Este artículo se publicó hace 12 años.
El cambio climático incrementa el número y la intensidad de los ciclones
La supercomputación predice el comportamiento de la tormenta tropical Isaac
A pocos kilómetros para alcanzar las costas de Luisiana, tocando tierra en Nueva Orleans, la tormenta tropical Isaac ya ha dejado tras de sí 24 muertos en Haití y casi 45.000 desplazados entre este país y su vecina República Dominicana. Hoy se conmemora el séptimo aniversario por la catástrofe del Katrina y Barack Obama no quiere “tentar al destino”.
Hasta el punto de que el presidente de EEUU ha hecho un llamamiento a sus ciudadanos para que “se tomen en serio” las advertencias de las autoridades. Desde el Centro Nacional de Huracanes se trabaja activamente para anticiparse a los movimientos de la tormenta tropical.
Sergio Alonso, catedrático de Meteorología y Cambio Climático en la Universidad de Illes Balears (UIB), sostiene que “las tormentas tropicales no son precisamente una de las perturbaciones más sencillas de predecir, debido a sus propios procesos y a los instrumentos disponibles para realizar pronósticos”. Sin embargo, aunque resulta complicado anticiparse a su generación, no sucede lo mismo con su comportamiento una vez formada la perturbación.
Más ciclones por el cambio climáticoAlonso explica que “este tipo de perturbaciones, que si se forman en el Pacífico se denominan tifones y si lo hacen en el Atlántico, huracanes, dependen en gran medida de la temperatura superficial del mar, formándose a partir de los 27 grados centígrados”. Aunque éste no es, ni mucho menos, el único factor que determina su intensidad –influyen otros como la propia estructura vertical de la perturbación-, sí que ayuda a delimitar las áreas geográficas más propensas a sufrir estos fenómenos meteorológicos.
En este sentido y como experto en cambio climático, el catedrático indica que “el incremento global de la temperatura puede incrementar no sólo el número de perturbaciones, sino su severidad, esto es, la intensidad de las mismas”. El experto puntualiza que “el clima no es una cuestión de año a año, sino de más largo plazo. Ello, unido a que la subida de las temperaturas no se produce en todas las regiones de un modo uniforme, deriva en que habrá años que el número de ciclones decaiga, pero, en el global, podríamos decir que la tendencia es al alza, tanto en número de perturbaciones como de potencia intrínseca de los fenómenos”.
Anticipar su comportamientoEn contra de la creencia extendida de que el histórico de ciclones ayuda a establecer patrones de comportamiento de las futuras perturbaciones, el catedrático de la UIB asegura que “este conocimiento histórico no es crítico para realizar las predicciones”, hasta el punto de que queda excluido de la modelización atmosférica con que trabajan los expertos.
Esta modelización se basa en “un conjunto complejo de ecuaciones matemáticas con base física que ha de resolverse mediante supercomputación”, indica Alonso. A través de estas formulaciones se establecen modelos de predicciones, únicamente basados en las variables medidas del objeto de estudio, determinando estudios de trayectorias y probabilidades de las mismas.
En cuanto a los efectos de estas perturbaciones, Alonso señala que, “como sucede con casi cualquier otro, en este casos dos fenómenos idénticos pueden provocar efectos absolutamente desiguales según la región, en función de, por ejemplo, el nivel de desarrollo de los países afectados”.
Diez tormentas tropicales mortíferas1900. Huracán en Galveston: El 8 de septiembre de 1900, la isla Galveston, del estado de Texas, vio cómo una tormenta tropical procedente de Cuba y el Golfo de México hacía estragos. La Oficina Meteorológica EE.UU. había evitado hablar de ‘huracán’ o ‘tornado’ con el fin de no alarmar a la población. Sin embargo, cuando la tormenta tocó tierra, la velocidad del viento superaba los 215 km/h, transformándose en un huracán de categoría 4. El balance de víctimas alcanzó las 8.000, destruyendo más de 3.600 casas y provocando daños por valor de 30 millones de dólares de entonces, uno 500 millones actuales.
1957. Huracán Audrey: Detectado inicialmente en el suroeste del Golfo de México, en un solo día (del 24 al 25 de junio) pasó de tormenta tropical a huracán. Para el día 27 ya era de categoría 4, dirigiéndose hacia Texas y Luisiana. Ya con menor intensidad en tierra, alcanzaría Mississippi y algo menos los Grandes Lagos. Las inundaciones en Luisiana causaron casi 400 muertes. Los costes sólo en EEUU superaron los 150 millones de dólares.
1970. Ciclón Bhola: Aunque se desconoce la cifra exacta de muertos, se estima que ésta se situó en la horquilla de los 300.000 a los 500.000. La peor parte de Bhola se la llevó Bangladesh y el Golfo de Bengala en India, el 12 de noviembre, cuando alcanzó la categoría 3 de huracán, provocando inundaciones en el delta del Ganges, engullendo cosechas y pueblos enteros.
1975. Tifón Nina: Este tifón arrasó con la presa de Bangiao en China, lo que provocó sucesivos colapsos en el resto de las presas, multiplicando los efectos de Nina y causando la muerte de más de 100.000 personas.
1992. Hurricane Iniki: En septiembre de 1992 y fruto de lo que entonces se denominó la fase más calida del fenómeno de El Niño, Iniki asoló la isla de Kaua’i, en pleno Hawaii. La buena gestión de los acontecimientos redujo las bajas a seis a pesar de que el aviso tan sólo se dio con 24 horas de antelación. El coste de los daños superó los 1.800 millones de dólares.
1992. Huracán Andrew: Habiendo partido de la costa occidental de África, su trayectoria por Bahamas, el sur de Florida y el suroeste de Luisiana causó la muerte directa de 26 personas e indirecta de otras 39, con daños superiores a los 34.000 millones de dólares. El viento superó los 280 km/h en algunas regiones, derivando en algunas zonas en tornado, como fue el caso del sudeste de Luisiana.
1997. Huracán Pauline: Pauline tiene el dudoso honor de no sólo ser el huracán más destructivo sino, además, el más mortífero de cuantos han asolado la costa mexicana, incluido Acapulco con lluvias torrenciales. Esta perturbación se llevó consigo cerca de 400 vidas, dejando tras de sí a 300.000 personas sin hogar y provocando daños por valor de más de 7.500 millones de dólares.
2005. Huracán Katrina: Se trata de la tormenta tropical más mortífera de los últimos años, con un balance de más de 1.200 víctimas según el Centro Nacional de Huracanes de EEUU y más de 700 desaparecidos. Katrina se cebó con el Estado de Luisiana y, más concretamente, con Nueva Orleans, a la que inundó en más de un 80% debido a la mala gestión de la Administración Bush, durante su paso y en los días posteriores durante las labores de rescate. Como consecuencia de ello, a las negras cifras de muertos se sumaron los daños por valor de 80.000 millones de dólares. Se llegaron a registrar hasta 33 tornados derivados de Katrina.
2008. Ciclón Nargis: En mayo de 2008, la bahía de Bengala fue golpeada por esta perturbación, cebándose con Birmania a la que golpeó con vientos de más de 215 km/h. La ONU estimó que la cifra de afectados superaba los 2,5 millones de personas y la Cruz Roja habló de casi 130.000 víctimas sólo en este país.
2008. Huracán Ike: Tras el paso de esta perturbación, que partió de Cabo Verde, casi 200 personas murieron, desde Haití a Galveston (Texas). Alcanzó la categoría 3 y los mayores daños se registraron en EEUU, con 24.000 millones de dólares, seguido de Cuba (7.300 millones) o Bahamas (200 millones), entre otros, hasta alcanzar un total de pérdidas de 32.000 millones de dólares.
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