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"España está en su adolescencia como potencia científica"

El investigador español más citado en el mundo reclama apostar por la excelencia para que el país entre en la primera línea científica mundial

AINHOA GOÑI

El investigador Joan Massagué (Barcelona, 1953), premio Príncipe de Asturias en 2004 y único español asentado en la élite de los 50 científicos más citados del mundo, emigró a EEUU para desarrollar su trabajo a principios de la década de 1980. Nueve años más tarde llegó al Memorial Sloan-Kettering Cancer Center , en Nueva York, donde desde 2003 dirige el Departamento de Genética y Biología del Cáncer. Su trabajo en EEUU le permitió descubrir la maquinaria molecular, clave para el desarrollo embrionario y la regeneración de tejidos, que impide la división celular y protege contra el desarrollo de tumores; cuando ese mecanismo funciona mal, provoca el cáncer. En la actualidad estudia los genes que participan en la metástasis del cáncer de mama. Desde que la ciencia española lucha por entrar en la primera división mundial, su posible retorno y el impacto que esto tendría se ha convertido en un deseo casi obsesivo para muchos. Hace dos años y medio puso un pie para volver, al asumir la dirección adjunta del Instituto de Investigación Biomédica de Barcelona, pero el regreso no está hoy entre sus prioridades. Massagué asistió la semana pasada en Girona a un seminario sobre biomedicina, organizado por el Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), en el que 16 de los mayores expertos nacionales en la materia expusieron sus trabajos en presencia de los Príncipes de Asturias, Felipe y Leticia.

Usted es un emblema de la famosa fuga de cerebros. ¿Es necesario el retorno de los científicos españoles o debe apostarse más bien por traer a los mejores, al margen de su nacionalidad?

Como en otras actividades profesionales, hay que apostar por los mejores, sean de donde sean. Además, los españoles siempre intentarán volver, les une su familia, sus costumbres; en cambio, a los extranjeros, a los que no les une nada con España, hay que atraerlos de alguna forma. Esto se consigue con contratos y proyectos interesantes, haciéndoles las mismas ofertas que obtendrían de cualquier país importante en ciencia.

¿Cómo ve la situación actual de la ciencia en España?

En los últimos años se han dado pasos muy interesantes en ciencia y en tecnología, como en cualquier otro país avanzado que, además, entiende de economía de la salud. Pero España se encuentra en estos momentos en la adolescencia de su recorrido para convertirse en una potencia científica, hay todavía desajustes por falta de tradición, hay décadas de retraso en algunas cosas.

¿Cuáles son los mayores retos de la política científica en España?

Aumentar la financiación privada, contratar talentos, aumentar las infraestructuras y reducir la burocracia, lo cual, además, haría la carrera científica mucho más atractiva; entre muchos otros problemas. Yo lo que haría, ante la duda, sería copiar los sistemas que tienen los países a los que esperamos imitar, si a ellos les va bien es por algo.

¿Qué imagen proyecta hoy la ciencia española en el extranjero?

La comunidad científica exterior está muy intrigada por lo que está ocurriendo en España, está a la expectativa, mirando con cariño, diría yo. Así ocurre en EEUU. Pero la apuesta todavía está en el aire. España, en su cambio, ha empezado por lo más fácil, que es movilizar más fondos, prestar más atención política, crear algunos programas de reincorporación, construir institutos y edificios nuevos, que cuesta mucho dinero... Todo esto es lo más fácil cuando se sale de la situación en la que estaba España históricamente. Lo más difícil es lo que viene ahora, reconvertir las mentalidades y cultivar los liderazgos, por ejemplo, o primar la excelencia, una cosa que me hace muy poco popular cuando la digo, aunque es esencial en cualquier ámbito de la actividad humana.

Eso significa sustituir el café para todos por un reconocimiento para los científicos que obtienen mejores resultados...

Claro, el que se va a comprar unos zapatos o un buen coche distingue rápidamente donde está lo bueno, se fija en la marca y no espera que todas las marcas sean iguales. No se puede pretender que todos los vinos de todas las regiones de España sean igual de buenos. En investigación, naturalmente, pasa igual, el talento humano no es homogéneo. Sin embargo, el gran enemigo de la reforma científica que España necesita es precisamente la resistencia mezquina, la oposición fuerte y vociferante que impide o dificulta la necesidad de invertir de manera decidida sobre todo en aquellas entidades e individuos que habiendo recibido lo mismo que otros, han demostrado ser más capaces de llevar sus proyectos adelante. Así es como funciona la investigación en aquellos países a los que quisiéramos emular.

En la lucha reciente contra el cáncer han aparecido multitud de marcadores genéticos, alguno de ellos, en su propio laboratorio. ¿Por qué no hay terapias directas con esos genes como diana?

Están saliendo marcadores genéticos y van a salir muchísimos más. Pero que tengamos información sobre las susceptibilidades genéticas de cada persona a padecer determinadas enfermedades es muy distinto a que podamos hacer algo para modificar esas probabilidades. Intervenir a base de ir cambiando genes, que es lo que inocentemente algunos pensaban en la década de 1990 que se conseguiría con la terapia génica, se ha visto que no es posible. La utilidad de los marcadores está más bien en aportar información sobre probabilidades de riesgo para, en función de ellas, mejorar la prevención general, actuar sobre los factores ambientales que pueden desencadenar la enfermedad. No se pueden cambiar genes hoy en día y es difícil vislumbrar que habrá tecnología para alcanzarlo en el futuro. En oncología será dificil que la terapia génica intervenga, aunque en otras enfermedades, puede que sí.

Se sabe que el cáncer de mama puede ser provocado por factores genéticos o ambientales, pero no se sabe cómo actuar contra ellos...

Hay un conocimiento bastante superficial de los elementos de riesgo en sí, más allá de los que son clarísimos. El tratamiento hormonal de la menopausia, las maternidades tardías o las lactancias cortas son factores de riesgo, pero se desconoce en qué porcentaje, hasta qué punto y en qué forma. Cuando se recomiendan dietas, hacer ejercicio u otras actividades, en todo caso saludables, se hace más por intuición que basándose en ciencia exacta.

¿Se llegará en el futuro al control del cáncer?

Está cantado que sí y esto va a ser un evento extraordinario para la ciencia. Ya ha empezado a controlarse el cáncer, es una realidad, un tanto por ciento muy elevado de los 200 ó 300 tipos de cánceres que existen se curan o al menos se hacen crónicos. Hoy hay miles de pacientes que tienen cáncer y que viven una vida perfectamente normal. Y cada año se acota más. Si no ocurre nada imprevisto, como una tercera guerra mundial, el control del cáncer va a producirse y será la gran consecución de la humanidad. Y esto no es sólo una promesa, es algo que se sabe cuando se extrapola lo que ya se ha conseguido y se proyecta hacia las próximas décadas. Y será un cambio fundamental, como el que se produjo en el siglo XX con las enfermedades infecciosas, que ahora consideramos controladas. Aún queda mucho por hacer, pero el final del cáncer, su control
absoluto, va a llegar.

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