera paso a la reelección presidencial, algo que sus detractores consideran una muestra de la influencia en Honduras de Chávez.
El golpe de Estado dejó dividido al segundo país más pobre del continente y desencadenó la peor crisis política en Centroamérica en décadas.
"Vamos a cambiar el país, este país ya no es de los ricos, es de los pobres que reclaman justicia", dijo René Vásquez, un estudiante de 24 años que se manifestaba a favor de Zelaya.
El sindicato de maestros, que apoya al derrocado presidente, anunció que sus 50.000 maestros abandonarán las aulas por tiempo indefinido a partir del martes, en una huelga que dejaría a 2 millones de alumnos sin clases.
fecha prevista antes del golpe - y entregar el poder en enero al ganador de los comicios, pese a que muchos países y organismos han dicho que no reconocerán al vencedor.
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