Este artículo se publicó hace 13 años.
La batalla del CO 2 se libra en el subsuelo
Arranca en León uno de los centros pioneros en el mundo para almacenar dióxido de carbono bajo tierra. El sistema ha sido muy criticado por los ecologistas
El plan europeo para reducir drásticamente las emisiones de los gases de efecto invernadero cada vez se complica más. Las nucleares sufren un serio revés para su credibilidad, lo que parece impedir que sean las que sostengan los pilares de una producción de electricidad limpia hasta que se desarrollen por completo las energías renovables. En ese contexto, y en los mismos días en que certificaba el apagón nuclear, Alemania decidió el jueves aprobar la investigación de la tecnología de captura y almacenamiento de CO2, un polémico procedimiento al que se opusieron ecologistas y socialistas en el Parlamento. Se trata de que las centrales térmicas no expulsen este gas por sus chimeneas, sino que se atrape antes de emitirse y se inyecte en subsuelos apropiados.
A este territorio que ahora quiere explorar Alemania llegó en 2007 un grupo de científicos españoles que tienen hoy entre manos el proyecto más avanzado en la investigación de esta compleja tecnología. Tanto es así que, justo estos días, la maquinaria de Compostilla, en El Bierzo (León), ha comenzado a lograr los primeros hitos a niveles casi industriales. Allí, en 2009 se lanzó un proyecto científico y tecnológico, respaldado con 180 millones de euros de la UE, para conseguir hacer del negro carbón algo más sostenible.
El proyecto busca que el carbón sea un elemento más sostenible
El director del programa de captura del CO2, Vicente Cortés, explica que la tecnología que se está desarrollando en las inmediaciones de Ponferrada es "la única manera" de mantener la explotación del carbón sin perjudicar el objetivo de reducción de emisiones. Eso es lo que le pidió el Gobierno en 2007 a los responsables del Centro de Investigaciones Energéticas, Medioambientales y Tecnológicas (Ciemat), que fueron los que pusieron la primera piedra conceptual de lo que hoy en día es la Fundación Ciudad de la Energía que impulsa el programa.
Entre las distintas aventuras tecnológicas que podrían obtener en la teoría los resultados deseados, fue el Ciemat el que apostó por el desarrollo de la oxicombustión (combustión de carbón con oxígeno). Es en esta fase, la primera de tres, en la que se encuentra la investigación, probando que se puede segregar el CO2 del resto de los elementos nocivos que surgen tras quemar carbón para generar electricidad.
Proyección comercial"Y no en un laboratorio o en pequeñas instalaciones, como se ha realizado hasta ahora, sino en dimensiones industriales como las de esta planta", explica Cortés, orgulloso de que su equipo sea "referente mundial" en el desarrollo de esta tecnología que usará Endesa y comercializará Foster Wheeler en cuanto esté lista, en torno a diciembre de este año.
Según explica este catedrático de Ingeniería Química de la Universidad de Sevilla, esta planta en prácticas con 45 trabajadores activos tiene las dimensiones de una fábrica de cemento y no genera electricidad para no prostituir el proyecto, porque "sólo está asociada al desarrollo tecnológico". Aunque, eso sí, la comercialización de sus patentes generará los correspondientes derechos de autor para esta tecnología española.
En Compostilla se trabaja en paralelo con dos tipos bien distintos de calderas para tener contempladas las dos principales maneras de explotar el carbón que se usan en el mundo, y así tener soluciones para todos. Cada hora de trabajo se lleva 4.000 euros de la inversión europea mientras se queman tres toneladas de carbón patrio. La segunda fase consistirá en el desarrollo de los mecanismos apropiados para la compresión y transporte de este gas en condiciones estables hasta el punto de almacenamiento, la tercera fase.
Se trata de un "sistema energético pernicioso", dice Greenpeace
Este punto crítico es el que más problemas puede llegar a plantear, tanto desde una perspectiva técnica como por la respuesta social que puede provocar. La inyección de CO2 en el subsuelo implica "aprender una lección de la naturaleza", sostiene Modesto Montoto, director del programa de almacenamiento. Se trata de encontrar terrenos óptimos para reproducir en la roca el mismo escenario que se da en las preciadas bolsas de gases o petróleo. El desarrollo de los procedimientos de inyección de gas en el suelo y de las tecnologías de detección de fugas se están preparando en Hontomín, Burgos.
Según las proyecciones de la Fundación Ciudad de la Energía, la captura y almacenamiento de CO2 será una realidad en algunas explotaciones industriales en 2015. Una apuesta que debe aportar el 20% de la reducción de emisiones de gases de efecto invernadero previstas para la UE en 2050, según la Agencia Internacional de Energía.
Pero se trata de una tecnología que no gusta nada a las organizaciones ecologistas, quienes apuestan por poner todas las fichas en la casilla de las energías limpias. "Es un error que se quite dinero público de la verdadera solución, las renovables, para mantener vivo este sistema energético pernicioso", dice Aida Vila, de Greenpeace, que critica que al carbón se le subvencione en la extracción y en la quema, y ahora también en este desarrollo. "Lo que hay que hacer es reconvertir el sector, no seguir poniendo parches como el almacenamiento en el subsuelo, que puede tener fugas", advierte.
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