Público
Público

"La ciencia básica no tiene apoyo empresarial"

El premio Nobel de Física de 2003, Anthony J. Leggett, defiende que se creen oportunidades para las vocaciones científicas

ÓSCAR MENÉNDEZ

A sus 70 años recién cumplidos, el premio Nobel de Física de 2003, Anthony Leggett, representa, con su apariencia de sabio despistado, el arquetipo de científico teórico. Nació en el sur de Londres, en una familia de clase media, y ha recorrido medio mundo trabajando en diversos centros. La Academia sueca le premió por su trabajo con el gas helio-3 a temperaturas de 273 grados bajo cero. Gracias a su labor se conoce un poco el verdadero comportamiento de la materia, ya que en ese ambiente tan frío un elemento como el helio pierde su viscosidad hasta llegar a fluir sin perder energía en la fricción. Es lo que se conoce como superconductividad a muy bajas temperaturas.

Lo curioso de este ciudadano anglo-estadounidense es que no se decidió a estudiar ciencia hasta los 20 años. A los 13 -dos más joven de lo habitual, por ir adelantado- se matriculó en Oxford y al elegir una rama de conocimiento, como hacían entonces los alumnos más aplicados, optó por las letras. Acumula, así, su primer graduado en Humanidades con otro segundo en Física, ambos en la prestigiosa universidad británica. Leggett ha aprovechado su visita a Madrid, invitado por su discípulo el catedrático Fernando Sols y por la Universidad Complutense de Madrid, para impartir una charla sobre otro de los campos teóricos que más le interesan: el sentido del tiempo en la observación de los fenómenos micro y macroscópicos, lo que él denomina 'flecha del tiempo'.

Cualquier persona no duda sobre el sentido de la flecha del tiempo: el tiempo discurre del pasado al futuro... ¿o acaso no es así?

Así lo asumimos, desde luego. Hay que dar por sentado que podemos afectar al futuro y recordar el pasado, pero no al revés. Si vemos una película, reproducida a la inversa, casi siempre podemos decir si se está proyectando adecuadamente o no. Pero eso ocurre desde una visión
macroscópica.

¿Y en una visión microscópica?

En el ámbito microscópico esto no siempre es así y las reglas de la física son completamente simétricas. No parecen poder distinguir entre pasado y futuro. A un nivel microscópico no tenemos más base para decir que el pasado causa el futuro que para decir lo contrario. Ahí, si viéramos esa película, nos costaría saber si está proyectándose en la dirección adecuada o no. Para comprender este concepto es importante considerar el desorden, porque el futuro es la dirección en la que el desorden se incrementa. Y esto funciona bien si se da por sentado que el estado inicial está ordenado. Imaginemos, por ejemplo, cuando se barajan unas cartas.

Parece evidente que el desorden se incrementa al irlas barajando...

Sí, a medida que el tiempo pasa, estarán más desordenadas. Pero si se utiliza una máquina para barajar las cartas, habrá un punto en el que empezará a ordenarlas. Aquí aparecería por tanto la suposición de que el desorden aumenta en el futuro, pero también en el pasado. En la vida real no hacemos esta presuposición, lo que conduce a la idea de que los seres humanos pueden preparar las condiciones iniciales, pero no las finales.

Sus investigaciones no parecen tener una aplicación práctica inmediata. ¿Es eso un problema?

Existe una tendencia en América y Europa a juzgar los avances científicos por su beneficio económico inmediato y lo que ocurre es que muchas empresas industriales no están apoyando la ciencia básica, que cuenta ahora con menos apoyo que en los años cincuenta o sesenta del siglo pasado. Puede que sea un hecho cultural y que se deba a una cierta tendencia a la inmediatez. Se buscan las cosas prácticas y los resultados económicos directos.

Pero la investigación básica tiene valor propio, como conocimiento.

Sí, claro. Pero también si se analiza sólo desde una posición tecnológica, basta con una perspectiva a pocos años vista. Cuando se inventó el láser, mucha gente pensó que no tenía aplicación práctica y es evidente que no ha sido así. Y cuando se inventó el ordenador, uno de los líderes de la revolución informática, Thomas Watson, dijo que quizá se pudieran vender ¡cinco en todo el mundo!

¿Es necesario aumentar el conocimiento científico general?

No es tan importante que el ciudadano medio comprenda la teoría de la relatividad como que aquellos que son buenos para la ciencia tengan la oportunidad de dedicarse a ello.

¿Y cómo se logra que los jóvenes elijan carreras de ciencias?

Es muy importante el papel de los profesores de secundaria, porque pueden ayudar a los alumnos a decidir sobre su futuro. Los profesores tiene que ser entusiastas y estar bien informados. Si pudiera, para aumentar el progreso científico lo que haría sería subir el sueldo de esos profesores.

Usted cambió a los 20 años a las ciencias y ahora imparte conferencias en todo el mundo...

Como he dicho, no me parece tan importante que todos sepan de ciencia, sino sobre todo que aquellos que les gusta, y que podrían hacerlo bien, tengan su oportunidad. Una de las razones por las que me gusta dar conferencias consiste en que tengo la esperanza de que entre el público haya un par de personas que cojan el mensaje, se interesen y eso les refuerce la intención de dedicarse a esto.

En 2006, tras una declaración de George Bush sobre la posible guerra con Irán, firmó en contra de un posible ataque con armas nucleares en dicho país. ¿Tuvo que ver con ello que usted sea físico, como Niels Bohr y otros teóricos de la bomba atómica?

Bueno, posiblemente tiene que ver con eso, no lo sé. Es verdad que cuando te dan un Premio Nobel te llueven las peticiones de firmas para toda clase de manifiestos. Pero también es cierto que mi conocimiento científico me proporciona una gran base de juicio, por ejemplo, en este asunto de las armas nucleares, como para poder opinar con mejor criterio que un ciudadano normal.

¿Te ha resultado interesante esta noticia?