Este artículo se publicó hace 14 años.
"La zorrita astuta", una deliciosa fábula entre la ópera y el circo en el Convent Garden
El checo Leos Janácek está de moda en la capital británica y junto a la nueva y excelente producción de Katia Kabanova de la English National Opera, el Covent Garden ofrece también ahora una reposición de su ópera más alegre, "La zorrita astuta".
Son, sin embargo, obras muy distintas, tanto en el lenguaje musical como en el mundo que reflejan: opresivo y angustioso en el primer caso, una ópera sobre el suicidio de una adúltera con un sentimiento exagerado del pecado, optimista y liberador, en el segundo, una fábula panteísta de contagiosa vitalidad y energía sexual.
Es esta última una ópera en la que hombres y animales de todo tipo y tamaño comparten el mismo mundo y el mismo lenguaje, que hablan de los ciclos de la naturaleza y de la simple alegría de estar vivo y donde la muerte se acepta como algo natural y nunca patética o trágica.
El director Bill Bryden y el escenógrafo William Dudley le dan un tratamiento entre la ópera barroca y el circo, con niños y adultos disfrazados de conejos, de orugas, de ranas, de gallinas ponedoras, de tejones, de zorras y de zorritos, que comparten el escenario con los humanos: un guardabosques y su esposa, un cazador furtivo, un maestro y un cura.
Hay una artista de circo balanceándose en su trapecio, globos que suben y bajan y libélulas que parecen una de las máquinas voladoras inventadas por Leonardo da Vinci y un grupo de botellas danzarinas.
La rueda de la vida está claramente simbolizada por una gigantesca rueda de bicicleta que hace aparecer como enanos a todas las criaturas del bosque y por cuyo aro caminan a veces los distintos personajes como si fueran hámsters.
Todo parece girar en ese universo: la rueda de bicicleta, los ovillos colgantes que simulan los árboles del bosque y los husos de máquina hilandera que aparecen en escena de cuando en cuando.
La dirección escénica es ágil en todo momento, los personajes se mueven como pez en el agua y todo está perfectamente coreografiado.
El mensaje final es que con independencia de la suerte de cada uno, la vida sigue su curso: a través de "La Zorrita", Janacek nos habla con la mayor naturalidad de la muerte que espera a todos y lo hace de sin recurso al melodrama.
No es extraño que el compositor checo eligiera la última escena de esa ópera para que se tocase en su funeral.
La música de Janacek, que comenzó esta ópera a sus 67 años, estando enamorado de una mujer casada, su musa Kamila Stösslova, irradia un amor a la vida muy falstaffiano.
En la reposición de la Royal Opera House, donde la producción se estrenó en 1990 sin que haya perdido nada de su encanto desde entonces, el personaje principal del zorro lo interpreta la joven soprano británica Elisabeth Meister por enfermedad de Emma Bell.
Pese a haberse visto obligada a esa sustitución en el último momento, Meister sale más que airosa de la difícil prueba, Emma Mathews en el papel de la zorra, y supera incluso a la más conocida mezzosoprano australiana Emma Matthews, a la que en algunos momentos de fuerte orquestación resulta difícil oír.
Robin Leggate como el maestro, Matthew Rosel, en el papel del cazador furtivo, y Jeremy White, como el cura, que, disfrazados, interpretan además a otros animales como el mosquito o el tejón, están también excelentes.
Y el veterano Charles Mackerras, profundo conocedor de la música centroeuropea y especialmente de Janacek, atento siempre al mínimo detalle, pone de relieve las ricas armonías y el color de una música que expresa en todo momento los estados de ánimos y emociones de los numerosos personajes de la fábula.
Joaquín Rábago
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