Este artículo se publicó hace 15 años.
Árboles transgénicos, ¿la solución o el problema?
La genética crea bosques de diseño con fines industriales y ecológicos, pero se ignoran sus riesgos
Un grupo de científicos rusos del Instituto de Química Bioorgánica de Moscú ha anunciado que en otoño comenzarán a plantar 300.000 árboles transgénicos al aire libre en las localidades rusas de San Petersburgo y Nizhny Nóvgorod. Las especies transgénicas que han conseguido copiar son abedules y álamos temblones, y la intención de los investigadores es la de frenar la deforestación y el cambio climático.
Los científicos sostienen que cada año desaparecen extensas áreas de bosques en todo el mundo y creen que la solución es plantar árboles industriales. Los rusos, a través de la web Russia InfoCenter, desvelan que a los abedules y álamos temblones se les transplantaron genes procedentes de pinos y álamos. Según se ha sabido, fue un trabajo muy duro seleccionar los genes necesarios, porque más de 40.000 regulan la síntesis natural de la madera.
Rusia y EEUU pronto empezarán a plantar estas especiesEl resultado es que los nuevos ejemplares son capaces de dar hasta cinco veces más cantidad de madera para producción de papel, ya que su contenido en celulosa es mayor, así como la cantidad de lignina, un compuesto que dificulta la conversión de la celulosa de árbol en papel o biocombustible como el etanol. Además, crecen con más rapidez. Según los investigadores, estos árboles crecen en 15 o 20 años en lugar de los 25 ó 30 necesarios para un árbol normal.
El primer árbol transgénico apareció en 1987 y sólo en China existen bosques con este tipo de árboles. A este respecto, Antonio Ballester, investigador del Instituto de Investigaciones Agrobiológicas del CSIC, deja claro que "no existe ningún árbol transgénico para su cultivo, aunque sí están autorizadas plantaciones muy controladas por las correspondientes comisiones de bioseguridad de los diferentes países". Sin embargo, este investigador confirma que en China hay plantaciones de álamos transgénicos sin control.
A pesar de que el interés comercial era bajo durante los primeros 10 años del desarrollo de árboles transgénicos, este ha crecido paulatinamente desde el fin de la década de 1990. A finales del 2003, el 45% de los permisos otorgados fueron para la industria y, principalmente, para álamos. Pero hasta el momento no ha habido un empuje concertado para la comercialización de árboles genéticamente modificados excepto en China, donde se han plantado más de un millón de árboles transgénicos en iniciativas de reforestación a raíz de la aprobación de su comercialización otorgada por la Administración Estatal de Silvicultura de China en 2002. En el país asiático se están plantando grandes cantidades de álamos resistentes a los insectos, la única aprobación conocida de este tipo.
En China ya hay un millón de álamos resistentes a los insectosEn el caso de Rusia, según la agencia de noticias Informnauka, las pruebas durarían tres años y, si dan los resultados esperados, se fabricarían árboles a escala industrial. Esto debería modificar la legislación rusa, que actualmente prohíbe las plantaciones a gran escala de estos ejemplares modificados.
En realidad todavía se desconocen las consecuencias que para el medio ambiente y los seres vivos pueden tener estos árboles genéticamente modificados. "No tienen porqué ser peligrosos", afirma Ballester, quien desarrolló el pasado año álamos transgénicos capaces de extraer más cantidad de metales pesados del suelo. Su investigación continúa a escala de invernadero y deberán pedir autorización para sacarlos a una parcela de experimentación al aire libre. "Y al cabo de muchos años, podrían permitir su explotación comercial", añade Ballester.
El gen de una bacteriaEl equipo capitanedo por Ballester incorporó al genoma de los álamos un gen de la bacteria Pseudomonas putida, un microorganismo común del suelo. De esta manera, los álamos temblones desarrollan una alta capacidad para absorber TNT de suelos y aguas contaminadas.
Pero los ecologistas no están convencidos. A pesar de que la mayoría de las veces sólo se potencia la acción de genes de los propios árboles, podría ocurrir como en los cultivos transgénicos, como el maíz que se cultiva en toda Europa. Según Isabel Bermejo, de Ecologistas en Acción, "hay riesgo de contaminación a otros cultivos y esto en un bosque puede ser mayor, porque sus ciclos son más largos y, por tanto, su permanencia en el medio ambiente es mayor". Además, los ecologistas opinan que puede ser arriesgado reducir el contenido de lignina en los árboles, ya que les proporciona rigidez estructural y resistencia a las plagas.
Por su parte, Juan Felipe Carrasco, especialista en transgénicos de Greenpeace, enumera sus objeciones a este tipo de árboles. "Estos ejemplares pueden contaminar genéticamente en otros árboles o plantas, son un elemento de control alimentario por parte de un puñado de grandes multinacionales y son un riesgo sanitario, ya que está demostrado que el maíz o la soja transgénica produce daños al hígado e incluso reduce la fertilidad", opina. Carrasco afirma que la patata transgénica, cuyo cultivo apoya el Gobierno español, produce resistencia a antibióticos.
A pesar de las voces en contra, las investigaciones con árboles modificados genéticamente sigue su curso. Recientemente se ha dado a conocer que la compañía estadounidense ArborGen quiere plantar 500.000 eucaliptos transgénicos originarios de Brasil en siete estados diferentes de EEUU. La empresa quiere hacerlos crecer para saber si podrían ser una fuente viable de la que extraer biocombustible, medicamentos o fibra de papel.
Muchas organizaciones ecologistas estadounidenses ya han levantado la voz. "Plantar estos árboles a gran escala expandiría el desastre", dicen. Carrasco lo corrobora y se queja de que, en su opinión, "las mismas compañías multinacionales que destruyen bosques en todo el mundo ahora ofrecen soluciones falsas con árboles perjudiciales".
Medicina no tan tradicionalA pesar de la oposición que suscitan los organismos transgénicos, las investigaciones con vegetales modificados genéticamente surgen por todo el mundo. De hecho, a finales de 2008 se supo que la India estaba de lleno en esta carrera de fondo. Según Greenpeace, algunos organismos de investigación del país asiático, como el Centro Biotecnológico Rajiv Gandhi, están intentando modificar genéticamente hierbas medicinales, como jivanti, ashwagandha, brahmi y creat, que forman parte de su medicina tradicional ayurvédica, para aumentar su contenido en principios activos. "Hemos completado el estudio en laboratorio. Aún no está preparado para pruebas al aire libre y tampoco tenemos la licencia para hacerlo. Sólo se continuará la investigación si se consigue la aprobación de las autoridades", dice un portavoz del centro Gandhi.
A pesar de que los investigadores niegan cualquier implicación negativa para el medio ambiente, ya hay gobiernos que prohibieron las pruebas de esta clase de árboles. Uno de ellos fue el Gobierno belga, que hace un año recibió la solicitud por parte del Instituto de Biotecnología de Flandes de que anulara la decisión de algunos de los ministros del Gobierno que prohibía experimentar con estos árboles a cielo abierto. La decisión no tardó en modificarse: en febrero de este mismo año, y ante las presiones de grupos a favor de los ensayos, el Gobierno belga autorizó estas pruebas.
Así que la carrera es imparable, incluso en España, donde se está experimentando con plantas forrajeras, como la alfalfa y el maíz, para hacerlas más digestibles, y el CSIC trabaja con castaños transgénicos para hacerlos más resistentes.
Como esta carrera siga a esta velocidad, "en los próximos cinco o diez años, veremos árboles transgénicos en el mercado", dice Maud Hinchee, jefe de tecnología de ArborGen. Para Greenpeace, es un retroceso. "Se debería parar la deforestación de los verdaderos bosques, que destruye 60 hectáreas al día en Brasil o 40 en Argentina y aumentar la biodiversidad evitando monocultivos forestales", protesta Carrasco.
Plantas sintéticas para capturar y reciclar el CO2Global Research Technologies, una empresa estadounidense dirigida por Klaus Lackner, de la Universidad de Columbia, ha creado un árbol sintético que, dice, captura CO2 sin necesidad de luz solar. “Son 1.000 veces más rápidos que un árbol normal a la hora de recolectar CO2. Hacen lo mismo que la naturaleza, pero mucho más deprisa”, dice.
De momento sólo hay ‘preprototipos’, como los llama Lackner: una especie de persianas cuyas ‘hojas’, de un polímero cargado con iones positivos, capturan CO2, que después se comprime y se convierte en líquido para usarse como fertilizante o crear combustibles sintéticos.
“Por cada tonelada de CO2 capturada, nuestro árbol necesita energía que sólo emite 200 kilos”. Un árbol sintético puede recoger 90.000 toneladas al año en lugares donde los auténticos serían incapaces de sobrevivir.
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