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En busca de la primera palabra

Detectan un área de la voz en el cerebro de los macacos que puede dar información sobre el origen del lenguaje humano

DANIEL MEDIAVILLA

Hace decenas de miles de años tuvieron lugar los primeros diálogos -quizá del tipo: 'Cuidado con el lobo', 'yo ataco al jabalí por la izquierda' o 'el agua de ese manantial no es buena'-. El lenguaje fue una habilidad que perfeccionó la capacidad de cooperación, y es clave en el triunfo evolutivo humano. Pero sus orígenes son aún un misterio.

De aquellos primeros primates habladores quedaron sólo sus huesos. Las palabras se las llevó el viento. Dado que las capacidades lingüísticas no fosilizan, los investigadores necesitan caminos indirectos para tratar de saber más sobre cuándo y cómo aparecieron las lenguas. Una de estas formas es el estudio de las formas de comunicación de otros animales.

En un artículo publicado ayer en Nature Neuroscience, científicos del Instituto Max-Planck en Tübingen (Alemania) explican cómo descubrieron, aplicando técnicas de diagnóstico por imagen, un área de la voz en el cerebro de varios macacos (Macaca mulatta). El estudio muestra que este área no se activa con cualquier sonido, sino que prefiere sonidos vocales de otros miembros de la especie con algún significado especial.

Los científicos observaron también que este área de la voz es sensible a la identidad del individuo que realiza las vocalizaciones. Esta región cerebral desempeña una tarea fundamental en la comunicación entre los macacos y sus interacciones sociales, contribuyendo así a su supervivencia.

'Igual que la voz humana tiene mucho significado incluso cuando no hay lenguaje, las vocalizaciones de los monos que hemos estudiado tienen mucho significado para ellos. Creo que esto nos ayudará, en un futuro cercano, a saber si el cerebro del mono tiene áreas que son precursoras de las áreas humanas del lenguaje', afirma Christopher Petkov, autor principal del estudio.

Rastros del proceso

Estudiar los rastros del proceso evolutivo en el cerebro de primates no humanos es una forma de aprender más sobre cómo aparecieron las capacidades lingüísticas de nuestra especie. Otra consiste en leer los mensajes que dejan los fósiles.

En 2004, un grupo de investigadores españoles publicó en PNAS un estudio que indicaba que hace más de 500.000 años los humanos que vivían en la Sierra de Atapuerca ya tenían nuestro mismo patrón auditivo. 'Este patrón es distinto al del resto de primates porque nosotros somos más sensibles a las frecuencias del lenguaje hablado', explica el autor principal del estudio, Ignacio Martínez. Con lo que se conoce hasta ahora es imposible asegurar que aquellos humanos hablaran, pero sí que poseían 'las capacidades anatómicas en las que se apoya la recepción del habla', dice Martínez.

En su opinión, estudios como el del Max-Plank pueden ayudar a saber más sobre las capacidades lingüísticas. 'Y creo que hay un grupo de animales que, al tener vocalizaciones muy complejas, nos aportarán valiosísima información. Y no estoy hablando de ningún tipo de primate, sino de los delfines', concluye Martínez.

 

La base biológica del habla es desconocida y muy difícil de estudiar en animales. Ningún sistema de comunicación animal tiene un nivel de complejidad similar al humano. Además, modificar a personas genéticamente para estudiarlas está muy lejos de ser aceptable éticamente.

Para salvar este obstáculo, los científicos investigan a individuos que sufren mutaciones genéticas relacionadas con el lenguaje. Así, se podrá comenzar a averiguar qué partes del lenguaje están relacionadas con otras capacidades mentales y cuáles evolucionaron de manera independiente.

Por ejemplo, las personas que por un problema genético no cuentan con el gen ‘FOXP2’ tienen problemas con muchas habilidades lingüísticas y eso señala la importancia de este gen en la capacidad del habla. Además de ayudar a conocer los orígenes del lenguaje, estos estudios proporcionarán información útil para combatir esas enfermedades. 

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