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"Los creacionistas niegan toda la ciencia en general"

El biólogo español Francisco J. Ayala recoge el nobel de la espiritualidad'

MIGUEL ÁNGEL CRIADO

De manos del duque de Edimburgo, consorte de la reina de Inglaterra, el genetista y biólogo molecular español nacionalizado estadounidense Francisco J. Ayala recibió el miércoles el Premio Templeton, considerado el nobel de la espiritualidad. Dotado con un millón de libras esterlinas (1,17 millones de euros), reconoce en la obra de Ayala el mejor puente entre ciencia y religión.

 

El propio Ayala lo dijo al recoger el premio en el palacio de Buckingham, en Londres: 'Confío en que este premio que se me concede ayude a difundir la idea de que la ciencia y la religión no están en oposición; de hecho, a menudo pueden ser complementarias'. Lo lleva diciendo desde hace años, lo que le ha colocado entre el fuego cruzado de fundamentalistas religiosos y de científicos ateos.

'El fuego de los científicos viene de muy pocos, y a la mayoría los conozco bien. Con ellos se puede argüir. Más difícil es tratar con los creacionistas y los que proponen el diseño inteligente. No escuchan a la razón y no les importa tergiversar las cosas para defender sus argumentos', dice Ayala, en una entrevista telefónica con Público.

Pero algún colega, como su buen amigo Richard Dawkins, consideró una afrenta que la Academia Nacional de Ciencias albergara el anuncio de su premio. 'Si Dawkins hubiera sabido que yo era el premiado, no lo habría dicho. Para él, la fundación Templeton ha dado este premio a algunos propagandistas de una visión religiosa que, a veces, ni acepta las conclusiones científicas de la evolución', comenta Ayala.

La Fundación ha reconocido en el pasado también a grandes personajes de la espiritualidad, como la Madre Teresa de Calcuta o el Dalai Lama. 'Pero gradualmente la Fundación ha ido girando hacia las contribuciones de los científicos, eso sí, de aquellos que tienden a tener en cuneta los valores espirituales y no sólo la ciencia', comenta Ayala.

Ordenado sacerdote dominico en 1960, Ayala no quiere que la religión se inmiscuya en la ciencia, pero tampoco que esta se meta en los asuntos de Dios. Considera que ambas sirven a diferentes necesidades humanas. Ya en 1981 testificó como experto en un caso contra el Gobierno de Arkansas(EEUU) por aprobar la enseñanza del diseño inteligente en las escuelas como una teoría científica más. Pero, aunque la ley fue abolida, sigue la polémica, como se ha podido comprobar en Florida cuando, hace unos meses, presentó una iniciativa similar. ¿Es una dialéctica inevitable?

'Será inevitable siempre que haya personas que no quieran tomar en serio las posiciones científicas porque creen que sólo pueden defender su ideología negando la ciencia'.

Por ideología, Ayala entiende no sólo sólo la fe cristiana, 'sino a aquellos que tienen determinadas ideas sobre cómo interpretar la creación del mundo o la propia Biblia que, por cierto, son completamente contrarias a la tradición cristiana. Ya San Agustín en torno al año 300 decía que la Biblia no trata de enseñarnos sobre física, química o astronomía, es un libro religioso en el que no se debe buscar allí cosas que podemos aprender por nosotros mismos..', dice este profesor de la Universidad de California en Irvine.

Fundamentalismo en EEUU

A Ayala, licenciado en Físicas y en Teología, sus profesores le recomendaron que se fuera de España si quería seguir el camino de la ciencia. Cuando llegó a EEUU, le sorprendió el amplio rechazo que existía hacia las ideas de Darwin. 'No tenía conciencia entonces, como mucha gente todavía, de que en el país tecnológica y científicamente más avanzado del mundo hubiese el fundamentalismo religioso que existe. Pero aquel país fue fundado por cristianos fundamentalistas', recuerda. No sólo se oponen al evolucionismo, reflexiona. 'Con frecuencia se oponen a la ciencia en general porque nos arrastra al materialismo, lo que nos aleja de Dios. No creen que se puedan conciliar ciencia y religión', dice.

Además, a Dios no le conviene el diseño inteligente. Ayala cree que estas ideas congenian mal con el problema de la presencia del mal en un mundo gobernado por Dios, lo que los teólogos llaman el problema de la teodicea. 'Un mal es el que provocamos los humanos y es consecuencia del libre albedrío. Dios podría haber creado un mundo de robots pero no serían hombres. Tenemos inteligencia y libre albedrío y, con ellos, el mal', sostiene.

Pero hay otros dos niveles. 'Uno es el físico, el de las catástrofes naturales, como los terrenos y los huracanes que matan a miles de persones. También está el mal biológico, como las enfermedades o la crueldad de los depredadores. El mal físico antes de la revolución científica del siglo XVII se explicaba como acciones de Dios premiando y castigando a los hombres. Desde entonces, lo dejamos como fenómenos naturales'. Pero quedaba por explicar el mal biológico. 'Darwin hizo posible explicar las enfermedades y otras deficiencias del diseño cómo consecuencia de la naturaleza biológica de la evolución. Un mundo sin evolución no tendría la belleza de este mundo lleno de millones de especies y las relaciones entre ellas', añade.

Para Ayala, que donará el importe del premio a su universidad, la neurobiología es una de las últimas fronteras del saber. 'Sabemos que las neuronas se comunican con señales químicas y eléctricas. Pero ¿cómo se transforman en deseos, pensamientos o ideas? ¿Cómo surge de ahí el sentido del yo, de que tenemos continuidad?', se pregunta.

Otro problema que le atrae es como las diferencias entre los chimpances y los humanos a nivel genético del ANR, que codifica por proteínas, es apenas del orden del 1,5% y sin embargo somos tan diferentes. 'Ahí deben residir las características específicamente humanas, que nos hacen humanos'.

El interés de Ayala por las enfermedades infecciosas le llevó a hacer importantes descubrimientos sobre el componente genético del mal de Chagas. Ahora le interesa más la malaria. El año pasado colaboró en un estudio que demostró cómo posiblemente un único mosquito transmitió este mal de los chimpancés a los humanos. ¿Dependemos tanto del azar?

'Es más el resultado de la evolución adaptativa. Primero hubo una mutación, que sí es azar, hace cientos de miles de años, que protegió a los homínidos del parásito. Pero este mutó, haciéndose más dañino. La evolución depende de estos procesos: azar y selección natural, en juego continuo entre depredadores o parásitos y sus víctimas'.

 

 


 

 

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