Este artículo se publicó hace 13 años.
Todos fallaron en Fukushima
La comisión que investiga el desastre nuclear culpa a la empresa por su falta de previsión y al Gobierno por su descoordinación, incompetencia y opacidad
El accidente de la planta de Fukushima Daiichi ha sido la crisis atómica más grave desde Chernóbil (1986), con tres reactores nucleares derretidos, más de 160.000 japoneses fuera de sus casas, un mapa de la radiación que abarca a 18 de sus 47 prefecturas y con ya el mayor vertido tóxico al mar de la historia. El accidente se desató después de que un terremoto y un tsunami destrozaran e incomunicaran la central, pero lo ocurrido está lejos de poder considerarse un desastre natural, según se deriva de la lectura del informe oficial encargado por el Gobierno de Japón para desentrañar lo ocurrido en la central.
Los dueños de la planta no la protegieron como debían de las catástrofes que sabían que la naturaleza podía provocar. Los operarios no tenían ni idea de cómo gestionar el plan B para responder a un accidente de ese tipo. Los inspectores y reguladores incumplieron su obligación de vigilar a la empresa propietaria (Tepco), fallaron en el diseño de un programa de emergencias y no ofrecieron ni información ni consejo una vez se desató la crisis, como era su obligación. Y el Gobierno tomó decisiones sin prestar atención a los datos, ni coordinarse dos grupos trabajaban en dos plantas distintas del mismo edificio, exponiendo a la población a las emisiones tóxicas procedentes de la central acci-dentada y sin informar debidamente de lo que estaba ocurriendo en aquellas instalaciones de la costa este de la isla de Honshu.
Los trabajadores no sabían cómo operar ni tenían manuales
El informe, aunque es todavía provisional, es un trabajo metódico que se ha realizado tras el estudio de toda la información disponible sobre lo ocurrido, incluido el testimonio de 456 personas que han sido entrevistadas por la comisión de diez expertos designados por el Ejecutivo nipón. Muchos responsables políticos y de distintos organismos deben sentirse por lo menos aludidos por sus más de 500 páginas de conclusiones establecidas por el panel dirigido por el experto en fallos industriales de la Universidad de Tokio, Yotaro Hatamura.
En su informe se determinan innumerables errores humanos que agravaron la situación sobrevenida el 11 de marzo de 2011, a las 15.46 horas (en Japón), cuando una ola gigante golpeó las instalaciones de la planta de generación eléctrica con seis reactores atómicos de agua en ebullición.
Indefensos ante el tsunami
Los evacuados fueron trasladados hacia donde estaba la radiación Tanto Tepco como el organismo regulador de la seguridad nuclear fueron negligentes en su obligación de preservar la seguridad de la instalación atómica. Aunque se contaba con informes técnicos que alertaban de la posibilidad de que una ola gigante golpeara la central de Fukushima, los redactores del informe aseguran que han sido "incapaces de encontrar, a pesar de todo, evidencia de algún esfuerzo" por parte de los organismos reguladores por resolver esa indefensión.
Tres informes distintos, en 2002, 2006 y 2008, llamaron la atención sobre el riesgo de olas gigantes derivadas de un terremoto. El último y más concreto, que acertó al prever que podría darse un tsunami con olas de 15 metros de altura como así fue, también fue desoído por la compañía eléctrica. Y ninguno de los dos organismos con que contaba Japón para vigilar al sector atómico la Comisión para la Seguridad Nuclear y la Agencia para la Seguridad Nuclear e Industrial estableció medidas para obligar a Tepco a proteger su planta, situada junto al mar. El informe de Hatamura concluye que "las medidas contra accidentes graves no se deben dejar entre las actividades voluntarias del operador". Tepco no desarrolló ninguna medida contra un tsunami que, finalmente, desmanteló por completo su central. "Su preparación para el tipo de accidente que dañe el núcleo del reactor como resultado de un desastre natural era muy insuficiente", acusa el informe.
La ola gigante dejó a la instalación sin electricidad que mantuviera en marcha los sistemas que evitan, al refrigerarlas, que se derritan las barras de uranio que sirven de combustible atómico a la central. Pues bien, según el informe, "no se había preparado nada para resolver esa eventualidad" en la que se pierden a la vez todas las fuentes de energía eléctrica de los reactores. Más aún, los operarios no sólo no habían recibido formación para hacer frente a una circunstancia de ese tipo, es que ni siquiera existían manuales para que los técnicos supieran qué hacer y los "equipos para la recuperación de este tipo de operaciones no estaban listos para su uso".
Respuesta inadecuada
Los operarios actúan sin la formación necesaria"En el momento inicial del accidente no se realizó ninguna acción correctiva apropiada ni se dio ninguna instrucción", lamenta el informe, que culpa a la falta de conocimientos de los técnicos de esa mala gestión original. Tras averiarse el reactor 1, los operarios no se dieron cuenta de que su sistema alternativo de refrigeración no funcionaba correctamente, por lo que no informaron a las autoridades ni hicieron nada por resolver la situación. La comisión de investigación concluye que los trabajadores "no entendían en profundidad" la función de ese sistema de refrigeración, algo que se califica de "bastante inapro-piado para operarios nucleares". Por culpa de la ignorancia de los técnicos "se perdió una oportunidad temprana de enfriar el núcleo".
Dos grupos del Gobierno trabajaban por separado en el mismo edificio Los responsables del centro de gestión de emergencias tampoco supieron identificar la urgente necesidad de comenzar a inyectar agua en el reactor 3 para enfriarlo. No se hizo hasta el 13 de marzo, algo que la comisión califica como "muy lamentable".
Por culpa de la dejadez de la Agencia para la Seguridad Nuclear e Industrial, el centro alternativo para la gestión de la crisis, a cinco kilómetros de Fukushima, "no estaba diseñado para hacer frente a altos niveles de radiación, aunque se pretendía usarlo para emergencias nucleares". Este edificio carecía de filtros de aire, por lo que los operarios que se desplazaron allí para responder a la crisis estaban tan expuestos a las emisiones tóxicas de la central como si estuvieran en la calle.
A partir de las pruebas de resistencia de las instalaciones españolas hechas públicas la semana pasada, el Consejo de Seguridad Nuclear demanda ahora que todas construyan un centro como este junto a cada planta. Eso sí, con sistemas adecuados para aislar a los trabajadores de la contaminación exterior.
Gestión caótica
Nula coordinación y decisiones "confusas"El mayor caos descrito en el informe es el de la gestión política en torno a la oficina del primer ministro japonés de aquellos días, Naoto Kan, dimitido en agosto. En el mismo edificio, la sede de la oficina del primer ministro, se establecieron dos gabinetes de crisis distintos, prácticamente incomunicados entre sí. Uno, el cuartel general de respuesta a la emergencia atómica en la quinta planta, que contaba con la presencia de Kan. Otro, el centro gubernamental de gestión de la crisis, ubicado en el sótano, en el que participaban los altos funcionarios responsables de las áreas ministeriales afectadas y los organismos reguladores de la energía atómica. "Los miembros del equipo del sótano apenas se enteraban de los debates que tenían lugar en la quinta planta", revela el informe. Así, en su toma de decisiones, Kan no contaba con la escasa información que podía ir recopilando el gabinete de expertos. Porque, además, ninguno de los dos gabinetes de crisis se molestó en ser "proactivo para una recogida efectiva de información" y nadie se acercó a recabar información en los cuarteles de Tepco.
A pesar de contar con un sistema de medición de radiación en el aire que cubría todo el país (Speedi, que costó cien millones de euros) ni Kan ni nadie en ninguno de los dos gabinetes de crisis tuvo en cuenta los datos proporcionados por Speedi en el momento de tomar la decisión de evacuar a la población. La razón: "Ninguno de ellos tenía idea alguna de cómo usar esa información". Por todo ello, inicialmente se llevó a los evacuados hacia el mismo lugar en el que se estaba desplazando la radiación, exponiéndolos a sus graves efectos tóxicos.
"Las autoridades fallaron por no dar respuesta al desastre pensando en las víctimas", aseguró ayer Hatamura en la presentación de sus conclusiones. Las instrucciones del Gobierno fueron un sálvese quien pueda que llegó tarde a las autoridades locales y ni siquiera eran específicas. Es más, el estudio denuncia que ni las empresas nucleares ni sus reguladores habían previsto "en detalle" la necesidad de establecer planes de evacuación en caso de desastre nuclear. El informe califica como "muy poco apropiada" la gestión de la información que hizo Tokio, por retrasar los anuncios públicos a la población, por retener datos a la prensa y por realizar explicaciones ambiguas.
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