Este artículo se publicó hace 16 años.
El dilema
¿La construcción de nuevas centrales nucleares es la solución al calentamiento del planeta o una hipoteca para el futuro?
La decisión del Reino Unido de impulsar la construcción de centrales nucleares ha vuelto a poner sobre el tapete el debate sobre la viabilidad de esta forma de energía. Sus defensores argumentan que es la única forma de sortear el proceso de calentamiento global, ya que las centrales no emiten gases de efecto invernadero. Además, la nuclear reduce la dependencia energética externa de los países y ofrece la posibilidad de un suministro seguro y constante, a diferencia de lo que ocurre con las renovables.
Por el contrario, sus detractores, con las organizaciones ecologistas a la cabeza, rechazan este tipo de energía por la amenaza que suponen los residuos radiactivos y el enorme coste de su gestión, sin olvidar el riesgo de que pueda volver a registrarse un accidente como el de Chernóbil.
A favorEsta semana, Reino Unido ha dicho sí a la construcción de nuevas centrales nucleares, dando entrada, además, a la iniciativa privada. El Estado británico pretende no poner un penique para las nuevas plantas, que se unirán a las 19 que ya funcionan.
El país será el cuarto de la UE que se embarque en la construcción de nuevas centrales, un pelotón que completan EEUU, Japón, Rusia, Corea del Sur, Ucrania, China e India. A medida que la conciencia verde ha calado, el lobby pronuclear ha nutrido su argumentario con premisas de contenido medioambiental, que se unen a las puramente económicas.
1. Sin emisiones de co2. Los defensores de la nuclear (incluyendo al fundador de la organización ecologista Greenpeace, Patrick Moore) argumentan que esta fuente de energía no emite CO2 y que es la única forma de cumplir con los compromisos de Kioto y evitar el calentamiento del planeta, en un entorno en el que la demanda de electricidad no para de crecer como consecuencia del desarrollo económico. De hecho, en marzo del año pasado Francia pidió que se considerase a esta fuente como renovable en las negociaciones en las que se decidió que el 20% de la energía que se consuma en el conjunto de la UE en el año 2020 tenga origen verde.
2. Bajos costes variables. Tener en marcha una central nuclear (el coste operativo) es mucho más barato que generar electricidad con aerogeneradores, placas solares, gas natural, petróleo o carbón. Pero ese cálculo no incluye la gestión de los residuos, ni las costosísimas inversiones que requieren los reactores. Por otra parte, el uranio es una materia prima relativamente abundante, que no está sujeta a tensiones geopolíticas, como los combustibles fósiles, lo que le otorga una gran estabilidad para garantizar el suministro de electricidad.
3. Dependencia externa. El recurso a la energía nuclear reduce la dependencia del petróleo, que en el caso de España llega al 85%. En 2006, la balanza de pagos energética generó un déficit cercano a los 32.000 millones de euros, la mitad del déficit total. Los defensores de la energía nuclear aseguran que es fundamental para mantener la competitividad de la economía. Como dicen los franceses, firmes defensores de esta fuente y con una potente industria atómica: “No tenemos carbón, no tenemos petróleo, no tenemos gas natural, no tenemos elección.”
4. Seguridad del suministro. Dados sus bajos costes operativos y el progresivo encarecimiento del petróleo, la energía nuclear sería la única fuente capaz de garantizar una mezcla de fuentes (‘mix energético’) equilibrada, dado el insuficiente desarrollo de las renovables, que además son intermitentes (no siempre luce el sol ni sopla el viento). En Europa, el 33% de la energía tiene origen atómico. En España, ese porcentaje es del 19%.
5. Peligro moderado. Los defensores de la energía nuclear creen que el accidente de Chernobil fue un caso único, que se debió a una combinación de factores que no se dan en la actualidad: un diseño deficiente, unos reactores anticuados y una nula seguridad. Un ejemplo habitualmente mencionado es el accidente de Three Mile Island (1979), en Estados Unidos, que no liberó cantidades significativas de radioactividad a pesar de que la fusión nuclear fue comparable en magnitud a la de Chernobil.
6. Gestión de los residuos. Según los partidarios de la nuclear, la tecnología de transmutación, aún en fase de investigación, podría permitir en el futuro eliminar la radioactividad de los residuos atómicos, un problema para el que, a día de hoy, no existe solución.
En contraLa energía nuclear despierta pasiones, y muchas de ellas en contra. Desde que en 1970 se abriera la primera central nuclear en España, la polémica ha estado presente cada vez que se produce un “suceso notificable” en una planta o se acercan elecciones. El presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, anunció esta semana que no incrementará la energía nuclear y que, incluso, la reducirá “en función de la demanda energética global”. Su asesor Jeremy Rifkin cree que el modelo energético basado en petróleo y en uranio es insostenible y contaminante, y sólo conduce a la extinción del hombre.
1. Residuos. La solución definitiva a la gestión de los residuos de alta radiactividad es todavía una incógnita. En la actualidad, cada central nuclear almacena los residuos radiactivos en piscinas, pero su capacidad está a punto de superarse. El año pasado se constituyó una mesa para debatir sobre la energía nuclear en España y se decidió iniciar el procedimiento para construir un Almacén Temporal Centralizado que, gestionado por Enresa, albergaría los residuos de todas las centrales nucleares españolas. El procedimiento de información sobre el proyecto ya ha concluido y el Gobierno debe decidir dónde se ubicará dicho almacén. Ningún país del mundo cuenta con una solución final.
Por su parte, los residuos de baja y media actividad se almacenan en las instalaciones de Enresa en El Cabril (Córdoba), y proceden de centrales, hospitales y clínicas de rayos X, entre otros.
2. Oposición social. La sociedad española se ha mostrado en diversas encuestas de opinión en contra de situar una central nuclear cerca de su hogar, o de almacenar los residuos en su entorno. El miedo a lo nuclear sigue impidiendo un debate abierto sobre el futuro energético en España.
3. Accidente. El temor a un accidente como el que ocurrió en Chernobil (Ucrania) en 1986 por el sobrecalentamiento del núcleo del reactor nuclear sigue existiendo. En España el Consejo de Seguridad Nuclear se encarga de vigilar la operación adecuada de cada una de las plantas nucleares, pero a juicio de los opositores de esta energía, el riesgo existe sólo por el hecho de tener un reactor nuclear en actividad. El mayor suceso en una central española tuvo lugar en 1989 en la planta de Vandellós I (Tarragona), cuando se registró un incendio en la zona de turbinas, considerado “importante”, aunque no se produjo ninguna emisión de radiactividad al exterior de la planta. Se procedió a la clausura de la planta y a su desmantelamiento.
4. Financiación. El coste de construcción de una nueva central en la actualidad oscila entre los 3.000 y 4.000 millones de euros, una cantidad considerable para que una empresa eléctrica realice una inversión a futuro. Además, para la gestión de los residuos de baja y media radiactividad, Enresa cuenta con un fondo que hasta abril del año pasado se pagaba mes a mes con la contribución de cada consumidor en la factura de la luz, y desde entonces se encargan de su coste las empresas eléctricas. Las compañías de seguros también han estimado que las primas en caso de accidente nuclear son demasiado cuantiosas. Los grupos ecologistas han criticado que el recibo de la luz no refleje en la actualidad todos los costes reales de la producción nuclear, incluida la gestión de residuos.
5. Nuevos emplazamientos. La oposición social a construir nuevas plantas cerca de núcleos de población reduce las posibilidades de abrir centrales en emplazamientos diferentes a los actuales. El temor a lo que no se ve, como es la radiactividad, despierta posturas contrarias a más centrales.
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