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Clones que nacen del hielo

Científicos japoneses ‘copian’ ratones congelados hace 16 años a partir de los núcleos de sus neuronas muertas, un logro que abre la puerta a la recuperación de especies extinguidas

JAVIER YANES

¿Es posible devolver la vida a las especies largamente extinguidas, como los dinosaurios? A esta pregunta recurrente, la ciencia actual solo puede ofrecer una respuesta: no. Los científicos suelen apuntar que el Parque Jurásico imaginado por Michael Crichton y filmado por Steven Spielberg es un loable empeño de verosimilitud, pero siempre dentro de la ficción.

Una situación diferente es la de mamuts y otros animales que dejaron sus restos congelados en el suelo. En tales casos, la respuesta negativa puede empezar a admitir matices, gracias al valioso logro de un grupo de científicos japoneses que hoy publica PNAS.

Con la tecnología disponible hoy, la posibilidad de clonar especies extinguidas tiene un límite: aunque el animal haya muerto, sus células deben seguir vivas. Aún no es posible, como planteaba Crichton, restaurar un genoma completo a partir de fragmentos aislados de ADN y completar los huecos con relleno genético. Los métodos actuales de clonación requieren que el genoma donante, aquel que se va a copiar, se conserve íntegro en su envoltorio natural.

Lo anterior es inmediato cuando el animal donante está vivo, o cuando sus tejidos se han preservado de manera que continúen siendo viables. Para ello, no basta con congelarlos de cualquier manera, ya que la formación de cristales de hielo destruye las células, acuchillando sus membranas y pulverizando sus estructuras. La congelación de tejidos biológicos precisa disgregar sus células, suspenderlas en un medio especial que contenga un crioconservante –una sustancia que reemplaza al agua y evita la cristalización– y, por último, almacenarlas en nitrógeno líquido a una temperatura inferior a -150ºC.

Los procedimientos anteriores se aplican de forma rutinaria cuando se trata de congelar muestras de especies en peligro de extinción con vistas a una futura clonación, como se hizo con el tejido de la oreja de Celia, el último ejemplar de bucardo pirenaico, muerto en 2000.

Pero estos obstáculos han resultado hasta ahora insalvables para los científicos que han tratado de clonar ejemplares conservados de forma natural en el hielo permanente de la tundra. Ejemplo de ello es un proyecto de la Universidad Kinki de Japón que aspira a la clonación del mamut, un animal del que se conservan cuatro ejemplares completos congelados y decenas de restos parciales.

La barrera técnica se ha roto gracias al trabajo de Teruhiko Wakayama y sus colaboradores del Centro de Biología del Desarrollo de Kobe (Japón). Los investigadores emplearon cadáveres de ratones conservados a -20ºC, la temperatura de cualquier congelador casero. Como era de esperar, sus células estaban destruidas; pero no así los núcleos, que contienen el ADN.

Extrayendo núcleos de neuronas e inyectándolos en óvulos frescos vacíos –la misma técnica empleada con la oveja Dolly–, los científicos han creado embriones que han prosperado en madres de alquiler hasta producir ratones completos que son copias de los congelados.

De momento, la técnica tiene sus limitaciones y plantea un buen número de enigmas. Según explica Wakayama a Público, “aún no sabemos por qué funciona mejor con neuronas que con otras células, es un hallazgo completamente nuevo que nos sorprendió; será lo siguiente que nos planteemos”. En el estudio, los investigadores sugieren la hipótesis de que los azúcares cerebrales puedan actuar como crioconservantes naturales.

Por otro lado, los ratones con un mes de congelación admitieron la clonación directa, mientras que los congelados hace 16 años precisaron un paso intermedio: obtener células madre embrionarias y practicar una segunda clonación con los núcleos de éstas. “Pero no son casos comparables”, puntualiza Wakayama, “porque los de 16 años eran ratones de cepas puras endogámicas, y estos no se han logrado clonar ni siquiera de células vivas”. De hecho, no cree que los tejidos congelados tengan fecha de caducidad: “Espero que no, pero no lo sé. Si me dan ratones congelados hace más tiempo, lo sabremos”.

El estudio no elude la referencia al Santo Grial de la clonación reproductiva: resucitar al mamut. Wakayama confiesa que ya se ha comunicado con grupos interesados en este fin, “pero aún no hemos comenzado los experimentos”, dice. Al preguntarle si lo cree realmente posible, opta por la cautela –“puede que sí, puede que no; no lo sabremos hasta intentarlo”–, pero aderezada con una pizca de osadía: “Recuerde que, hasta ahora, todo el mundo pensaba que clonar animales de cuerpos congelados era imposible”.

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