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¿La catástrofe sirvió para algo?

Antonio Figueras, del Instituto de Investigaciones Marinas de Vigo (CSIC), valora las consecuencias del desastre del Prestige.

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A la hora de planificar la prevención de la contaminación marina en España, debería tenerse en cuenta lo siguiente:

1. España no puede permitirse carecer de un centro independiente para trabajar en asuntos relacionados con la contaminación de las aguas, que coordine planes de emergencia y actualice los conocimientos científicos y técnicos que se generan continuamente.

Este centro debería coordinarse con otros organismos internacionales (Cedre, NOAA) y con las instituciones españolas que trabajan en estos asuntos. Ayudaría a vencer dificultades de coordinación, trabajando en tiempos de tranquilidad para garantizar la máxima eficacia en tiempos de emergencia. Debería recoger las experiencias de las catástrofes creando y gestionando un archivo. Por cierto, ¿dónde está la documentación que se generó en situaciones anteriores?

2. Se necesita un único plan de actuación frente a estas catástrofes, que se ensaye periódicamente. Es imprescindible la creación de una unidad de crisis coordinada, con presencia de los organismos con competencias en estas materias, que elabore, gestione y actualice el plan. Por supuesto, una condición necesaria es que los políticos se comprometan a escuchar y a poner en práctica las recomendaciones de la unidad.

3. Se ha de crear una comisión de seguimiento para cada catástrofe ambiental. En ella han de participar técnicos, políticos y afectados. Estas comisiones deberían estar activas muchos años después de que sucedan los accidentes, ya que sus efectos aparecen la mayoría de las veces con mucho retraso. En EEUU, por ejemplo, se creó un Consejo Asesor para evaluar en el tiempo el impacto del Exxon Valdez. Diez años después del derrame de petróleo, el Consejo Asesor identificó 30 recursos o especies afectadas por el vertido. Muchas especies afectadas no se han recuperado totalmente.

Un país como España, en el siglo XXI, no puede estar a merced de los caprichos del viento. Nuestra pesca, nuestra acuicultura y el turismo no pueden depender de que el viento role o no o en un momento tan crítico como el que estamos viviendo. Un país que es casi una isla no puede permitirse estos lujos.

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