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El ser humano coopera gracias al castigo al gorrón

Un pueblo indígena keniano logra guerrear en equipo con palizas a los desertores

MANUEL ANSEDE

La naturaleza es dar-winista hasta la barbarie. El más débil morirá, así de simple, si no se une a otros. Sin embargo, en algún momento de su evolución, los seres humanos se pusieron a cooperar, incluso sin conocerse entre sí, y esquivaron esta selección natural. Y así se explica, por ejemplo, la acampada de miles de indignados en la puerta del Sol de Madrid y en decenas de otras plazas de España.

Un grupo de antropólogos de EEUU cree haber encontrado ahora las raíces de esta cooperación a gran escala, el germen de aglomeraciones urbanas como Tokio, con 35 millones de habitantes. Su campo de estudio han sido las regiones de Kenia y Etiopía en las que viven los turkana, una sociedad de casi 500.000 personas en la que centenares de guerreros se unen, sin conocerse entre sí, para batallar juntos contra otros pueblos por vacas y tierras. Los turkana no tienen un poder político o militar centralizado. Viven pastoreando ganado en pequeños grupos nómadas. Los miembros de la comunidad cooperan gracias a un pegamento universal: 'El castigo informal a los gorrones', según explica la principal autora del estudio, Sarah Mathew.

'Incluso en pueblos sin instituciones coercitivas hay una psicología punitiva'

'Hemos visto que incluso en sociedades como la de los turkana, sin instituciones coercitivas formales, hay una psicología punitiva', explica Mathew, antropóloga de la Universidad de California en Los Ángeles. El 20% de los guerreros muere en estas escaramuzas. Hay desertores, pero son castigados por la comunidad con multas o con palizas. El castigo sostiene el trabajo en equipo de los turkana.

En la naturaleza, la cooperación está por todas partes, desde los pequeños grupos familiares de mamíferos a las gigantescas colonias de abejas. La gran pregunta es qué lugar ocupaba el ser humano antes de que nacieran los gobiernos, los ejércitos o la policía. Según detalla Mathew, buena parte de la comunidad científica sostiene que antes del nacimiento de las instituciones coercitivas los humanos sólo cooperaban a pequeña escala, por vínculos familiares o por reciprocidad. Sin embargo, este nuevo estudio, publicado hoy en la revista PNAS, sugiere lo contrario: la cooperación a gran escala habría nacido en la prehistoria humana temprana.

Para Ignasi Pastó, del Instituto Catalán de Paleoecología Humana y Evolución Social, el estudio 'no es una sorpresa', ya que 'el castigo es un mecanismo de control social fundamental'.

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