Profesor Titular de Derecho Constitucional, Universidad de CórdobaTambién la izquierda ha sido cómplice y alentadora del poder de una Iglesia que se resiste a perder sus privilegios.No se trata por tanto de una cuestión ideológica ni partidista, sino que estamos ante una cuestión de legitimidad constitucional y que por tanto demanda resolverse de acuerdo con los principios que presiden nuestro ordenamiento jurídico. El cual, insisto, sigue lastrado, gracias a la acción y la omisión tanto de gobiernos de derechas como de izquierdas, por una concepción confesional de las relaciones del Estado con las religiones y del lugar de éstas en el espacio público. Recordemos como el gobierno de Zapatero dejó en un cajón un proyecto de reforma de la Ley de Libertad Religiosa, un ejemplo más de cómo también la izquierda ha sido cómplice y alentadora del poder de una Iglesia que se resiste a perder sus privilegios. Y tengamos en cuenta que también ahora, ante la polémica provocada por la inmatriculación del edificio cordobés, es el gobierno de la Junta de Andalucía el único que tiene en sus manos la posibilidad de remover un estado de cosas que supone, más allá de las consideraciones jurídicas, una apropiación no solo material sino también simbólica de un espacio.La jerarquía católica está henchida de soberbia y de, por supuesto, ceguera intelectual y empática,Por lo tanto, lo que trata de poner de manifiesto la Plataforma ciudadana que lleva meses liderando un debate público en mi ciudad es, junto a la denuncia de la “cruzada” que la Iglesia Católica y sus cómplices despliega en los últimos años con total impunidad, el peligro que corre la pérdida de todo el capital simbólico que atesora la Mezquita-Catedral de Córdoba. Un símbolo de los encuentros de culturas y religiones, un espacio en el que siempre ha sido posible el desenvolvimiento de las necesidades espirituales de mujeres y hombres diversos, un lugar desde el que sería posible trabajar, ahora con más urgencia que nunca, los diálogos y la gestión pacífica de los conflictos. Es decir, un edificio que no solo es historia sino que también podría ser puente para un futuro en el que el “paradigma Córdoba” del que habla Ramin Jahanbegloo sea una realidad y no una ensoñación. Un reto político y cultural que solo podremos abordar desde la consagración constitucional y cívica del laicismo o, lo que es lo mismo, desde el perfecto equilibrio entre libertad de conciencia, igualdad y pluralismo.